Por Daniel A. Vogel – No nos cansamos de sorprendernos los ciudadanos de este país, a pesar de estar acostumbrados.
Ni pensar lo que piensan aquellos que nos miran desde lejos y tienen normas de convivencia y conducta distintas, más razonables y estables.
En los años setenta, fuimos capaces de “subirnos al podio”, con la locura de 30 mil desaparecidos por una dictadura”. Enseguida, le “inventamos” una guerra a una de las potencias mundiales; sólo de guapos, porque ni armas teníamos.
Más cerca, hace dos años nada más, se moría un fiscal (Asesinado o suicidado) que estaba a 24 horas de denunciar a la máxima autoridad de nuestra patria por “traición” y, aún no sabemos nada.
Y ahora, todo convulsionado por esta situación de Santiago Maldonado. Nadie sabe dónde está. Y ya hace un mes que el Estado, en sus tres poderes, no sabe, como no supo con Nisman, resolver lo que, para países serios, es cuestión de horas.
La gente, nuestros lectores en su minoría creen que ya no lo veremos con vida… ¡Qué triste! ¡Apúrense, qué aparezca ya!
Al que le quepa el sayo…