Con seis bodegas destacadas entre las mejores del mundo, el país reafirma su potencial en el sector vitivinícola. Un recorrido por nuevas etiquetas que bien vale conocer y degustar.
El decreto que declaró al vino como la “bebida nacional” de la Argentina se firmó el 24 de noviembre de 2010. Si bien fue un hecho de carácter político, significó cierto logro para la vitivinicultura, ya que reforzó el concepto de vino argentino como parte de la identidad y la cultura nacional. Y, desde entonces, se puede decir que el vino ha ganado un mayor protagonismo, más allá de lo que reflejan los números.
Cabe destacar que la Argentina fue, durante muchas décadas, el quinto productor mundial de vinos, y actualmente sigue estando en el top ten de los países vitivinícolas. Esto no quiere decir que la importancia de su rol internacional en el sector está fuera de discusión, porque justamente durante mucho tiempo se dedicó a vender toda la producción en el mercado interno.
Esto posibilitó dos cosas. Por un lado, llegar a ser el país con mayor consumo per cápita del mundo (90 litros anuales). Y por el otro, que desarrollara estilos de vinos que solo servían para abastecer al mercado interno. En los 90′ llegó el cambio de mentalidad, un poco forzado por la crisis del sector que obligaba a las bodegas a replantearse el negocio; fundamentalmente, tener que apostar por vinos de mayor calidad; y otro poco por la gran oportunidad que significaba salir a exportar vinos por primera vez.
Pasaron muchas cosas en este primer cuarto de siglo con los vinos argentinos. La industria se renovó, el Malbec se posicionó como la uva argentina que es protagonista de los mejores vinos nacionales, pero también la que más puertas puede abrir en los mercados de consumo del mundo, entre otras.
Claro que nada escapa a la situación coyuntural del mundo, y por más bien que se hayan hecho algunas cosas, siempre hay para mejorar y una realidad que enfrentar. Sobre todo, porque en el mundo los competidores se multiplican. En este período la Argentina logró multiplicar diez veces sus exportaciones de vinos, pero no pudo sostenerse por sobre los mil millones de dólares anuales.
El consumo local cae levemente y las ventas internas están estancadas. Lo mismo pasa con la superficie plantada; 210.000 hectáreas a principios de milenio contra 200.000 actuales. Claro que hubo una reconversión en el medio, que llevó al Malbec de 15.000 a casi 50.000 hectáreas, por ejemplo.
Incluso, hay una prueba más de que no se ha quedado estático en este tiempo, más allá de lo que reflejan los vinos, y tiene que ver con la evolución cualitativa. Según los hacedores, se están haciendo los mejores vinos de la historia. Sin embargo, cuesta más venderlos. Ahora bien, al mirar hacia el futuro, los actores principales del sector son optimistas, y tienen motivos para creer en un futuro próximo promisorio.
Claves del vino argentino que garantizan un gran futuro
La gran diversidad que ofrece el vino en el territorio nacional, destacándose por cepajes, estilos y paisajes vitivinícolas que se extienden desde Salta hasta la Patagonia, con más de 200.000 hectáreas cultivadas, es uno de los pilares fundamentales de la recuperación que se espera. Pero no es suficiente para superar la crisis, porque el consumo interno y las ventas siguen estancados, las exportaciones frenadas y los costos aumentando.
Sin embargo, la buena noticia viene por el lado de la calidad, que no para de evolucionar. Siempre traccionada por el Malbec y también por la diversidad, ya no solo de variedades y estilos sino también de terruños. Esto significa que, si bien la uva es importante, ya no tanto por su nombre en la etiqueta sino como “vehículo” para mostrar lugares. Esto lleva la diversidad del vino argentino a otro nivel, en el que su carácter diferencial está dado por muchos factores, más allá de la uva, como el suelo, el clima y la interpretación de ese lugar por parte de los hacedores.
Claro que en los vinos masivos esto no se llega a sentir. Pero fue gracias a estos “nuevos vinos de lugar” que la industria dio sus mayores pasos cualitativos, y que luego derramaron en toda la pirámide de calidad. Es decir que hoy, todos los vinos en todos los segmentos, son mejores que los de hace diez años.
