La mayoría de los cuerpos que alcanzan nuestra atmósfera proviene de tres eventos colosales originados en nuestro Sistema Solar.

Uno de los más famosos meteoritos caídos en la Tierra llamado Chebarkul (REUTERS/Andrey Tkachenko)

Hasta hace poco, el origen de la mayoría de los meteoritos que impactan la Tierra era un misterio casi impenetrable para los científicos. Sin embargo, un conjunto de estudios recientes ha cambiado esta situación de manera drástica.

Investigadores han logrado rastrear el origen de más del 70% de los meteoritos a tres eventos colosales ocurridos en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter. Este avance, considerado uno de los más significativos en el estudio de meteoritos, abre nuevas posibilidades para comprender tanto el Sistema Solar como la historia de nuestro propio planeta.

Cada día, cerca de 50 meteoritos sobreviven a la intensa fricción de la atmósfera terrestre y alcanzan el suelo en forma de rocas que despiertan la curiosidad de científicos y coleccionistas por igual. De los más de 50.000 meteoritos recuperados, se sabía hasta ahora que solo un 6% tenía una procedencia clara, como los que se desprendieron de Marte, la Luna o el asteroide Vesta. El resto, sobre todo las condritas ordinarias, permanecía envuelto en un velo de misterio. No obstante, gracias a las nuevas investigaciones, el panorama ha cambiado radicalmente.

Tres eventos de colisión

Cada día caen 50 meteoritos en la Tierra (Imagen Ilustrativa Infobae)

El equipo de científicos detrás de este avance, incluidos investigadores de la Universidad Charles y el Instituto Tecnológico de Massachusetts, logró vincular más del 70% de los meteoritos que impactan la Tierra a tres grandes colisiones en el cinturón de asteroides.

Estos asteroides progenitores forman parte de las familias Massalia, Karin y Koronis, todas ellas relativamente jóvenes en términos astronómicos. Los meteoritos H y L, que contienen diferentes cantidades de hierro, tienen su origen en estos eventos, con la familia Koronis produciendo la mayor parte de los meteoritos H, mientras que Massalia es responsable de una gran cantidad de meteoritos L.

“Parece un descubrimiento de toda la vida”, afirmó Miroslav Brož, astrofísico de la Universidad Charles y uno de los principales autores de los estudios. Estos hallazgos fueron publicados en prestigiosas revistas científicas como Nature y Astronomy & Astrophysics, lo que resalta la importancia de este avance.

Astrónomos observan un meteorito caer en Kozjak, Macedonia del Norte en agosto último (REUTERS/Ognen Teofilovski)

El descubrimiento se basa en modelos computacionales que simulan la trayectoria de los fragmentos que resultaron de colisiones catastróficas en estos cuerpos espaciales.

Estos modelos ayudaron a identificar el origen de los meteoritos al analizar su composición química y la forma en que se desprendieron de sus cuerpos progenitores. También se utilizaron observaciones de telescopios que coincidieron con las características orbitales de bandas de polvo en el cinturón de asteroides, lo que proporcionó una fuerte evidencia del origen compartido de muchos meteoritos.

Las condritas ordinarias, a veces llamadas “condritas aburridas” debido a su apariencia opaca y poco impresionante, constituyen la mayor parte de los meteoritos que caen en la Tierra. Sin embargo, su origen ha sido, hasta ahora, difícil de rastrear.

La muestra de meteorito lunar Tara Hayden investigó y descubrió con éxito el mineral acuífero apatita. (TARA HAYDEN)

Las condritas ordinarias son restos de asteroides que alguna vez formaron parte de grandes cuerpos progenitores que se fragmentaron. A pesar de que se conocía que estas rocas compartían características similares, identificar el cuerpo exacto del que procedían había sido complicado. Este enigma ha sido resuelto en gran medida por los nuevos estudios, que los vinculan directamente con las familias de asteroides Massalia y Koronis.

El equipo de investigadores también logró fechar las colisiones que originaron estas rocas. Por ejemplo, la familia Massalia vio dos grandes colisiones, una hace 466 millones de años y otra más reciente, hace solo 40 millones de años.

