BASTA DE CAMBIAR FIGURITAS

Por Eduardo Rivas – De un tiempo a esta parte en todos los grupos de padres, y algunos que no tienen hijos, el tema de conversación central es el álbum de figuritas del mundial, el cambio de figuritas y, fundamentalmente, la posibilidad de contar con el vital bien.

A tal punto llegó la situación que en las redes hay parodias en las que comparan la escasez de figuritas con la sobreabundancia de billetes.

Todos tenemos en claro que la jugada económica de quienes imprimen las figuritas está generada para provocar la escasez de un bien y aumentar la demanda ante la posibilidad de no contar con él. Así entonces cuando se libera la producción, controlada por cierto, se agolpan a comprar sobres por el temor a quedarse sin ellos. El empresario entonces se hace de una masa de dinero repentino que en condiciones normales no hubiera logrado porque la compra se hubiese espaciado en el tiempo. Esta es una realidad que muchos prefieren negar y que otros, quizás siguiendo el ejemplo que contara Eduardo Sartelli sobre las barbies en ‘La cajita infeliz’ elegimos obviar.

Dice Sartelli que ‘El estereotipo de la Barbie es el de la mujer tonta objeto para el varón. Se me dirá que ahora hay Barbies ataviadas como para representar otras posibilidades para las mujeres (Barbies arquitectas, ingenieras, embarazadas, negras) y que hasta hay un Ken homosexual. ¿Hay ya una Barbie homeless? ¿Y una Barbie pobre y harapienta? ¿La Barbie piquetera? Dudo. El capitalismo puede prescindir de todo, menos de las diferencias de clase. Barbie es el modelo de la mujer burguesa y que tenga esas «nuevas» posibilidades no hace más que reconocer las «nuevas» posibilidades de la mujer burguesa. A través de las muñecas se enseñan a las niñas obreras las escasas posibilidades que tiene para una vida independiente y que le conviene aceptar un lugar subordinado a cambio de una falsa felicidad. Con los varones se hace otro tanto: los niños aprenden, a través de la publicidad que el individualismo, la competencia, la deshonestidad y el llegar a ser número uno es todo lo que cuenta. Valores capitalistas. «¿Pero qué quiere usted? ¿Que su hija juegue con una muñeca que represente la miseria?» No, no quiero eso, ya se lo expliqué, porque si yo le prohibiera a mi hija que hiciera lo que hacen los otros niños, la transformaría en un individuo al margen de la sociedad. No tendría amiguitos y seria vista como «anormal». Así que en buena parte del asunto uno tiene que transigir. Lo que significa que uno acepta buena parte de las consecuencias de la ideología capitalista en la espera de poder explicárselo luego, cuando sea mayor y pueda comprender mejor ciertas cosas. Par el momento, me preocupa cuál es el límite.’

Esta es una realidad que se juega a diario, cómo no excluir pero, a la par, cómo no reproducir. Y lo mismo ocurre en la política. Tenemos que decidir, al menos en cada elección, si nos sumamos a la moda y coleccionamos figuritas.

El sistema propone que sigamos cambiando figuritas sin cambiar ni el álbum ni el juego, pero es necesario replantearse si queremos seguir en ese juego. Si lo que hacemos es meramente cambiar figuritas o si nos cuestionamos el juego.

Coincidimos con Sartelli en ‘que uno acepta buena parte de las consecuencias de la ideología capitalista en la espera de poder explicárselo luego, cuando sea mayor y pueda comprender mejor ciertas cosas.’, pero ya somos grandes y es necesario que tomemos decisiones que nos permitan cambiar el juego porque no somos nosotros quienes jugamos sino que hay quienes juegan con nosotros.

¿Queremos seguir intercambiando estas figuritas? Es momento de cambiar de juego. De nosotros depende.

Hoy se cumplen 46 años de la noche de los lápices y es remanido el mencionar que los lápices siguen escribiendo… que así sea, pero escribamos una nueva historia.