Pero además del volumen, a la industria la tracciona el valor agregado. Por eso, los grandes vinos argentinos, con sus puntajes y premios, son los responsables de la imagen vínica del país. Y esto es lo que están logrando los vinos de lugar, que son aquellos en los cuales se respeta el paisaje y el clima de la añada, interviniendo lo menos posible en bodega, para poder reflejar en las copas eso, un lugar. Y esto es lo que le más garantiza a un vino una personalidad única.
Otra de las claves a la vista es la revolución de los vinos blancos, hoy con varios exponentes de alta gama, capaces de competirles de igual a igual a sus pares tintos, e incluso a veces, con un mayor potencial de guarda. Acá también la variedad pasa a un segundo plano, aunque la gran apuesta siempre es a mano del Chardonnay, el rey de los blancos en el mundo. Algo lógico, porque si se quiere demostrar calidad, hay que hacerlo con lo que el mundo conoce, para no quedarse solo en el umbral de lo original.
Hay otros indicios de recupero, desde el punto de vista vínico, más allá que la economía de las bodegas no sea la mejor. Se recuperó algo el vino espumoso; algo auspicioso de cara a las fiestas, ya que venía cayendo hacía varios años en general. También, variedades como Pinot Noir, Cabernet Franc y los Blends Tintos tomaron cierta preponderancia. Y si bien las exportaciones vienen difíciles, el enoturismo aparece como la gran oportunidad para equilibrar la balanza. Porque más allá que hoy, por cuestiones cambiarias, el flujo de turistas haya mermado, queda claro el atractivo de enoturístico en diferentes regiones de la Argentina, más allá de Mendoza.
Y eso quedó reflejado en los World’s Best Vineyards 2024, ya que seis bodegas nacionales quedaron entre las 50 mejores del mundo: Durigutti Family Winemakers (10), Bodegas Salentein (18), Riccitelli Wines (26), El Enemigo Wines (29), Bodega DiamAndes (39) y Colomé (40). ¿Por qué es tan importante que la Argentina haya tenido nuevamente mucha presencia en este listado Top 50? Porque confirma que es uno de los jugadores más importantes del enoturismo. Y esta es una gran noticia, porque en momentos en que el consumo y las ventas, tanto al mercado interno como al externo, están estancadas, las bodegas pueden hacer la diferencia a través de las experiencias que ofrezcan a sus visitantes.
Por su parte, en el Foro de Sustentabilidad Vitivinícola Argentina 2024, realizado recientemente por Bodegas de Argentina, quedó en claro que la sustentabilidad se ha convertido en un pilar fundamental para el desarrollo del sector vitivinícola en el país.
La adopción de prácticas sustentables no sólo protege al ambiente, sino que también ofrece oportunidades económicas significativas, como la reducción de costos a largo plazo, el acceso a nuevos mercados y la mejora de la imagen de las empresas que logran certificar el Protocolo de Sustentabilidad. El uso eficaz y eficiente de los recursos para obtener mejores productos debe traducirse en beneficios ambientales, económicos y sociales que hagan pensar en una vitivinicultura para siempre.
Por último, el vino argentino tiene una enorme oportunidad, ya que hoy produce los mejores vinos de su historia, y debe seguir en ese camino. Pero todo el sector debe adaptarse a las exigencias de un mercado altamente competitivo. Para crecer se debe seguir innovando y no solo en Malbec, que es la variedad insignia, sino también en otras variedades y estilos.
Tener una especialidad es algo que ayudó mucho para posicionar a la Argentina, pero el mundo es grande y el Malbec es solo una categoría. Hay que buscar la excelencia en otras variedades y estilos; en vinos blancos, que es casi la mitad del consumo mundial; en Cabernet Sauvignon, que es la categoría más grande y competitiva; y también en estilos, que reflejen personalidad y carácter. Hay todo para hacerlo, gente talentosa, viñedos extraordinarios en lugares únicos, conocimiento y tecnología. Solo hay que mirar el futuro con más decisión.
10 grandes vinos argentinos para brindar en su día
Malma Reserva de Familia Merlot 2020
Bodega Malma, San Patricio del Chañar, Neuquén ($18.000)
Se sabe que el Merlot es una de las variedades emblemáticas de la Patagonia, ya que se beneficia mucho con la gran amplitud térmica de la zona, y las brisas constantes que engrosan las pieles de las uvas, haciéndolos más concentrados por naturaleza. Este Merlot es intenso en sus aromas a confituras, de paladar franco y voluptuoso, con taninos suaves y dejos ahumados que hablan de su paso por roble. Beber entre 2024 y 2026. Puntos: 90.