Por su parte, las familias Karin y Koronis experimentaron colisiones hace 5,8 y 7,6 millones de años, respectivamente. Estas fechas coinciden con la evidencia geoquímica y las edades de exposición a los rayos cósmicos de los meteoritos H y L.

Meteorito en Nueva Jersey, uno de los tipos de objetos carbonados (AP)

El impacto en la Tierra: un viaje en el tiempo

El hecho de que la mayoría de los meteoritos que alcanzan la Tierra tengan su origen en solo tres cuerpos del cinturón de asteroides ha llevado a los científicos a reconsiderar el ciclo de vida de los asteroides.

Las colisiones recientes de estos cuerpos han liberado una cantidad considerable de fragmentos, lo que explica por qué tantos meteoritos actuales provienen de esos eventos. Según los investigadores, estos asteroides experimentaron colisiones que generaron fragmentos más pequeños, los cuales tienen una mayor probabilidad de llegar a la Tierra debido a su tamaño y trayectoria.

Uno de los aspectos más interesantes de este descubrimiento es cómo conecta la historia de los meteoritos con eventos geológicos en la Tierra.

Se ha especulado que una de las colisiones en la familia Massalia, hace 466 millones de años, podría haber sido responsable de una glaciación en el Ordovícico y de un cambio significativo en la biodiversidad. Las caídas masivas de meteoritos durante este período podrían haber desempeñado un papel en estos cambios globales.

Además de los meteoritos H y L, los estudios también examinaron otros tipos de meteoritos menos comunes, como las condritas carbonosas.

Estas rocas, que representan menos del 5% de los meteoritos en la Tierra, parecen provenir de la familia Veritas, una de las pocas fuentes plausibles que aún arrojan fragmentos lo suficientemente grandes como para sobrevivir a la atmósfera terrestre.

Metorito Allende: el objeto celeste que cayó hace más de 50 años en Chihuahua

Este avance tiene implicaciones importantes no solo para el estudio de los meteoritos, sino también para nuestra comprensión de la evolución del Sistema Solar.

Los meteoritos ofrecen pistas sobre los primeros días de la formación planetaria y el comportamiento de los cuerpos en el cinturón de asteroides. Al poder vincular un mayor número de meteoritos a sus cuerpos progenitores, los científicos ahora pueden trazar un mapa más detallado de la historia del Sistema Solar.

“El trabajo futuro debería centrarse en las pocas clases restantes: esencialmente, meteoritos de hierro, pallasitas y ureilitas”, concluyeron los investigadores. Aunque se ha logrado identificar la mayoría de los meteoritos, aún queda mucho por aprender sobre otros tipos de rocas espaciales que impactan la Tierra.

Este estudio no solo arroja luz sobre el origen de los meteoritos actuales, sino que también cuestiona algunos hallazgos anteriores. Por ejemplo, un estudio publicado previamente en Science había sugerido que la formación de una antigua familia de asteroides ocurrió hace 4.500 millones de años, lo que indicaba que las colisiones de asteroides eran mucho más comunes de lo que se pensaba.

Sin embargo, los nuevos modelos sugieren que este escenario es improbable y que esos meteoritos no pudieron haber llegado a la Tierra en tiempos modernos.

El descubrimiento de que la mayoría de los meteoritos que impactan la Tierra tienen un origen común en tres grandes familias de asteroides marca un hito importante en la astronomía.

En el Chaco cayeron miles de meteoritos hace unos cuatro mil años (Crédito: Visit Argentina)

Estos estudios no solo resuelven un antiguo misterio sobre el origen de las rocas espaciales, sino que también abren nuevas puertas para entender el pasado y futuro del Sistema Solar. Como resultado, los investigadores están más cerca de comprender cómo los asteroides y meteoritos moldean la evolución tanto de la Tierra como de los planetas vecinos.

En los próximos años, los científicos seguirán observando y refinando sus modelos para rastrear el origen de todos los meteoritos que llegan a la Tierra, lo que promete aún más descubrimientos fascinantes sobre el universo que habitamos.

Por Víctor Ingrassia (Infobae)