Coyotes, águilas calvas y mapaches conforman el lado salvaje de Nueva York

Coyotes en el Bronx, águilas calvas en Queens, mapaches y halcones de cola roja en Manhattan, búhos reales en Brooklyn o ciervos de cola blanca en Staten Island: una abundante fauna silvestre reside en Nueva York, paradójicamente conocida como la jungla de cemento.

La convivencia entre millones de animales salvajes y 8,5 millones de personas no siempre es fácil en esta ciudad más conocida por sus rascacielos y carteles luminosos que por sus más de 600 especies de animales silvestres.

A los neoyorquinos les encanta la fauna hasta que un coyote se come a su gato o su conejo. O hasta que un ciervo se da un banquete con su cultivo de tomates orgánicos, o que un mapache esparza su basura por todo el vecindario.


 

“Con el fin de la urbanización en la costa nordeste del país y más espacios verdes en Nueva York -que tiene 11.735 hectáreas de parques, donde está prohibido cazar y casi no hay depredadores naturales-, la fauna silvestre viene en aumento desde hace unos 30 años”, explica Jason Munshi-South.


 

Este profesor adjunto de biología de la universidad Fordham estudió a primates en Borneo y a elefantes afectados por la explotación petrolera en Gabón, pero ahora es un experto en la vida animal de Nueva York.

Estima que en Nueva York viven miles de ardillas y mapaches -al menos un centenar de estos últimos en el Central Park-, un par de miles de ciervos y medio centenar de coyotes nómades, la mayoría en el Bronx, aunque se pasean a veces por otros distritos. También hay algunos zorros rojos.

“¡Aunque no hayan visto a un coyote, un coyote los ha visto a ustedes!”, dice la guardaparques municipal Kayla Mackey, de 25 años, a un grupo de residentes que asisten al taller “Viviendo con coyotes urbanos” en el parque Van Cortlandt del Bronx en un frío domingo de sol.

Mackey explica que no hay razones para temer a los coyotes, difíciles de avistar porque se trasladan silenciosamente en la noche. Lo mejor es mantenerse lejos y no darles de comer. Si uno se acerca, aconseja agitar los brazos.

Tras una charla, el grupo emprende una larga caminata en búsqueda de coyotes, o al menos de sus huellas y excrementos.

Una reciente campaña municipal en el subte y en paradas de ómnibus exhibió fotos de varios animales silvestres junto a la leyenda “neoyorquino”, y urgió a no darles de comer.

Los animales pierden el miedo a los humanos cuando éstos los alimentan. Las ardillas son la causa número uno de mordeduras en Nueva York, y a veces, los mapaches del Central Park incluso intentan abrir los bolsos de la gente y sacar comida.