El consumo vampiro, también conocido como energía de reserva, se refiere a la energía que consume un aparato cuando no está en uso. Es un concepto que contribuye a mejorar la conciencia sobre la huella de carbono. Computadoras, televisores, microondas, aires acondicionados y cargadores son algunos de los dispositivos o electrodomésticos que consumen energía las 24 horas al día. En otras palabras, son “vampiros” del consumo energético.
En invierno el aire acondicionado no está en uso, pero si sigue enchufado estará consumiendo energía eléctrica. ¿Cuál es el impacto acumulado de esta situación en el hogar?
Por un lado, tiene su correlato en la factura de la electricidad. Cada mes, la familia o persona paga por kilovatios que está malgastado. Por otro, se está contribuyendo al aumento de emisiones de dióxido de carbono, ya que el sistema energético, con su propio impacto ambiental, está produciendo energía que se desperdicia. Sobre esto último, a veces es difícil valorar las consecuencias individuales, pero desde una perspectiva comunitaria los volúmenes son verdaderamente grandes.
Para hacer un uso eficiente de la energía y ahorrar dinero, se recomienda desenchufar los aparatos que no se estén utilizando. Esto también ayudará a reducir las emisiones de dióxido de carbono, uno de los gases de efecto invernadero que se liberan a la atmósfera, y que producen el calentamiento global y el consecuente cambio climático.
Ahora bien, ¿alcanza con estas acciones?
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Apagar, desenchufar y comprar electrodomésticos más eficientes es necesario, pero es sólo una parte para aumentar efectivamente la eficiencia energética y reducir la huella de carbono.
La otra parte del proceso requiere tomar conciencia sobre cómo cada persona usa la energía y, de ese modo, conocer dónde y cómo se desperdicia. Esto permite, entre otras cosas, identificar al consumo vampiro. Aquí, la recomendación es hacerse preguntas, ser verdaderamente críticos.
En definitiva, cuestionar hábitos para cuidar el medio ambiente.
FUENTE: BBVA