Quíntuple campeón mundial de Fórmula 1 y dueño de un gigantesco prestigio, el Chueco de Balcarce corrió su último Gran Premio el 6 de julio de 1958. En un circuito de Francia, a los 47 años colgaba el casco y entraba definitivamente en la leyenda.
Tenía 47 años, cinco títulos mundiales en el bolso y un prestigio único que lo iba a posicionar entre los más grandes deportistas de la historia universal. Así de enorme es el legado profesional de Juan Manuel Fangio, el famoso Chueco de Balcarce, quien el 6 de julio de 1958 dio la última función estelar de su vida.
A una edad en la que seguramente hoy ya estaría retirado, Fangio había enhebrado su mágico quinteto de campeonatos entre 1951 y 1957.
Hombre del interior, algo introvertido, cerebral y corajudo a la vez, Juan Manuel había llegado a la cima sin que nadie le regalara nada. Pero algo empezaba a apagarse en su corazón de animal competitivo. Y las nuevas tecnologías, que le restaban incidencia primaria al conductor y mejoraban el nivel de las máquinas, transformaban las leyes del automovilismo.
Ser piloto de Fórmula 1 –la élite de un deporte siempre cercano al jet set– se había convertido en un trabajo sin pasión, al menos desde la perspectiva de Fangio. Y eso era suficiente. La temporada de 1958 marcaría su adiós definitivo de las pistas, ya que ni siquiera regresaría a las rutas y circuitos argentinos.
Su performance en el Gran Premio de Francia de 1958, en el circuito de Reims, resultó opaca. Ya desde la clasificación se lo advertía extrañamente apático. Se especula que un trágico hecho ocurrido en la carrera terminó de decidir su adiós: la muerte del italiano Luigi Musso (33 años), a raíz de un accidente en plena competencia, a bordo de una Ferrari. Con todos los laureles posibles, sin la motivación de comienzos de la década y añorando los tiempos más románticos de su deporte, Fangio prefirió retirarse.
Después de conseguir 24 triunfos, 35 podios y 29 pole-positions en la F-1, de haber mantenido en vilo a los argentinos que seguían sus carreras por la radio, de las postales cruzando la meta bajo la bandera a cuadros, don Juan Manuel se bajaba del vértigo y se convertía en leyenda.
Fuente: Infobae