Un 5 de agosto, pero de 1937, el TC comenzó a escribir su vertiginosa y pasional historia sobre las polvorientas rutas del país, con la que perdura hoy como una de las categorías más antiguas del automovilismo mundial.
Un 5 de agosto, pero de 1937, el Turismo Carretera (TC) comenzó a escribir su vertiginosa y pasional historia sobre las polvorientas rutas del país, con la que perdura hoy, en su 85º aniversario, como una de las categorías más antiguas del automovilismo mundial.
El arrecifeño Ángel Lo Valvo, con un Ford V8, fue el primer ganador de una competencia de TC, el “Gran Premio Argentino”, que se corrió entre el 5 y 15 de agosto de ese año y atravesó 14 provincias en 10 etapas, con un recorrido de 6.894 kilómetros.
En ese entonces, la Dirección Nacional de Vialidad, reglamentó una “excepción” para que el Automóvil Club Argentino (ACA), organice la competencia y, para respetar las normas de tránsito en rutas, cambió la denominación de “Carrera” por “Raid de Larga Distancia”.
Dos años después, el TC reemplazó al Campeonato Argentino de Velocidad y Lo Valvo, con el pseudónimo de “Hipómenes” (del griego Alma de Caballo), se consagró campeón luchar con glorias del mundo motor como Juan Manuel Fangio, Oscar Gálvez y Eusebio Marcilla.
En las temporadas siguientes llegaron los dos títulos de Fangio, con Chevrolet, en 1940 y 1941, los dos de Gálvez (1947 y 1948) y la seguidilla de campeonatos de su hermano Juan (1949, 1950, 1951, 1952, 1955, 1956, 1957, 1958 y 1960), que ningún piloto pudo superar hasta la actualidad.
El TC se fue forjando a través de su espíritu federal, de recorrer en muchos puntos del país, al tiempo que la pasión de sus seguidores cobraba fuerza para apoyar al corredor del “pueblo”.
Tiempos de carreras en rutas, con circuito mixtos, de tierra y asfalto, favorecieron la proliferación de peñas para juntar dinero y apoyar al representante de la local. Con ese clima de época se llegó al 30 de agosto de 1960, fecha en la que un grupo de pilotos fundó la ACTC, cuya presidencia ocupó Plinio Abel Rosetto tras declinar Juan Gálvez.
La primera carrera organizada por la ACTC fuera de la órbita del ACA ocurrió el 9 de julio de 1961 en el Autódromo Municipal, recinto porteño que hoy se denomina “Oscar y Juan Gálvez”. Su ganador fue Julio Devoto “Ampacama”, con una cupé Ford V8.
En 1964 apareció un Chevrolet Nova blanco, el 400 argentino, y revolucionó al TC ante el estupor de los defensores de las copecitas. De la mano de Froilán González y los hermanos Aldo y Reinaldo Bellavigna, sus preparadores, le dieron a Jorge Cupeiro una gran herramienta.
La aparición de los míticos Torino, el 26 de febrero de 1967 en San Pedro, marcó también una etapa muy importante, y con la mecánica de Oreste Berta, el cordobés Héctor Luis Gradassi ganó la carrera en el deber de la CGT (Eduardo Copello, Héctor Luis Gradassi y Jorge Ternengo).
Más adelante llegaron tiempos de varios cambios tecnológicos en el TC, con el advenimiento de los prototipo a fines de ’60, y autos emblemáticos como los Falcon, Coupe Chevy, Dodge y Torino fueron marcando una tendencia.
Las rutas de todo el país le dieron al TC una característica única y pintoresca, pero también se llevaron la vida de muchos pilotos. Fueron 57 los fallecidos en sus 85 años. Figuras como Juan Gálvez, Oscar Cabalén, Nasif Estéfano, Roberto Mouras y Osvaldo Morresi, por citar a algunos, dejaron su vida por abrazar esa pasión.
Las muertes de Mouras (1992) y Morresi (1994) aceleraron a que se ponga fin a las competencias en ruta y el 16 de febrero de 1997 se disputó la última carrera en el semipermanente de Santa Teresita. El piloto de Mechongué, Eduardo Ramos, fue ganador con un Falcon.
La pasión del público argentino por el automovilismo y en especial por el TC le ha dado mucha importancia al duelo de marcas dentro de la categoría, y en sus albores ya se mostraba la puja de Juan Manuel Fangio (Chevrolet) y los hermanos Juan y Oscar Gálvez (Ford).
Con el paso del tiempo, sólo cuatro de ellas lograron perdurar y hasta hoy en día siguen despertando la pasión por el TC. El número de marcas participantes varió debido a diversas cuestiones, siendo el año 1981 el último en el que hubieron más de cuatro marcas y modelos.
Sin embargo, en 2022 y luego de 41 años, una nueva firma se incorporó y volvió a elevar el número a cinco habitantes: el equipo Toyota, con sus modelos Camry.
Una demostración de que en 85 años de vida, el TC goza de buena salud y sigue inscribiendo páginas de gloria con pilotos jóvenes y talentosos, en un contexto de profesionalismo muy diferente al espíritu amateur que imperó en sus comienzos.
Sólo tres mujeres empuñaron el volante de un Turismo Carretera
Delia Borges, Dora Baviop y Marisa Panagópulo fueron las únicas tres mujeres que compitieron sobre la pista con las grandes leyendas del Turismo Carretera, emblemática divisional del automovilismo argentino que cumplirá este viernes 85 años de vida.
La primera en empujar el volante de una coupé Chevrolet, que llevaba el número 204 en sus laterales, fue Borges en el Gran Premio de 1951, justamente en la prueba con mayor cantidad de anotados en la historia de la categoría.
