Por Daniel Armando Vogel – Hola, buen día. Buen domingo. Un día tan especial para todos los argentinos. Hoy se escribirá una historia vital, para nuestra Patria.
Todos los que soñamos, nos emocionamos por aquellos días de 1983, hace 40 años cuando se recuperaba la Democracia en el país, tal vez sintamos en esta jornada de ballotage, una doble sensación.
Primero, la satisfacción de volver a movilizarnos para sufragar.
Emitir el voto; yo ni recuerdo ya cuantas veces hemos ido desde ese 30 de octubre a hoy, a emitir nuestra opinión y voluntad a un cuarto oscuro, sin interrupciones, con opciones que nos hicieron sentirnos ganadores y otras, perdedores, a la luz del candidato elegido y votado personalmente. En eso seguro coincide conmigo.
Segundo, la desilusión e incertidumbre, de la presente alternativa. En el marco de una realidad, triste para nuestra Patria.
Tener que escuchar que, una gran mayoría no irá a votar o lo hará en blanco, cosa que para un demócrata siempre fue “pecado cívico” y o, tener que escuchar que elegirán muchos entre dos malos candidatos, el menos malo de los dos, es muy triste. Tal vez, también en esto coincidamos.
¿Por qué a cuarenta años de ejercer las libertades y derechos, sentimos y escuchamos que muchos están en esa disyuntiva, como dicen “entre la espada y la pared”?
La inseguridad y la pobreza echan por tierra toda ilusión de ir a votar, como supimos hacerlo, con alegría.
Eso se percibe en la sociedad.
Mesas vacías. Familias destruidas.
Esa es la realidad, con ello la tristeza de no poder ser libres, aunque ya pasó la pandemia en la que el presente gobierno nos encerró un año, nos sentimos presos en el interior de nuestra privacidad, inseguros de poder salir a la calle y sentir que volveremos sanos, sin sustos, sin violencia, sin perder no solo los bienes materiales, sino la sangre y en ello, la vida.
Y las mesas vacías… el dolor de un padre que no puede, aunque trabaje y se esfuerce con uno o dos y hasta tres trabajos, llevar el pan que con sudor gana al seno de su familia. La pobreza que hace miserables a los que se enriquecen dirigiendo al pueblo, y hambreando a sus gobernados.
Promesas. Ya tuvimos muchísimas.
Promesas…, otra vez promesas.
Y hay que votar. Elegir. Hoy, mañana será tarde.
Quiera Dios iluminarnos. En un país muy beneficiado por las riquezas naturales y humanas. Aunque, los candidatos, salen de su seno.
Vayamos a votar. Y que la historia de San Martin, de Belgrano y otros tantos, nos contagie para elegir entre los dos que hoy, miraremos en el cuarto oscuro y que uno de ellos esta noche, será el nuevo presidente.
Que haya paz…
AL QUE LE QUEPA EL SAYO…