Pequeños Parceleros de la Quebrada Tinto de Maimara 2021
Bodega El Bayeh, Jujuy ($21.000)
La ampliación de las fronteras del vino argentino es un hecho que está dando sus frutos, con vinos únicos y con carácter propio. Acá la composición varietal es imprecisa, ya que son uvas mezcla de Criolla Grande y Criolla Chica, a lo que se suma un porcentaje menor de uvas de viñedos más jóvenes de variedades francesas como Malbec, Cabernet Sauvignon o Merlot. Así, la familia Manzur logra un vino de buen cuerpo y fluidez, con dejos perfumados, de trago delicado y notas florales secas, con texturas finas. Todo integrado gracias a la guarda. Puntos: 91.
Finca Flichman Single Parcel Cordón del Plata Malbec 2021
Finca Flichman, Mendoza, Valle de Uco, Tupungato ($31.000)
De parcelas elegidas en el viñedo de la bodega que más conoce Rogelio Rabino provienen las uvas para elaborar este nuevo Malbec. De aromas integrados y delicados, con dejos de frutas negras sutiles, paladar fluido y trago consistente. También franco, con notas de hierbas secas y frutas negras. Sus taninos granulosos lo hacen más directo. Muy bien lograda la frescura, con algo de grafito al final. Necesita más botella para que la madera se integre más y los taninos se afinen. Beber entre 2025 y 2029. Puntos: 92,5.
Mariflor Merlot 2021
Bodega Rolland, Mendoza, Valle de Uco, Tunuyán ($31.300)
Nadie puede negar que Michel Rolland sabe mucho de esta cepa, quizás por eso tardó tanto en sacarla como varietal en su bodega. Con su estilo y el carácter de lugar, llega este vino de aromas vegetales y de frutas maduras. Paladar franco, algo “classy” en su mensaje, pero consistente, con taninos casi firmes y una profundidad especiada. Es largo y con mucha presencia en boca, ideal para la guarda. Beber entre 2024 y 2031. Puntos: 91.
Fin del Mundo Single Vineyard Semillon 2021
Del Fin del Mundo, Neuquén, San Patricio del Chañar ($39.000)
Es la última etiqueta de la línea Fin Single Vineyard, un blanco al que el enólogo Ricardo Galante le tiene mucha confianza por lo bien que se da en la zona. De aromas frescos, con leves dejos empireumáticos de la crianza. Buen cuerpo, casi untuoso, pero con nervio. De paladar franco y tenso, y en el final aparecen leves notas ahumadas. Beber entre 2024 y 2026. Puntos: 91.
El Jardín de los Caprichos Nro30 La Celebración
Piccolo Banfi & Karim Mussi, Mendoza ($45.000)
Detrás de este vino, producto de una colaboración entre dos bodegas, se esconden personajes muy importantes como Michel Rolland, Karim Mussi y el enólogo Matías Ibáñez. A ciegas ellos eligieron los componentes y la composición, 50/50 de cada parte. Con un Cabernet Franc de Agrelo (Piccolo Banfi) y el resto con Cabernet Sauvignon y Syrah de La Consulta. Además, en la etiqueta hay una ilustración de Miguel Brascó, ya que este primer vino de la famosa línea de Karim Mussi hecho en colaboración, se realizó para conmemorar el 40 aniversario de Cuisine & Vins. Es un tinto amplio y fresco, apoyado en los frutos del bosque y las especias, con carácter y la madera muy bien integrada. Beber entre 2024 y 2030. Puntos: 92,5.
Ruca Malen Capítulo 3 Malbec de Ánforas 2022
Bodega Ruca Malen, Gualtallary, Valle de Uco ($51.700)
Agustina Hanna está revolucionando los vinos de Ruca Malen, y a la vez recuperando su esencia. En los Capítulo 3 trata de resaltar lo mejor de la uva a partir de técnicas específicas, las cuales elige en función de lo que el lugar le transmite y ella pretende llevar a la botella. Acá, más allá de un Malbec criado en ánforas de terracota, hay un gran vino tinto argentino. De aromas a frutas negras, bien de Gualta, con fluidez y consistencia. Sus texturas son incipientes y resaltan su paladar franco, con tonos de hierbas secas. Y, en todo momento, se aprecia su frescura integrada. Beber entre 2024 y 2029. Puntos: 93,5.