Pasaron casi dos décadas para que otra mujer, en este caso Bavio, corriera en el TC con un Peugeot 404, con el que obtuvo el mejor resultado femenino en la categoría: un meritorio octavo lugar en la Vuelta de Salto, que no tuvo pilotos de Ford ni de Chevrolet por un conflicto.
La tercera piloto en debutar en la divisional más popular del mundo motor argentino fue Panagópulo, luego de haber logrado el título de campeona en la Copa de Damas. Lo hizo en 1996 a bordo de un Ford Falcon.
En la función de copilotos, el puntapié inicial se remonta a 1949 cuando José Lecont corrió con su esposa y luego lo imitó Oscar Alfredo Gálvez, quien compartió su auto junto a su compañera Elsa Perrone.
A lo largo de la historia muchas damas se sentaron en la butaca derecha y hasta ganaron competencias, como el caso del recordado Rubén Luis Di Palma junto a su hija Andrea o el desaparecido Osvaldo Morresi, con Chevrolet, que ganó en 1993 en el autódromo de Buenos Aires con la modelo Virginia Elizalde.
Los preparadores y su importancia en el TC
En los comienzos del Turismo Carretera (TC), los pilotos-mecánicos fueron los que dominaban la escena y los casos de los hermanos Juan y Oscar Gálvez, y después Dante y Torcuato Emiliozzi, son algunos ejemplos para valorar a los “artesanos” del taller y “talentosos” al volantes.
Los hermanos Gálvez comenzaron en el taller de Avenida Gaona 663, en pleno corazón de Caballito, y luego marcaron una etapa histórica con 14 campeonatos ganados. Todo a pulmón, juntando las monedas para adquirir las piezas de sus Coupés Ford, para armar el motor y muchas noches sin dormir ante la inminencia de una carrera.
A comienzos de la década del ’50, aparecieron los “Gringos” de Olavarría, Dante y Torcuato Emiliozzi, que con la paciencia de los orfebres fueron modelando el corazón de su Ford, bautizado como “La Galera”. Con Dante al volante, los Emiliozzi ganaron 42 carreras y fueron campeones cuatro años consecutivos entre 1962 y 1965.
El modernismo empujó al enorme arrecifeño José Froilán González (subcampeón de Fórmula 1 y el primer piloto en llevar al triunfo a una Ferrari) a revolucionar el TC en 1964 con un Chevrolet Nova importado.
Froilán eligió a los hermanos Aldo y Reinaldo Bellavigna para que preparen el motor y así fue que la dupla llevó el auto a su atelier de Sáenz Peña. Los hermanos Bellavigna no sólo fueron exitosos con el Chevitú de Froilán sino que en 1967, a partir de un chasis Bergantín, le pusieron un motor Chevrolet 250 de 7 bancadas, y el auto ganó el día de su debut de la mano del “Tano” Andrea Vianini,
Ese mismo año, en febrero, se produjo otro hecho histórico, como la aparición de los Torino con mecánica del “Mago” de Alta Gracia, Oreste Berta, quien le brindó al cordobés, la herramienta para que ganara en su debut.
Así surgió la CGT, Eduardo Copello, Héctor Gradassi y Jorge Ternengo, que ganaron varias carreras, pero Berta también fue artífice para que el recordado Rubén Luis Di Palma ganara el campeonato de 1971.
Después llegó la hora del “Polaco” José Miguel Herceg, preparador de los Ford Falcon Oficiales en su laboratorio de General Pacheco, que ganó campeonatos con pilotos de la talla de Héctor Luis Gradassi, Nasif Estefan y Juan María Traverso.
La dupla Jorge Pedersoli-Omar Wilke fueron bastiones muy importantes en la vida del “Toro” Roberto Mouras, ya que prepararon la Dodge que ganó los torneos ’83, ’84 y ’85.
Pedersoli, en su cuartel de San Martín, también le dio vida a motores de Juan María Traverso, Guillermo Ortelli, Christian Ledesma, y además fue motorista del “Pato” Osvaldo Morresi hasta su deceso en La Plata, el 27 de marzo de 1994.
Los que dejaron su vida por la pasión del TC
En sus 85 años de historia, el Turismo Carretera dejó huellas imborrables con pilotos que pusieron cuerpo, alma y hasta la propia vida en pos de la pasión por el automovilismo deportivo: Juan Gálvez, Oscar Cabalén y Roberto Mouras fueron algunas de las emblemáticas figuras engrosaron la lista de víctimas fatales.
Fueron 72 corredores y 52 acompañantes los murieron en rutas y pistas, desde Américo Traba en 1937, en las Mil Millas Argentinas, hasta el joven y prometedor santafesino de Las Parejas, Guido Falaschi, en 2011, en el autódromo de Balcarce.
El 3 de marzo de 1963 fue uno de los días más tristes de la categoría, ya que en el circuito de Olavarría, el nueve veces campeón de TC, Juan Gálvez, perdió la vida en el Camino de Los Chilenos.
En la misma década, con la evolución tecnológica a pleno en el TC, se mató el cordobés Oscar Cabalén, el “Califa” Grande, al incendiarse su Ford durante una prueba en San Nicolás, el 25 de agosto de 1967.
En salvaguarda de la seguridad, la ACTC decidió que el 16 de febrero de 1997 se corra la última competencia en ruta, en el semipermanente de Santa Teresita. Y el 13 de mayo de 2007 se corrió en Paraná, la última prueba con acompañantes.
POR JOSÉ POMMARÉS (TÉLAM)