UN FARO DE ESPERANZA

Por Daniel Armando Vogel – Buen domingo para todos. Esta jornada comenzó con algunas lloviznas, pero ahora el sol se asoma, y la temperatura en ascenso nos acompaña para despedir el verano 2025. El próximo domingo ya será otoño, una estación que para muchos es la mejor del año. Aunque esto pueda generar debate, lo cierto es que estamos dejando atrás un verano atípico, marcado por la presencia de La Niña y sus consecuencias, como las terribles lluvias que afectaron a Bahía Blanca el pasado viernes 8 de marzo.

Las consecuencias en esta localidad de más de 300.000 habitantes han sido devastadoras: el 70% de su territorio, y por ende miles de familias, se vieron afectadas. La pérdida de bienes materiales y, lo más doloroso, la pérdida de vidas humanas dejó una marca imborrable. Hasta ahora, se contabilizan 16 víctimas fatales, y aún permanecen desaparecidas dos hermanitas de 2 y 5 años. Este escenario de dolor y desolación nos mostró la cara más dura de la post-inundación, cuando las aguas retroceden y las consecuencias se hacen palpables.

Sin embargo, en medio de este panorama sombrío, emergió la solidaridad argentina como un faro de esperanza. Desde el norte hasta el sur, del este al oeste, decenas de camiones y micros cargados de amor y ayuda partieron hacia Bahía Blanca. Millones de argentinos dijeron: “Acá estamos, te queremos y nos solidarizamos con lo que te pasó”.

Recuerdo cuando Al Gore, en los años 90, entonces vicepresidente de Estados Unidos alzó la bandera del cambio climático. En aquel entonces, muchos se burlaron de sus advertencias, creyendo que exageraba. Tres décadas después, esa lucha del vicepresidente de Bill Clinton, nos golpea como una realidad innegable: lluvias, sequías, incendios, terremotos y otras catástrofes nos recuerdan las consecuencias de haber lastimado al medio ambiente.

Un párrafo aparte merece la solidaridad argentina. En mi memoria resuena la experiencia de 1982, durante la Guerra de Malvinas. Recuerdo aquel programa televisivo ómnibus de 24 horas, donde hasta las abuelas donaban sus cadenas de oro para los soldados en las trincheras malvineras. Más tarde, nos enteramos de que esas donaciones no llegaron a destino, lo que dejó una amarga lección sobre el oportunismo de quienes debían administrar esos bienes.

Hoy, más que nunca, debemos evitar que la política interfiera en la ayuda destinada a quienes más la necesitan. Es fundamental que lo donado llegue a las familias afectadas, sin desvíos ni favoritismos. Los estados no pueden seguir llegando tarde, mirando hacia otro lado o, peor aún, aprovechándose de la solidaridad de la gente.

En Zárate, los bomberos, el hospital, los clubes, las iglesias y el ciudadano común han demostrado que dar siempre es mejor que recibir. Que este espíritu solidario nos inspire a seguir creyendo en el amor y la unión entre vecinos y hermanos como herramientas para superar cualquier adversidad.

Que tengamos todos un buen domingo, y que nunca más se repita una experiencia como la de 1982. Sigamos confiando en que la solidaridad nos liberará de todo tipo de opresión, como un Faro de Esperanza.

AL QUE LE QUEPA EL SAYO…