Rosell Boher Grande Cuvée Millésimée 2019
Rosell Boher, Valle de Uco ($70.000)
Desde 1999 el enólogo Alejandro “Pepe” Martínez está detrás de la elaboración de este blend de Pinot Noir (85%) con toque de Chardonnay (15%), y más de 40 meses sobre sus lías, elaborado por el método tradicional. Sin dudas es uno de los grandes exponentes nacionales que, después de 25 años, se ganó un lugar de privilegio. En sus aromas y paladar se adivina su estilo, maduro y tenso, con buena fruta y burbujas finas que aportan texturas cremosas a su paso por boca, y lo hacen más persistente. Beber entre 2024 y 2028. Puntos: 94.
Gran Pulenta Estate XV Pinot Noir 2021
Pulenta Estate, Mendoza, Valle de Uco ($80.000)
De un cuartel plantado con uvas Pinot Noir para vino (clones 667 y 777, no para espumosos), nace este tinto más concentrado naturalmente. Se cosecha antes para preservar sus aromas frescos y su buena tipicidad. Hay tensión con buen cuerpo y un paso vibrante con elegancia, con notas especiadas y una agradable profundidad. Beber entre 2024 y 2028. Puntos: 92.
Filos Chardonnay 2023
Luigi Bosca, Valle de Uco, Mendoza ($90.000)
Flamante gran vino blanco argentino, elaborado con uvas de Gualtallary y El Peral, poniendo foco en el carácter de montaña. De ahí la frescura del vino, que se explica por su acidez “filosa”. Así, Pablo Cúneo demuestra su expertise con vinos blancos. De aromas austeros y equilibrados, paladar en línea, con volumen y buena vibra en su trago. Hay carácter, con fuerza de juventud y delicadeza de gran vino. Ideal para lucirse en la mesa. Beber entre 2024 y 2030. Puntos: 94.
Zuccardi Botánico 2023
Zuccardi Valle de Uco, Gualtallary, Mendoza ($102.000)
Sebastián Zuccardi y su “mesa chica de agrónomos”, conformada por Laura Principiano (bodega) y Martín Di Stéfano (viñedos), son verdaderos protagonistas de una de las últimas revoluciones del vino argentino, la de los blancos. Este gran vino de lugar presenta aromas bien austeros, con buen cuerpo y un dejo sutil de madurez. La acidez bien integrada que resalta sus texturas, sobre todo en su trago profundo. Un vino amplio y vertical, con carácter propio y gran potencial de guarda, que recién está dando sus primeros pasos. Beber entre 2024 y 2030. Puntos: 95.
Terrazas Parcels Los Cerezos Malbec 2020
Terrazas de los Andes, Mendoza, Luján de Cuyo, Las Compuertas ($106.000)
De la primera finca, la más antigua de Terrazas, plantada en 1929 en Las Compuertas, provienen las uvas para dar con este Malbec de aromas compactos y equilibrados, con fuerza. Generoso en su fruta, más negra que roja, con dejos de frutas maduras. Una frescura integrada, con buen volumen y texturas finas, y la crianza que aporta leves dejos tostados sobre el final. Hay buen potencial en este vino al que la cosecha 2020 le vino bien porque, más allá de la madurez, tiene fuerza y buen volumen. Y eso habla de un carácter propio. Beber entre 2024 y 2029. Puntos: 94.
Viña Cobos Chañares Estate Cabernet Franc 2020
Viña Cobos, Mendoza, Valle de Uco, Los Árboles ($160.000)
Paul Hobbs, uno de los asesores internacionales que más hecho por la evolución del vino argentino, está fascinado con este viñedo y con el carácter de este vino. Es la primera cosecha de este Cabernet Franc de Los Árboles que busca codearse con sus pares Malbec. De aromas delicados y con dejos herbales, paladar más fluido que profundo, trago refrescante y una tipicidad austera que domina el final de boca. Beber entre 2024 y 2027. Puntos: 92.
Por Fabricio Portelli (Infobae)