Los cannabinoides de síntesis y algunos fármacos utilizados para la diabetes y el asma han demostrado mejoras en varias manifestaciones no motoras. En tanto, en el último tiempo, la telemedicina se ha impuesto para poder asistir a los pacientes en tiempos de COVID19.
Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM)
La enfermedad de Parkinson es un trastorno degenerativo que impacta en el sistema nervioso central. Suele ser más frecuente en adultos mayores a 65 años, aunque también afecta a jóvenes. Se estima que, en el mundo, la padecen siete millones de personas, por lo que se la considera la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente después del Alzheimer.
En 1997, La Organización Mundial de la Salud eligió el 11 de abril como el Día Mundial del Párkinson, fecha en que nació James Parkinson. Este reconocido neurólogo inglés, 200 años atrás, describía “la parálisis agitante”. Con el pasar de los años y gracias a la evolución de la ciencia, la enfermedad ha encontrado diversos tratamientos – tanto farmacológicos como no – que permiten a los pacientes mejorar su calidad de vida y así, alivianar sus manifestaciones. En este último año, se han realizado algunas mejoras considerables.
“Hoy en día, podemos afirmar que hay varias drogas utilizadas para el tratamiento de otras enfermedades que podrían tener efectos beneficiosos en pacientes con Parkinson”, comentó la doctora Emilia Gatto, Directora Asociada de la Especialización de Neurología de la Facultad de Medicina de la UBA y médica neuróloga especializada en Parkinson de INEBA.
“Hablamos de los beta adrenérgicos, que son fármacos usados en pacientes asmáticos; o bien de drogas que se usan para tratar la diabetes, como el exenatide o el liraglutide. Estos últimos son fármacos que, según recientes investigaciones, podrían modificar la evolución de la enfermedad de Parkinson y aparecen como prometedores, aunque aún los estudios no se han concluido”, detalló Gatto.
A su vez, la doctora agregó: “Se ha hecho una revisión sobre el uso de cannabinoides de síntesis y se demostró cierto efecto beneficioso en el manejo de algunas manifestaciones no motoras de la enfermedad, como pueden ser algunos trastornos de ansiedad o del sueño. Sin embargo, otros relevamientos demuestran que, paradójicamente, en general, los pacientes prefieren evitar el uso de estos fármacos por sus efectos adversos que pueden incluir cuadros de confusión, desorientación, intolerancia digestiva y en algunos casos, episodios de depresión”.
Por otra parte, es importante destacar que se han desarrollado, además, fármacos que actúan sobre la psicosis que puede ocurrir en la enfermedad de Parkinson, sin agravar los síntomas motores. La doctora Gatto explicó que “estos son cuadros que en general aparecen en estadios más avanzados o tardíos de la enfermedad y que van acompañados de alucinaciones o ideas delirantes”.
“Su administración mejoraría esta condición que, muchas veces, no solo impacta en la calidad de vida del paciente, sino que afecta la calidad y la carga emocional e implica un gran esfuerzo de los cuidadores y familiares”, destacó la especialista que también trabaja en el Sanatorio de la Trinidad Mitre dependiente de la UBA.
“El panorama terapéutico es alentador. Si bien se continúa avanzando con ciertas terapias de tipo génico para tratar de apuntar a una medicina de precisión, lo que estamos aprendiendo estos años es que, posiblemente, no haya un solo fármaco para tratar la enfermedad, sino que, como en muchos otros casos, se requiera de una combinación de varios para lograr un beneficio”, resumió Gatto.
La telemedicina: una respuesta ante la interrupción de controles por la pandemia
“Uno de los problemas que se ha visto durante la pandemia en torno a la enfermedad de Parkinson es que los pacientes han dejado de consultar a los médicos de todas las especialidades. Por esto, hemos hecho hincapié en emplear la telemedicina como un recurso valioso para la supervisión de nuestros pacientes en tiempos de COVID-19”, resaltó Oscar Gershanik, quien fue titular de Neurología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
“La consulta virtual es una instancia altamente informativa y, si bien carecemos del contacto físico que es un elemento fundamental para desarrollar empatía, es la mejor herramienta que tenemos en el contexto de la pandemia, porque, de otra manera, debería ser una consulta muy limitada y con una cantidad de cuidados enormes”, destacó el especialista que también es Director Científico y Jefe de la Unidad de Movimientos Anormales del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro.
Según la experiencia de Gershanik, las maniobras palpatorias que son comunes para un examen clínico o neurológico presencial son muy pocas. “Por ejemplo, es el caso del examen de la rigidez, que ahora lo hemos sustituido con maniobras visuales que nos permiten apreciar el grado de rigidez, o la maniobra para verificar la reequilibración, que también ha sido reemplazada al hacerlo caminar con un pie adelante del otro y sólo precisa de la ayuda de algún familiar”, ejemplificó el doctor.
“Muchas cuestiones las podemos evaluar de igual forma en la virtualidad: observar la expresividad facial, la gestualidad corporal, ver cómo realiza movimientos repetitivos, si tiene o no dificultad para incorporarse, apreciar cómo camina, entre otros”, enumeró el ex Presidente de la Sociedad Internacional de Parkinson y Movimientos Anormales.
Para Gershanik, la telemedicina “es una tecnología que ha llegado para quedarse, aun después de la pandemia”. “En el futuro vamos a tener una forma hibrida de atender. De esta forma, aquellos pacientes que estén más próximos podrán venir presencialmente y aquellos que viven alejados o quieren hacer consultas asimétricas -en las que el paciente y su médico de cabecera consultan a un especialista de forma remota- van a poder efectuarlas por telemedicina”, concluyó el investigador en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.