En consonancia con la OMS, en 1992 la Federación Mundial para la Salud Mental estableció el 10 de octubre como el Día Mundial de la Salud Mental con el objetivo de reducir estigmas, concientizar acerca de los problemas de salud mental en el mundo, y promover el derecho a la salud. Con el lema “no hay salud sin salud mental” la OMS enfatiza la idea de salud como un “completo bienestar físico, psíquico y social, y no solo la ausencia de enfermedad”. En esa línea, este año se escogió “Es tiempo de priorizar la salud mental en el lugar de trabajo” como tema para las campañas.
La relación de salud mental y trabajo es doble: por un lado, los entornos de trabajo saludables promueven la salud mental, mientras que las condiciones insalubres son un importante factor de riesgo. Por otro lado, el estigma asociado a los padecimientos mentales es una barrera para el empleo, dificultando la rehabilitación social de las personas que los padecen.
Si bien en los últimos años la conciencia acerca de los problemas de salud mental ha aumentado, inclusive en las áreas laborales, queda mucho por avanzar en este sentido. La carga de enfermedad asociada a salud mental y consumos problemáticos representan alrededor del 30% del total de los años perdidos por discapacidad en general. Se ha demostrado que la inversión en prevención, tratamiento y rehabilitación resulta muy beneficiosa, ya que los costos asociados a la misma tienen un retorno en ahorros y productividad cercano a 4 veces lo invertido; sin embargo la mayor parte de los países le destinan apenas un 2% del total de su presupuesto de salud. Solo una pequeña proporción de las personas necesitadas accede al diagnóstico y tratamiento, por lo que se habla de una gran brecha entre las necesidades y los recursos que se disponen.
Los problemas de salud mental impactan en el trabajo aumentando el ausentismo y reduciendo la productividad. Se estima que el 15% de los adultos en edad laboral padece un trastorno mental en algún momento de la vida. En Argentina, nuestra experiencia ha arrojado un incremento del 50% del promedio de días laborales perdidos a lo largo de los últimos 10 años asociado principalmente a depresión, ansiedad y somatizaciones. En el mundo, se calcula que estos padecimientos ocasionan la pérdida de 12 mil millones de días laborales por año.
La OPS/OMS recomiendan políticas de capacitación en acciones preventivas dentro de las organizaciones laborales, tales como la identificación de los factores estresantes, y el impulso a las iniciativas de apoyo a las personas con problemas de salud mental, adaptando el trabajo a sus capacidades, generando programas de retorno al trabajo, etc.
Otro factor a tener en cuenta es que el 50% de los problemas de salud mental aparecen antes de los 15 años de edad, por lo que se comprende que esta población resulte especialmente vulnerable en su desarrollo emocional y cognitivo ante el crecimiento del trabajo infantil, que después de la pandemia se calcula en 160 millones de niños en el mundo.
Llevar la salud mental al trabajo supone enfrentar nuevos problemas en la medida en que las modalidades del mismo también evolucionan, desde la explosión del teletrabajo en los últimos años, a los riesgos más sutiles como el de estrés laboral asociado a los cambios de las estructuras organizacionales, o el de las formas encubiertas de acoso. No debe esperarse que las leyes laborales, que son necesarias, puedan modificarse al paso de estos cambios, por lo que es imprescindible que la prevención llegue antes, y sea parte de las políticas de las áreas de recursos humanos y de medicina laboral de las empresas. Salvando las distancias, algunas de las funciones que en la organización asistencial poblacional son parte de la atención primaria, como la vigilancia epidemiológica, tratándose de la salud mental en el ámbito laboral deben recaer en las áreas mencionadas.
Por Rolando Salinas (MN 72241) Jefe de Salud Mental del Hospital Alemán, Prof. de Psicología de la Salud UCA