Requieren mucha materia orgánica para estar bien estructurados y sostener los cultivos. Un estudio académico demostró que, en contraste con los manejos convencionales, la agroecología les aporta más residuos y más carbono, mejorando su estabilidad y sus propiedades físicas.
En la Pampa Ondulada predominan suelos con alto contenido de limo. Están cada vez más degradados debido a manejos agrícolas convencionales —sobre todo, monocultivos— que aportan poca materia orgánica después de la cosecha. Por su parte, las producciones agroecológicas incluyen más cultivos y cubren el suelo con más residuos. Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) en el sur de Santa Fe comparó la salud de suelos limosos bajo ambos tipos de manejo y halló que la agroecología aportó más materia orgánica y mejoró su estructura. A su vez, amortiguó el impacto del agua de lluvia, reduciendo el riesgo de erosión hídrica. Sugieren ampliar el estudio a otros tipos de suelos.
“En toda la Pampa Ondulada hay un predominio de suelos con elevado contenido de limo. Son muy susceptibles; en particular, a la erosión hídrica, y esto se agrava por la simplificación de la agricultura, que aporta poca materia orgánica”, dijo a Sobre La Tierra María Eugenia Biggeri, docente de la cátedra de Manejo y Conservación de Suelos en la FAUBA.
“Las producciones convencionales están dominadas por el monocultivo de soja y la siembra directa. El material vegetal y la materia orgánica que se aportan al suelo son escasos, lo que aumenta la susceptibilidad de los suelos a la erosión. En las agroecológicas hay más cultivos por año, que dejan más raíces y restos poscosecha”, explicó María Eugenia.
Para evaluar la estabilidad de los suelos limosos, Biggeri llevó adelante un estudio en el sur de la provincia de Santa Fe. Si bien es poco común hallar producciones agroecológicas extensivas en la zona núcleo, las analizó y las comparó con producciones convencionales.
La docente aseguró: “Hallamos que los suelos con mayor avance de la transición agroecológica mostraron hasta un 10% más de hidrofobicidad; es decir, repelen más el agua”.
Aclaró que “valores excesivos complican el ingreso de agua en el perfil, pero con cierto grado de hidrofobicidad, los suelos limosos tienen mejoras en la estabilidad estructural. Esta característica los haría menos susceptibles a la erosión hídrica que los usos convencionales”.
“Además, encontramos que los suelos con más años de agroecología fueron hasta un 6% menos densos y compactados. Estos valores mejoraron a medida que la secuencia de cultivos se hizo más variada”, afirmó María Eugenia.
Y añadió: “Contrastando con manejos convencionales, en los agroecológicos registramos 12% más carbono en el promedio de los muestreos debido al mayor aporte de restos orgánicos que hacen los diferentes cultivos”.
Agroecología: la salud del sistema
“Nuestros resultados muestran que con la agroecología se puede mejorar la salud integral de los suelos, incluso en manejos extensivos”, destacó Biggeri.
“Hablo de salud integral porque me refiero al suelo como un sistema, un organismo vivo con sus propias dinámicas, entre las cuales incorporamos aspectos microbiológicos, pero también a las personas que viven de los alimentos que provee”, subrayó.
Biggeri opinó que la agroecología también es necesaria para sostener esas dinámicas que hacen que funcione como un sistema vivo. Para ello, insistió, es preciso favorecer a los productores que diversifican su agricultura y penalizar a quienes no lo hacen.
“Por ejemplo, podríamos estimularlos a través de fomentos para que ellos mismos realicen mediciones en los suelos de sus explotaciones, sean grandes o pequeñas”, propuso María Eugenia.
Con la vista puesta en el futuro, y a modo de cierre, reflexionó: “Para ampliar y reforzar este estudio sería interesante replicarlo en otros lugares con diferentes tipos de suelos. También se podría avanzar identificando el genoma microbiano del suelo o midiendo la contaminación por agroquímicos. Hay alternativas y queda mucho por hacer”.
Por: Santiago E. Zagaglia (SLT-FAUBA)