Un estudiante y una docente universitaria en Corrientes se lanzaron a la comprobación científica de que el uso de este producto puede resultar efectivo en la protección ante enfermedades que afectan a la planta.
Un estudiante y una docente universitaria en Corrientes se lanzaron a la comprobación científica de que el uso de agua oxigenada puede resultar efectivo en la protección ante enfermedades que afectan al maíz, como un insumo amigable con el ambiente y con potencial para solucionar un problema que se expande junto con ese cultivo en el nordeste argentino.
El estudiante formoseño Hugo Avila Poletti cursa en Corrientes el cuarto año de la carrera de Ingeniería Agronómica de la Facultad de Ciencias Agrarias en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) y junto a la jefa de trabajos prácticos de la cátedra Cultivos 1, Celsa Noemí Balbi, y con una beca del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), desarrollan la investigación sobre la efectividad del agua oxigenada como fitosanitario para el maíz.
Este desarrollo, que lleva un año de trabajo, se generó en un campo experimental de la UNNE en los marcos de un proyecto de fitopatología con el desafío conceptual de derribar el estigma que pesa sobre los productos utilizados en el campo.
“Preferimos llamarlos fitosanitarios y no agrotóxicos. Para nosotros se utilizan para poder curar patologías o plagas de las plantas y nos gusta cambiar esta imagen porque muchos profesionales usan la palabra agrotóxico, y no es así”, sintetizó Balbi en diálogo con Télam.
En este caso, la innovación fue uno de los motores principales que impulsó el plan, pues el uso de un insumo amigable con el ambiente, como el peróxido de hidrógeno o agua oxigenada, no tiene antecedentes en la actividad cerealera del país.
Este estudio, además de la utilización del agua oxigenada en las plantas, comprende su combinación con microorganismos para generar un remedio de más amplio espectro, algo que no está desarrollado para un cultivo extensivo por el riesgo que implican las fumigaciones.
En Corrientes, desde el punto de vista extensivo, el cultivo que mayor superficie ocupa es el arroz, el maíz, el trigo y el sorgo.
No obstante, en todo el nordeste argentino, especialmente en Chaco, Formosa y Santiago del Estero, sí se extendió más este alimento, con un total que supera las 600.000 hectáreas.
“Lo que ocurre generalmente, sobre todo en maíz y sorgo, se elige mejorar alguno cuando aparece una enfermedad que empieza siendo no muy importante, pero que de un año a otro crece”, explicó Balbi.
Eso fue lo que ocurrió con el principal enemigo de este cultivo en el NEA, que el plan científico de la UNNE busca combatir el denominado “complejo de achaparramiento del maíz”.
Se trata de una combinación de tres enfermedades transmitidas por una chicharrita que actúa como vector.
Hay pruebas que demuestran que un solo ejemplar puede afectar hasta el 100 por ciento de un lote.
“No causa una pérdida de cultivo, como una plaga, pero actúa como vector de una enfermedad”, señaló la docente.
Para poder combatirlo, el agua oxigenada se combina con un ion proveniente de Bélgica que aporta estabilidad al compuesto y de cuya utilización solo se conocen antecedentes en Estados Unidos, pero a partir del aporte de hidrógeno al agua de riego.
“El peróxido de hidrógeno de alto volumen es muy inestable en el ambiente, hasta incluso en el transporte puede explotar, pero viene estabilizado con un ion plata que hace que esté estabilizado en el ambiente hasta temperaturas normales”, aclaró la especialista.
Según la bibliografía -dijo Balbi- “actúa como un biosida, es decir, lo único que no mata son las malezas, pero puede matar virus, bacterias y plagas. En la Argentina no está muy desarrollado, lo estamos probando para la chicharrita, como para ver si la planta se recupera luego de ser afectada por este vector”.
Y aunque anticipó que “aún no lo tenemos completamente diferenciado, pues lleva solo un año de ensayos”, hay evidencias muy alentadoras.
“En esta campaña, aunque no en un ensayo experimental, empezamos a hacerlo en lonjas de aproximadamente 60 hectáreas de campo en el Chaco y hubo 800 kilos de diferencia en un total de casi 7000 kilos por hectárea”, sostuvo la profesora.
El resultado fue posible verlo con un mapa de rendimiento de una cosechadora que trabajó sobre los dos sectores sometidos a comprobación, uno con uso del agua oxigenada de alto volumen, y otro sin este insumo, remarcó Balbi.
Según aportó la docente, en el Chaco una empresa ya entregó este producto a agricultores para probar su eficiencia. El sector privado realiza un aporte con sus cultivos para la comprobación del plan científico, una tarea de articulación entre la generación de conocimiento y la economía real.
Y agregó que “el maíz se va a expandir cada vez más en esta región, especialmente en Formosa, una provincia ganadera y de donde llegó el becario que trabaja con este proyecto”.
Cultivos 1, la cátedra en la que se está desarrollando este proyecto, es una asignatura semestral que se cursa entre el cuarto y el quinto año de la carrera de Ingeniería Agronómica en la UNNE.
Para poder poner en marcha desde allí este plan, Poletti se presentó a una convocatoria de becas de estímulo a la vocación científica financiada por el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN).
El estudiante destacó la vigencia de las Becas Belgrano: “Son nacionales y pagan bien, se equiparan a un sueldo, y si bien no son de investigación, representan un incentivo para la culminación de la carrera de ingeniería. En nuestro caso se aplican en gran medida para un proyecto de extensión con una huerta agroecológica en la Facultad, donde no se utilizan químicos”.