Por Daniel Armando Vogel – Hola, buen día, buen domingo para todos. En la presente columna de opinion hoy, al haberse cumplido los primeros treinta días de cambios de gobierno en Nación con Javier Milei y los libertarios y en la Ciudad, con Marcelo Matzkin y el PRO, no en Provincia donde tenemos continuidad con Axel Kicillof con su Unión por la Patria; pero que, en ambos casos de los dos primeros, con acciones concretas de nueva gestión las que, pueden ser buenas o no, gustarnos o no, cuestionables o no, se muestran acciones.
Hoy, vamos a compartir una columna de opinion que es textual, según el título de la misma y la que lleva la firma del escritor marplatense Luis Gotte, autor de varios libros y titular de “La pequeña trinchera”
Luis dice textualmente, en este valioso aporte que les compartimos este domingo 14 de enero de 2024. Acompañe su lectura. Al final, algo del presidente Milei y el Papa Francisco.
“La nación -dice Luis Gotte- es la comunidad natural de los hombres que, unidos por vínculos de sangre, de historia, de cultura, de idioma, de religión, de tradiciones, de costumbres, de intereses y de aspiraciones, forman una entidad viva, dinámica y espiritual, que trasciende a los individuos que la componen y se proyecta en el tiempo y en el espacio, con una misión propia y una personalidad definida. Es una comunidad organizada, donde la libertad y la responsabilidad son causa y efecto, que se constituye sobre la base de la voluntad de sus habitantes y un proyecto común, donde cada uno tiene algo que ofrecer al bien general, y no sólo una presencia muda y temerosa. Para que la Nación sea justa, libre y soberana, necesita de tres pilares: la democracia, la república y el federalismo. Estos tres principios garantizan la participación, la representación y la distribución del poder entre el estado nacional, provincial y municipal. Sin ellos, la Nación se debilita, se corrompe y se desintegra.
Un pueblo sin democracia semeja a una estación del año sin primavera; un estado sin república, a un espíritu demente y confuso; un gobierno centralizado, es un cuerpo sin alma. Sin democracia, sin república, sin federalismo tenemos un páramo en llamas.
La democracia, la república y el federalismo, son conectores que unen a un ser único, indestructible, inatacable y eterno: la Nación. Sin democracia, tendremos un pueblo rebelde; sin república, un gobierno corrupto; y, sin federalismo, tiranía.
Democracia, república y federalismo, en armonía y equilibrio, es la conciencia razonadora de la nación, del gobierno y del pueblo organizado.
Tal vez, de estos tres pilares, el más importante sea el FEDERALISMO, porque surgió antes que la democracia y la república. Argentina, nació con un espíritu federalista que fue perdiendo a lo largo de su historia, y que hoy enfrenta el desafío de recuperarlo para fortalecer su identidad, la división de poderes y la representación política.
El sistema federal es importante por varias razones. En primer lugar, porque respeta la pluralidad y la diversidad de las provincias que conforman la Nación, reconociendo sus características, sus necesidades y sus aspiraciones. En segundo lugar, porque fomenta la participación y la responsabilidad de los vecinos y de los gobiernos locales, que tienen mayor capacidad para resolver los problemas de su entorno y para controlar la gestión pública municipal. En tercer lugar, porque promueve y potencia el desarrollo regional, evitando la concentración de poder y de recursos en una sola región o nivel de gobierno.
Una Nación sin federalismo es como un árbol sin flores y sin frutos. Sus raíces son frágiles, no basta con democracia y republicanismo. Un Estado centralizado, unitario, iguala a las flores sin perfume y a los frutos exentos de simiente. Sin posibilidad de constituirse en una patria grande y dar felicidad a su pueblo.
La falta o el debilitamiento del federalismo tiene consecuencias negativas para la Nación. Por un lado, genera descontento, desconfianza y desigualdad entre las provincias, que se sienten subordinadas, marginadas o discriminadas por el gobierno central. Por otro lado, provoca ineficiencia, corrupción y autoritarismo en el ejercicio del poder, que se vuelve arbitrario, opaco y alejado de la realidad y de las demandas de la comunidad.
Argentina se organizó desde abajo. Primero fue el Cabildo virreinal, que dio origen a las provincias que, organizadas, crearon el Estado, cediendo sus soberanías, conservando sus autonomías e independencia, sus competencias y sus recursos para administrarse internamente. Sin embargo, este proceso no fue fácil ni lineal, sino que estuvo marcado por las tensiones, los conflictos y las guerras civiles.
Después de 1861, con la victoria de las fuerzas mitristas sobre las federales, se impuso un modelo de Estado que concentró el poder, marginó y sometió a las provincias. A partir de 1983, con el retorno de la democracia, se intentó un proceso de recuperación del federalismo, que se plasmó en la reforma constitucional de 1994, estableciendo mecanismos de coordinación y de coparticipación entre los distintos niveles de gobierno.
Sin embargo, este proceso no ha sido suficiente ni satisfactorio, ya que se han generado nuevas formas de dependencia y de discrecionalidad por parte del gobierno central. Además, este escenario ha dejado de lado a un actor fundamental: el municipio, que es el nivel de gobierno más cercano a los vecinos, y que tiene un rol clave en la prestación de servicios públicos y en la promoción del desarrollo local.
En este 2024, debemos comenzar a problematizar nuestro federalismo. Para ello, se requiere de una serie de acciones y reformas, que involucren a todos los actores políticos y sociales, y que se orienten a objetivos, tales como:
.- Fortalecer la autonomía y la capacidad de gestión de las provincias y de los municipios, dotándolos de recursos suficientes y equitativos, y de competencias claras y adecuadas.
.- Fomentar la cooperación y la coordinación entre los distintos niveles de gobierno, mediante mecanismos de diálogo, de consenso y de control, que respeten la diversidad y la solidaridad entre las regiones.
.- Promover la participación y el control vecinal sobre la gestión pública, mediante mecanismos de transparencia, de rendición de cuentas y de democracia directa, que acerquen el poder a la gente y que fortalezcan la confianza y la legitimidad de las instituciones.
El federalismo es más que una forma de organización política, es una forma de vida, una cultura, una identidad. Es la expresión de la voluntad de vivir juntos, de constituir un proyecto común, de respetar la diferencia y de buscar el bien común. El federalismo es la base de la Nación, y la Nación es la base de la libertad, de la justicia y de la soberanía” fin de la columna de Gotte.
Nos despedimos hoy, con el mejor de los deseos, volvamos a tener un país federal, lleno de democracia y, como diría Milei en su formal invitación cursada esta semana al Papa Francisco “considero que su viaje (a la Argentina) traerá frutos de pacificación y de hermanamiento de todos los argentinos, ansiosos de superar nuestras divisiones y enfrentamientos. Su presencia y su mensaje contribuirían a la tan deseada unidad de todos nuestros compatriotas y nos brindará la fuerza colectiva necesaria para preservar nuestra paz y trabajar por la prosperidad y el engrandecimiento de nuestra querida República Argentina”.
Buen domingo para todos.
AL QUE LE QUEPA EL SAYO…