Atentado a la Embajada: la foto que atravesó 25 años para devolver un recuerdo, una imagen devuelve el recuerdo de un instante borroso y trágico. El aturdimiento y el dolor de una bomba que mató a 29 a personas y marcó a fuego la historia argentina.

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Fernando Aguinaga y Jorge Cohen instantes después de la explosión. Foto NA.

A los dos se nos borraron las huellas de la sangre, las imágenes frescas de la muerte, el polvo rojo de los escombros, el pánico, ese dolor urgente, las ambulancias, los bomberos, los policías, la pila de escombros, los niños corriendo, la tramas urgentes de la tragedia en directo.

 

En ese instante preciso del abrazo, Jorge Salvador Cohen, “El Ruso” Cohen para quienes los conocíamos de los años ’70 estudiando periodismo en Lomas, transcurría el peor momento de su vida.

Debieron pasar 25 años de aquel momento para que un documento, un registro periodístico anónimo (al menos por el momento), nos devolviera lo externo, lo que transmite de aquella comunión interior, la sangre sobre la camisa celeste, recordada durante los años que nos separan de aquel encuentro único, fatal, imprevisto.

Tal vez haya existido un estado de amnesia temporario que nos bloqueó las imágenes tremendas de la tragedia, que costó la vida de 29 personas, pero ambos sentimos -y lo hemos recordado las pocas veces que volvimos a vernos- que nada volvería a ser igual, un “lo que nos faltaba”, en esa transfusión de afectos, guardada durante 25 años en lo más íntimo hasta la aparición de la fotografía.

La orden de un director periodístico es clara: “-Cruzate la 9 de Julio que hay una explosión grande en Arroyo y Suipacha”, rememoro. La corrida desde el Palacio de Tribunales, diez, quince minutos, tal vez veinte desde el momento de la explosión, y llego.

Esquivo vallas, trato de acercarme, todas son fotos tremendas: un jardín de infantes, una iglesia, autos rotos por los escombros que volaron con la onda expansiva. Ambulancias, bomberos.

Me ubico en el contorno de una pila de escombro para juntar los primeros datos: “Embajada de Israel, un número impreciso de muertos bajo los escombros, atentado”. garabatos y apuntes indescifrable.(“¿Atentado en Buenos Aires?”, me pregunto). Busco en mis bolsillos las fichas telefónicas para “pasar” los primeros datos.

El perfil del hombre de camisa ensangrentada gira hasta convertirse en rostro, el de Jorge, el del Jorge Cohen que tarda segundos en registrar el rostro amigo, me abraza, llora, lloramos la foto, el recuerdo.

Por Fernando Aguinaga – Cubrió como periodista los atentados de la Embajada de Israel y
la AMIA.