Colombia le dice adiós a sus selvas

El 70% de la deforestación en este país se concentra en la Amazonía y, desde la salida de las FARC, esta aumentó 44%. Un equipo periodístico viajó a algunas regiones y documentó cómo la minería ilegal y los incendios forestales para la venta de tierras está acelerando la destrucción de los bosques colombianos.

#MaderaSucia es una investigación periodística transnacional coordinada por OjoPúblico y Mongabay Latam en alianza con El Espectador, Semana, Connectas, El Deber, Revista Vistazo e InfoAmazonía en cuya primera entrega han participado 11 periodistas de investigación de la región.

Cada tres meses Colombia recibe malas noticias sobre sus bosques. En boletines de dos o tres páginas el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) advierte lo que ya se ha vuelto un lugar común: el país está acabando con sus selvas.

Los puntos rojos con los que señala los principales focos de deforestación varían en estos documentos. A veces están ubicados en el suroeste o al norte, cerca a Venezuela. En ocasiones, se trasladan a las faldas de la cordillera andina o a algún municipio del Pacífico. Pero siempre están en la Amazonía: es como si una epidemia se hubiese extendido arrasando miles de hectáreas de bosques y fuese imposible contenerla.


Las hipótesis para explicar por qué están incendiando los bosques del sur colombiano son múltiples. Una de las personas que más ha tratado de entender esos motivos es Dolores Armenteras. Catalana, bióloga y geógrafa, desde hace unos 15 años ha centrado su trabajo en comprender las razones detrás de las quemas.


 

En 2013, después de cruzar muchos datos y analizar imágenes satelitales, publicó un estudio que dio luces sobre lo que había sucedido en aquella región a lo largo de una década. Junto con Liliana Dávalos, bióloga de la Stony Brook University; Jennifer Holmes, economista de la Universidad de Texas; y Nelly Rodríguez, ingeniera forestal, concluyeron que los múltiples incendios habían sido motivados por la adquisición de tierras. Tras comprobar que el número de reses no había aumentado entre 2000 y 2009 y que el valor de la carne había permanecido constante, la hipótesis de que el ganado era el principal culpable de la destrucción de la Amazonia se derrumbó.

Si la destrucción no se detiene, los datos de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible sostienen que la pérdida de bosque natural el 2020 crecerá 200%. La epidemia de la deforestación seguirá su rumbo sin que nadie la pueda contener.

Fuente: Ecoportal