Es la enfermedad infecciosa que más muertes causa en todo el mundo: unos 1,5 millones cada año.
El peso real de la pandemia no solo presenta como resultado el número de personas afectadas o fallecidas a causa de esta enfermedad respiratoria, sino también por el impacto que tuvo sobre otras afecciones cuya atención quedó relegada, cuando no desatendida.
Es el caso de la tuberculosis, una de las enfermedades que más muertes ocasiona a nivel global, y en la que se ha verificado un retroceso en cuanto a su diagnóstico y tratamiento a causa de la pandemia.
“Lo que hemos visto con la tuberculosis, al igual que en la mayoría de las patologías crónicas y prevalentes, es que su atención ha quedado relegada, porque prácticamente todos los servicios médicos nos hemos corrido de nuestras rutinas habituales para abocarnos exclusivamente a la pandemia”, advirtió el médico neumonólogo Matías Scafati, jefe de la Unidad de Internación de Neumonología del Hospital Tornú.
“Lo que estamos empezando a ver hoy son justamente las consecuencias: estas enfermedades han seguido su evolución natural”, agregó.
La tuberculosis es una enfermedad infecciosa que afecta a los pulmones y que es causada por una bacteria (Mycobacterium tuberculosis) que se transmite de una persona a otra a través de las gotitas de aerosol que permanecen en el aire tras haber sido expulsadas por personas con enfermedad pulmonar activa.
Aunque en personas sanas suele ser asintomática, los síntomas de la tuberculosis pulmonar activa son: tos (a veces con esputo que puede ser sanguinolento), dolor torácico, debilidad, pérdida de peso, fiebre y sudoración nocturna.
“No todos los que estamos expuestos a la tuberculosis nos enfermamos. Una vez que ingresa a nuestro organismo, la bacteria puede ir por diferentes caminos: un camino es que nuestro sistema inmunológico la pueda eliminar por completo, el otro camino es que nuestro sistema inmunológico no lo pueda eliminar y la bacteria permanezca allí, causando lo que se denomina una infección tuberculosa latente”, explicó el doctor Scafati.
“La bacteria queda alojada normalmente en el pulmón o en las zonas cercanas al pulmón y se puede producir una infección. Si en algún momento bajan las defensas o si se deteriora la inmunidad, se puede desarrollar esa enfermedad latente”, añadió.
Ya en octubre de 2020, a poco más de 6 meses de declarada la pandemia, la OMS publicó su informe Global Tuberculosis Report 2020, en el que advertía que el COVID-19 “amenazaba con revertir los avances recientes en la reducción de la carga global de la tuberculosis”.
En la Argentina, las estadísticas más recientes sobre la tuberculosis son previas a la pandemia. En 2019 se notificaron 12.499 nuevos casos, dando lugar a una tasa de notificación de 27,8 por cada 100.000 habitantes. Es de esperar que en los siguientes boletines los números de notificaciones sean menores, pero no por una reducción de los contagios sino porque muchos pacientes no accedieron al diagnóstico a causa la situación del sistema de salud durante la pandemia.
Pero a nivel global hay datos aún más preocupantes que sugieren una caída en el acceso y la adherencia al tratamiento de la tuberculosis: “Contrastando con una menor notificación de casos, aparece un aumento en la incidencia de la mortalidad, la cual venía decayendo” dijo el especialista. Según las estadísticas más recientes de la OMS, mueren hoy 1.5 millones de personas al año a causa de la tuberculosis, lo que la convierte en la enfermedad infecciosa que más muertes ocasiona en el mundo.