La humedad, la falta de espacios verdes y el clima del litoral, entre varias causas, hacen que la Capital Federal sea un lugar extremadamente caluroso para esta época del año.
Las opiniones en redes sociales y encuestas más formales coinciden en señalar al verano como la estación más inviable de todas para los porteños. No les faltan razones: en enero la máxima promedio es de 30,4 grados y la mínima no baja de los 20. Con lógica, muchos vecinos eligen “escapar” hacia la costa bonaerense y otros puntos más benévolos del país o del exterior. Pero, ¿qué es lo que hace que Buenos Aires sea vivida (padecida) como un infierno en esta época del año?
1. La Mole de cemento.
La superficie de CABA es de 203 kilómetros cuadrados, en donde viven poco más de 3 millones de personas. Si le sumamos el AMBA (el área metropolitana que la rodea) tenemos 13.285 km cuadrados, con un total aproximado de 17 millones de habitantes (es decir, más de un tercio del total del país). De acuerdo a un informe de la UBA, las ciudades tienen en general 1,5 grado más que sus entornos (la famosa sensación térmica). Este fenómeno se denominó “Islas de Calor Urbanas” (ICU). Por sus grandes dimensiones, la térmica de Buenos Aires nos lleva aún a peores escenarios.
2. Clima del litoral.
Suele comentarse que el clima de Mar del Plata y otras localidades de la costa es más frío que el de la capital, pese a estar a apenas 300/400 km de distancia, y la explicación es clara: gozan de clima atlántico mientras que la gran ciudad pertenece al sector del litoral. En efecto, hasta la Bahía de Samborombón se extiende este tipo de clima, que comprende a las provincias del noreste y se caracteriza por ser templado y húmedo, con “veranos especialmente cálidos, muy influidos por el Río de la Plata y por el efecto isla de calor”, según establecen los especialistas. El clima atlántico, por el contrario, comprende “viento que sopla constantemente hacia el continente, más abundantes precipitaciones” y “una oscilación térmica de 10 grados”. Es decir, podrá hacer calor en el día, que seguramente descenderá a la noche.
3. Lo que mata es la humedad.
Asociado a lo anterior, no puede soslayarse al gran latiguillo sobre Buenos Aires. En efecto, el clima húmedo es propio de CABA, y en enero promedia entre el 60 y el 70% (se considera confortable una humedad entre el 40 y el 60%). Agréguese que el distrito no presenta amplitudes térmicas marcadas en los meses estivales, lo cual significa que, salvo un giro en las condiciones del tiempo, si hace calor de día, también lo hará de noche.
Nota: en este verano estaríamos ante una excepción, por efectos del denominado “Fenómeno de la Niña”, que genera un clima preponderantemente seco, el que continuaría hasta marzo.
4. Ausencia de espacio verde.
Buenos Aires no tiene adónde recurrir ante un clima agobiante. Es decir: no tiene sierras, como Córdoba, ni un río Paraná, como Rosario. Tampoco goza de la proximidad de la precordillera, como Mendoza. Sí tiene a un río (De la Plata) al que decidió darle la espalda, porque resulta muy difícil de acceder, y de todos modos se encuentra contaminado. La Ciudad más importante del país no cuenta con una geografía natural que oxigene, salvo que se mencione a los Bosques de Palermo, que no están ubicados en el centro (como ocurre con el Central Park de Nueva York), sino sobre uno de los costados de la urbe.
5. Tráfico infernal.
La Capital Federal es un espacio de apenas 202 kilómetros cuadrados en el que viven casi 3,2 millones de personas, y que cuenta con un parque automotor que supera el 1,3 millón de vehículos. Esto incluye, claro, el transporte pesado que circunda la ciudad. Además, debe sumarse el cerca de 1,5 millón de automotores que ingresa diariamente desde el conurbano. Toda esta circulación, claro, recalienta el cemento y contribuye a la sensación de atmósfera irrespirable que padecemos.