Un estudio pionero en la región confirmó la ingesta de plásticos y otros residuos antropogénicos en ocho especies de pequeños cetáceos de Argentina y Brasil durante los últimos 30 años. Bolsas, paquetes, redes y anzuelos, entre los principales desechos encontrados.

Imagen: gentileza de la investigadora

En los últimos años, la basura marina se convirtió en una de las principales preocupaciones ambientales por su impacto en las especies que habitan este ecosistema. Un reciente estudio, realizado por investigadores de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), da cuenta de esta problemática en el Atlántico Sur.

La investigación analizó la ingesta de residuos marinos antropogénicos en 21 especies de cetáceos, que incluían delfines, cachalotes, zífidos y marsopas que fueron hallados muertos en la playa o capturados en redes de pesca en la provincia de Buenos Aires y el sur del Brasil, durante los últimos 30 años.

“Mayoritariamente, encontramos residuos plásticos que es el elemento más perjudicial. Realizamos una clasificación y vimos que, principalmente, eran de un solo uso, es decir, bolsas, paquetes y etiquetas. Y, en segundo lugar, restos de redes, anzuelos, líneas de pesca, etc.”, precisó Antonella Padula, becaria del CONICET e integrante del Grupo de Mamíferos Marinos del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (UNMdP-CONICET).

“Hubo un total de 25 objetos encontrados en los tractos digestivos de 13 ejemplares”.

ANTONELLA PADULA, BECARIA DEL CONICET.

Según el informe, hubo un total de 25 objetos encontrados en los tractos digestivos de 13 de los 150 ejemplares. De estos residuos, el 68 por ciento eran de plástico, el 20 por ciento no pudieron ser identificados, pero sí se confirmaron que eran antropogénicos y un 12 por ciento eran de madera.

“Según pudimos comprobar, el 8,3 por ciento de estos animales ingirieron basura. Si lo comparas con otros grupos, como las tortugas, es un número bajo, pero con mamíferos marinos de otras zonas rodea el mismo orden: entre el 10 y el 30 por ciento”, detalló en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.

La investigación analizó la ingesta de residuos marinos antropogénicos en 21 especies de cetáceos, que fueron hallados muertos en la playa o capturados en redes de pesca.

En ese sentido, la especialista destacó que se trata de un “estudio pionero” en la región, ya que no hay registros anteriores de este tipo de análisis en las especies de cetáceos estudiados. “Cada especie se comporta distinto y no hay registro de un trabajo similar en las especies y zonas que abarcamos. Solo pudimos compararlos con estudios realizados en España y Estados Unidos, entre otros países del hemisferio norte. De allí es que pudimos ver que los resultados eran similares”, explicó.

Lo que la marea se llevó

Durante la temporada estival, el paisaje de las ciudades costeras, que se convierten en puntos turísticos, cambia. El aumento de la densidad poblacional trae aparejado un incremento de desechos producto de actividad recreativa, que se suma la comercial y pesquera, frecuente durante todo el año.

De allí provienen los residuos que terminan tanto en la superficie del mar como en sus profundidades. “Sobre el origen de la basura encontrada, la realidad es pueden ser restos que llegaron al mar porque los tiró un barco pesquero o fueron desechados en la costa y arrastrados”, conjeturó.

“La megafauna está ingiriendo basura y esto tiene consecuencias graves en los animales porque puede provocar su muerte”, alertó Antonella Padula, becaria doctoral del CONICET.

Por último, Padula resaltó la importancia de este tipo de investigaciones al señalar que se llevó adelante en cooperación con el Grupo de Estudios de Mamíferos Aquáticos do Rio Grande do Sul (GEMARS), la Universidad de Extremo Sul Catarinense, la Universidad Federal de Rio Grande (FURG) y la Fundación Mundo Marino.

“La megafauna está ingiriendo basura y esto tiene consecuencias graves en los animales porque puede provocar su muerte. Saber qué tipo de basura comen, nos ayuda a pensar en medidas para disminuir el uso de esos elementos, reemplazarlos o desecharlos de manera correcta. Es, sin dudas, una forma de ayudar a frenar el impacto de nuestras acciones”, concluyó.

Marianela Ríos (Agencia CTyS-UNLaM)