Alrededor del mundo, 1 de cada 10 personas mayores de 65 años padece la enfermedad de Alzheimer y casi 50 millones tienen demencia. Sin embargo, esta enfermedad se encuentra cubierta de un velo de estigma y desinformación, que retrasa su diagnóstico. En el Día Mundial del Alzheimer, algunas recomendaciones para adelantarse a esta enfermedad y poder diferenciarla del envejecimiento normal.
La enfermedad de Alzheimer es la principal causa de demencia y abarca entre el 60 y el 70% de los casos a nivel mundial, según datos de la Organización Mundial de la Salud. La demencia comprende problemas de memoria, lenguaje, atención o razonamiento, que por su severidad impiden que una persona realice sus actividades cotidianas en forma independiente. En este contexto, la “demencia” no está necesariamente acompañada de síntomas conductuales o anímicos, aunque estos pueden estar presentes.
El Alzheimer afecta el cerebro impidiendo el normal funcionamiento de las neuronas. Es una enfermedad que progresa lentamente y cuyos síntomas van apareciendo o acentuándose a lo largo de los años. De hecho, los cambios microscópicos en el cerebro empiezan a producirse hasta 15 o 20 años antes de la aparición de estos signos. La sobrevida luego del diagnóstico varía en promedio entre 7 y 15 años.
¿Envejecimiento o Alzheimer?
Varios síntomas que son frecuentes en la enfermedad de Alzheimer, tales como la pérdida de memoria, la dificultad para encontrar las palabras correctas y los cambios de humor, también pueden observarse en la depresión o en el envejecimiento normal. Sin embargo, se diferencian por el grado de interferencia que generan para el desarrollo de actividades habituales.
Es común que dentro del envejecimiento normal se olviden ocasionalmente nombres o citas, pero suelen recordarse con posterioridad. En cambio, en aquellas personas que padecen Alzheimer, pueden presentarse episodios de pérdida de memoria frecuentes que comprometen las actividades de la vida diaria. También pueden aparecer dificultades para realizar o resolver tareas con las que estaban familiarizados. Con respecto al lenguaje, una persona que se encuentra transitando la vejez puede tener dificultades ocasionales para encontrar una palabra específica, mientras que en el caso de padecer Alzheimer, presentará problemas para comunicarse. Otros síntomas de esta enfermedad pueden ser: problemas de percepción visual, pérdida de objetos o guardarlos en lugares inapropiados, fallas en el sentido común y en la capacidad de juicio o toma de decisiones, abandono de actividades sociales y cambios en el humor y la personalidad.
En caso de presentar alguno de estos síntomas, es fundamental consultar a un especialista de manera inmediata, quien realizará los estudios necesarios para el correcto diagnóstico. Es importante tener en cuenta que, si bien hay características generales que todos comparten, cada persona es diferente: el impacto de la enfermedad, la forma y velocidad de progresión son variables que hacen que cada caso sea particular.
Diagnóstico
Un diagnóstico precoz y acertado es fundamental ya que permite al médico recomendar modificaciones del estilo de vida, brindar un pronóstico y posibilitar que el paciente tome decisiones respecto a pautas de manejo futuro. También, es importante para prevenir riesgos que pudieran depender de olvidos u otros síntomas cognitivos. Asimismo, dará la posibilidad a la familia de estar informada sobre lo que le está ocurriendo a su ser querido y así acompañarlo de la mejor manera.
El diagnóstico incluye, en general, diferentes instancias:
Entrevista inicial: el neurólogo realizará un interrogatorio específico y detallado para recabar información sobre los síntomas (características, severidad, tiempo de evolución) y los antecedentes del paciente que puedan resultar relevantes. También se realizará un examen físico neurológico (evaluación de fuerza, reflejos, equilibrio, entre otros).
Análisis de laboratorio: a fin de descartar otras causas que puedan generar las dificultades observadas, como por ejemplo anemia, alteración de la función tiroidea o déficits vitamínicos.
Evaluación cognitiva: consiste en tests formulados para determinar, en forma específica, cada una de las funciones y establecer si el paciente rinde dentro de los parámetros esperables para su edad y nivel de educación o, determinar la severidad de estas dificultades.
Neuroimágenes: (resonancia magnética o tomografía computada de cerebro) brindan información de la estructura del cerebro y evidencian si el mismo presenta lesiones u otras alteraciones que expliquen los síntomas.
Tratamiento y prevención
El tratamiento incluye dos aspectos básicos:
Farmacológico: Si bien no existe actualmente un tratamiento que cure la enfermedad, existen ciertos medicamentos que pueden disminuir los síntomas cognitivos o retrasar su progresión al mejorar la comunicación entre las neuronas. Esto puede lograrse con 2 grupos de medicamentos: los inhibidores de la colinesterasa (donepecilo, rivastigmina y galantamina) y la memantina. También, se utilizan a menudo otros medicamentos orientados a controlar los síntomas anímicos o conductuales que pueden aparecer en la enfermedad.
No farmacológico: Se basa en cuatro pilares que también son fundamentales para la prevención.
- Seguir una dieta saludable con bajo contenido de grasas y alto contenido de cereales, frutas, vegetales y pescado, asegurando una nutrición equilibrada.
- Realizar actividad física en forma regular (brinda múltiples beneficios en la cognición, el ánimo y la salud en general).
- Participar de actividades sociales, ya que implican la interacción con otras personas, intercambio de ideas, oportunidades de ejercitar el lenguaje, adaptación y empatía.
- Estimulación cognitiva, ya sea individual o en forma de talleres grupales, para estimular las funciones afectadas así como para generar estrategias que compensen las dificultades en lo cotidiano (por ejemplo, al aprender un idioma o desarrollar un nuevo hobby).
En este sentido, es importante sumar la prevención de factores de riesgo vascular, ya que todo lo que le hace bien al corazón también beneficia al cerebro: evitar el tabaco, realizar controles médicos regulares para detección precoz y manejo adecuado de la hipertensión arterial, la diabetes y el exceso de colesterol.
Asesoró Dra. María Alejandra Amengual, médica neuróloga, Sanatorio de Los Arcos (MN: 105232)