Un grupo de especialistas del INTI desarrolló un producto biodegradable que permite solidificar el aceite de freír una vez utilizado para mitigar su impacto en el ambiente. Se estima que un litro de aceite puede llegar a contaminar hasta mil litros de agua.
Separar los residuos, hacer compost o reciclar los objetos cuya vida útil parecía haber acabado, se convirtió, en los últimos años, en un hábito para muchas personas, que deciden hacer un uso más responsable de los desechos que generan a diario. Sin embargo, un residuo en particular suele generar problemas: el aceite utilizado para freír alimentos.
Si bien hay lugares que reciben botellas con aceite usado para convertirlo en biodiesel, son pocos y, en general, solo se encuentran en grandes centros urbanos. Ante esta situación, representantes de la empresa DROAR SRL se acercaron al Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) con la idea de crear un producto que pueda solidificarlo y transformarlo en un desecho que sea amigable con el ambiente. Tras un año de trabajo, lograron su meta.
“Conseguimos un producto innovador, que demuestra la importancia del vínculo entre la ciencia y la sociedad: partimos de la inquietud de una empresa, lo desarrollamos con técnicos del INTI y cierra su ciclo con un gran beneficio para todos”, celebró Paulina Lloret, investigadora del Laboratorio de Formulaciones de Productos Industriales del INTI.
Para empezar a trabajar en este proyecto, lo primero que realizaron fue una búsqueda bibliográfica para crear un gel de textura más sólida a la que suelen tener productos de uso cotidiano. “Pensamos era poner una parafina o algún derivado de petróleo que solidifica el aceite. Sin embargo, la premisa era que sea también biodegradable, así que comenzamos a buscar derivados de vegetales”, relató.
“Conseguimos un producto innovador, que demuestra la importancia del vínculo entre la ciencia y la sociedad”. Paulina Lloret, investigadora del INTI.
El desarrollo contó con la participación de varios expertos del INTI. El primer paso estuvo a cargo del departamento de Tecnologías en Nuevas Formulaciones, donde se realizó el estudio de prefactibilidad del proyecto. Luego se avanzó en el trabajo analítico para caracterizar la formulación del nuevo producto, con la colaboración del departamento de Metrología en Ambiente y Salud del instituto.
Como resultado, obtuvieron un material que, a simple vista, se asemeja a pequeñas escamas blancas. Según explicó Lloret, se arroja al aceite cuando se encuentra a más de 80 o 100 grados. Se disuelve y cuando baja la temperatura, a los 15 minutos aproximadamente, se solidifica, transformándose en un gel que puede ser descartado en la basura sin ocasionar ningún daño al ambiente.
Cerrar un ciclo en clave verde
Los aceites vegetales son un ingrediente muy utilizado en los hogares y lugares gastronómicos. Y si bien no es considerado, por ley, un residuo especial, como lo es el aceite utilizado para el mantenimiento de maquinarias, es necesario que su descarte tenga un tratamiento específico. Una incorrecta forma de desecharlo podría generar la obstrucción de cañerías y desagües y, lo que es aún peor, la contaminación de cursos de agua.
Según datos de un informe realizado por la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) y la empresa DH-SH, más de la mitad de los consumidores de frituras no separan los residuos de aceite y el 25 por ciento los hace de manera ocasional, lo que produce entre 60 y 90 millones de litros de desechos contaminantes al año.
Por eso, para Lloret, la elaboración de este tipo de productos es indispensable para avanzar hacia un mayor cuidado del ambiente con la participación de todos los actores y remarcó la relevancia de contar, desde el INTI, con un Laboratorio dedicado a las PyMEs y la industria. “Tenemos la posibilidad de darle una respuesta a sus inquietudes, hacer formulaciones, mejorar reactivos o sustituir importaciones. Cumplimos esa función y es importante que las empresas se acerquen y puedan encontrar un feedback”, concluyó.
Marianela Ríos (Agencia CTyS – UNLaM)