Desde el LEMaC Centro de Investigaciones Viales UTN FRLP – CIC PBA buscan resolver un problema ambiental y, al mismo tiempo, incrementar la vida útil de calles y rutas. Los primeros ensayos fueron positivos y, a modo de prueba, se empezaría a aplicar en vías urbanas de bajo tránsito y caminos rurales.

A nivel mundial se utilizan 129.000 millones de barbijos descartables al mes, es decir, tres millones por minuto.

¿Héroe y enemigo? El barbijo se convirtió en uno de los símbolos de la pandemia: su imagen se difundió en todo el mundo como una de las formas para combatir, junto a las vacunas, al virus SARS-CoV-2. Sin embargo, su uso extendido generó una oleada de residuos que ya está mostrando consecuencias. Según cifras de la revista National Geographic, a nivel mundial se utilizan 129.000 millones de barbijos descartables al mes, es decir, tres millones por minuto. Y, a diferencia de los de tela, son altamente contaminantes y suelen terminar en mares, ríos y basurales a cielo abierto.

En medio de ese panorama, desde el centro de investigaciones viales LEMaC (de la Universidad Tecnológica Nacional y asociado a la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires) se plantearon un interrogante: ¿de qué manera un residuo plástico puede contribuir a generar un mayor aporte estructural en los suelos viales? La respuesta la encontraron en el contexto señalado y, así, comenzaron una serie de estudios preliminares con los que buscan determinar cómo los barbijos de un solo uso podrían mejorar el rendimiento de rutas y calles.

Es que el pavimento asfáltico está compuesto por varias capas, siendo generalmente las inferiores de suelo. Estas capas deben tener una estructura que le aporte la resistencia necesaria para soportar el peso constante de los vehículos. Es por eso que se suelen incorporar a las mismas piedras, cemento, cal y aditivos químicos, entre otros, que, además, tienen un costo elevado. Aquí es donde la adición de los barbijos triturados podría mejorar el resultado.

“Las fibras plásticas de diferentes telas pueden ser útiles otorgando un plus de aporte estructural a esas capas porque toman los esfuerzos de corte internos; y si provienen de un residuo, pueden reemplazar a los materiales ya enunciados por otro de menor costo o, incluso, sin costo para quien lo utilice”, explicó Julián Rivera, subdirector del LEMaC, en diálogo con la Agencia CTYS-UNLaM.

De esta manera, la tela de los barbijos, conocida comercialmente como friselina, les otorgaría mayor durabilidad a dos de las capas, a un costo mucho menor y colaborando a solucionar un pasivo ambiental. “Los resultados a los que hemos llegado es que, por cuadra por capa tratada, se podrían reutilizar más de un millón y medio de barbijos”, graficó.

Los barbijos descartables al comenzar a degradarse se transforman en microplásticos y nanoplásticos, lo que dificulta aún más su recuperación.

Modo de prueba: ON

Para llevar adelante los estudios preliminares, los investigadores primero esterilizaron los barbijos y luego estudiaron la manera de incorporarlos en obra. Una vez confirmada la factibilidad de la técnica, los barbijos fueron triturados en igual tamaño a nivel industrial y a nivel de laboratorio y sumados a tres tipos de suelos, representativos de la gama de suelos que tiene Buenos Aires.

Los primeros resultados fueron positivos, con incrementos del aporte estructural -es decir, de la fuerza que hace esa capa con el material de los barbijos para mantener a toda la estructura firme- de hasta un 100 por ciento. No obstante, para llegar a la colaboración óptima del barbijo en la mejora de los suelos se necesitarían, al menos, un millón de barbijos por cuadra dentro de las zonas urbanas.

En ese sentido, los investigadores precisaron que la aplicación de prueba será en vías urbanas de bajo tránsito y caminos rurales. La provincia de Chubut sería uno de los primeros lugares donde se aplicará esta técnica.

“Desde el LEMaC estamos gestionando en diversos frentes para posibilitar la concreción de estos tramos, que permitirían, además, ajustar algunas particularidades de la materialización en obra que hemos previsto. Si bien tenemos algunos avances en la temática, seguimos abiertos a nuevas propuestas o ideas en tal sentido”, aseguró Rivera.

Alargar la vida…útil

La gestión de residuos es clave en este proceso. Los barbijos descartables están hechos de fibras plásticas, principalmente de polipropileno, lo que los hacen que se desarmen con gran facilidad. Pero esta propiedad, lejos de lo que habitualmente se cree, no significa que se degraden, sino todo lo contrario: se transforman en microplásticos y nanoplásticos, lo que dificulta aún más su recuperación.

Por ello, los investigadores de LEMaC prevén algunos aspectos claves para llevar adelante un reciclaje óptimo de los materiales, como la procedencia de los barbijos, la forma de almacenaje y el ámbito de empleo.

“Tomemos, como ejemplo, a la provincia de Buenos Aires. Si la procedencia y acopio no puede controlarse al 100 por ciento, entonces se los debería considerar como un residuo patogénico y, por ende, ser recolectados por un sistema provincial y tratados mediante autoclave (esterilización) por un operador autorizado previo a su empleo. Además, deberían utilizarse en un volumen de obra importante en cercanías a esos operadores para no implicar un costo de transporte. Esto deja fuera de planes a la mayoría del territorio bonaerense”, explicó Rivera.

No obstante, resaltó el investigador, si se organiza desde un ámbito municipal, su tratamiento sería más eficiente. “Habría más certezas de su procedencia para considerarlos un residuo domiciliario y podrían tratarse como un reaseguro con cualquier autoclave, como los que tienen los hospitales provinciales y muchos de los municipales y empresas”, concluyó.

Marianela Ríos (Agencia CTyS-UNLaM)