Por Víctor Corcoba Herrero -Me preocupa este mundo, crecido por grupos extremistas fanáticos, que lo están violentando todo. De pronto, te encuentras en cualquier esquina un volcán de absurdas luchas que nos dejan sin palabras. Son muchas las atrocidades que se cometen a diario contra personas débiles. Nos hace falta una vida más armónica. Necesitamos otra asistencia más humana, que nos lleve a una reinserción entre culturas, y a una rehabilitación de la especie hacia la concordia. Esta deshumanización que padecemos no puede proseguir por más tiempo. Los entornos no consuelan. Algunas familias caminan totalmente desestructuradas, con mochilas de odio y venganza a raudales, en lugar de amor. Otra buena parte de nuestro tiempo nos la pasamos en nuestros lugares de trabajo, que tampoco suelen favorecer a la realización de la persona. De igual modo, pienso que las distintas redes sociales ayudan más bien poco, o tal vez nada, a la interacción humana. Téngase presente que, con relativa frecuencia, diversos organismos internacionales piden investigaciones transparentes sobre determinados usos de software. Por algo será. Sin duda, es cuestión de discernimiento, máxime en un momento como el actual de tanta confusión y desconcierto.
Hoy más que nunca se requiere ese espíritu crítico, que lo da la reflexión y la experiencia. En consecuencia, es un signo saludable mantener abiertos el corazón y la mente para evitar que las falsedades nos ganen nuestro interior, lo que es verdaderamente de nosotros. A poco que sepamos mirar y ver, nos daremos cuenta que todo este caos que nos circunda, tan cruel en ocasiones, nos está llevando a un callejón sin salida, con el consabido uso nocivo de sustancias o alcohol, ausentismo y adoctrinamiento, que lo único que nos conduce es a tener problemas de salud física y mental. Recordemos que, a nivel mundial, más de trescientos millones de personas sufren de depresión, la principal causa de discapacidad. Además, son más de doscientos sesenta millones los que están viviendo con trastornos de ansiedad. Por cierto, tenemos que indicar, que un reciente estudio dirigido por la OMS estima que los trastornos depresivos y de ansiedad cuestan a la economía global un billón de dólares EE.UU. por año en pérdida de productividad. Algo que debe hacernos repensar a todos, al menos durante nuestra vida adulta, pues creo que es vital fomentar una existencia más solidariamente humanitaria.
Desde luego, todo está llamado a vivir armónicamente. De lo contrario, la vida se hace pesada, incoherente, avasalladora, y así andamos, más abatidos y enfrentados que nunca. Ojalá encontremos el lenguaje de la reconciliación para conciliar acercamientos. Lo precisamos como en ningún otro tiempo y en todos los órdenes de la vida. Ya en su tiempo lo vociferaba como nadie el inolvidable abogado y político sudafricano, Nelson Mandela, con aquella célebre frase que ha hecho historia, y esperemos que camino: “Mi ideal más querido es el de una sociedad libre y democrática en la que todos podamos vivir en armonía y con iguales posibilidades”. Ciertamente, si no tienes esa libertad interior, si no eres dueño de ti, difícilmente vamos a generar atmósferas de sosiego. Asimismo, el espíritu democrático bien conjugado con la transparencia y la claridad de fundamentos, nos insta a mostrar con la clarividencia del debate la solución a los problemas. Indudablemente, esto genera un clima de respeto y entendimiento que siempre es fructífero para acrecentar la quietud y poder convivir.
Por tanto, es período de análisis y acción; de observar y de vivir cada cual su propia responsabilidad como ciudadano. La paz la trabajamos entre todos. Seamos justos y no falsos. Únicamente abrazando la coherencia innata de nuestras habitaciones íntimas, defenderemos la vida en su conjunto. En el camino todos contamos. Hoy existe una preocupación real y creciente por la amenaza que representa la existencia de armas nucleares para la humanidad. Ya lo hemos reflexionado. Jamás ralenticemos esta realidad armamentística destructora. Seamos contundentes. La lentitud en el cumplimiento de nuestras aspiraciones de largo plazo para el desarme nos deja ahora con peligros sin precedentes. Despojémonos de intereses. Don dinero nunca nos trae la alianza. No olvidemos que en los países de elevado desarrollo económico, pero con graves carencias morales, el malestar mental también es desbordante. La situación es la que es, y está visto que la persistencia de conflictos armados en varias regiones del planeta, la sucesión de enormes catástrofes naturales y la difusión del terrorismo, además de causar un número impresionante de muertos, ocasionan en muchos supervivientes traumas psíquicos, a veces apenas recuperables. Aplacar, pues, el ánimo nos conviene a todos. Démonos una oportunidad para una vida más armónica en todas sus dimensiones. Estética que nunca viene dada porque sí, sino que ha de encandilarse cada amanecer e indefinidamente. Es nuestro trabajo. Ha de ser nuestro quehacer diario. Pues manos a la obra.