Por Eduardo Rivas – En su libro ‘El 18 de Brumario de Luis Bonaparte’ Karl Marx afirma que ‘La historia se repite dos veces, primero como tragedia y después como farsa’, y tiempo después el filósofo esloveno Slavoj Zizek agregó que la farsa puede ser, incluso, más terrorífica que la tragedia original y esto es lo que parece estar ocurriendo en Argentina por estos días.
A finales del siglo pasado, cuando el peronista Carlos Menem era Presidente de la Nación, Argentina decidió ser aliado Extra OTAN, una decisión que se enmarcó dentro del programa de relaciones carnales con Estados Unidos, tal como lo definiera el ex canciller Guido Di Tella. Eran épocas en las que el ‘veranito’ económico justificaba cualquier acción de gobierno porque la mayoría del país elegía cerrar los ojos para no ver las consecuencias que traerían las políticas que se estaban adoptando. Eran épocas en las que los que, incluso tiempo después, se auto percibieron Nac&Pop, calificaban a Carlos Menem como el mejor Presidente de la historia.
El tiempo pasó y Argentina aún sufre las consecuencias de las políticas menemistas, fundamentalmente en términos económicos y sociales.
Cuando creíamos que era una mala experiencia que habíamos dejado atrás, el pueblo argentino decidió que Javier Milei presida los destinos del país entre 2023 y 2027 y en línea con su alianza exterior con Estados Unidos e Israel, en la última semana Argentina adoptó dos decisiones que condicionan en mucho su posicionamiento en el concierto internacional de naciones.
La primera de ellas fue el acompañamiento al Estado de Israel tras el ataque sufrido por la República Islámica de Irán, poniendo en práctica una doble vara, en la que el derecho de defensa es reconocido a algunos y no a otros, y que incluyó la participación del Embajador de Israel en Argentina de una reunión del Comité de Crisis (sí, Argentina convocó al embajador de Israel a un Comité de Crisis argentino, por el ataque iraní).
La segunda, el pedido argentino de subir un escalón en su relación con la alianza militar OTAN al solicitar su consideración como ‘socio global’ de esta organización.
Esta decisión, unilateral y sin evaluar ni consensuar con los restantes países de América Latina, pone a la región, y no solo a la Argentina, en un lugar del concierto internacional de naciones que la región no ocupaba.
América Latina era una zona de paz, históricamente miembro del Movimiento de Países No Alineados, y el accionar del gobierno de Milei pone de cabezas esta realidad. Es mucho más que la asociación global de Argentina a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, es ubicarse en medio de conflictos bélicos que, de manera desembozada o disimulada, emprende la OTAN a lo largo del mundo.
Es una señal de alerta, puede ser un salto al vacío.