En 2017, el entonces Ministerio de Salud de la Nación aumentó la cantidad de dosis compradas, sumó casi tres millones en relación al año anterior, de las cuales sobraron dos millones. Esto implica un costo de al menos $146 millones.
Todos los años, el Gobierno nacional estima el número de vacunas necesarias para cubrir a la población en riesgo de gripe, se las encarga al consorcio de laboratorios a cargo de su producción y luego las reparte a diferentes jurisdicciones para su aplicación.
El número de personas en riesgo no es fijo: las autoridades tienen que hacer una estimación de la cantidad de personas mayores de 65, mujeres embarazadas, niños que tienen entre seis meses y dos años, y otros grupos que lo necesitan, de acuerdo con las recomendaciones oficiales. Por eso es normal que sobren vacunas, dado que la estimación no es exacta. En 2017, sin embargo, la previsión estuvo muy lejos de lo que realmente se necesitó.
Según la ahora Secretaría de Salud, en 2016 hubo faltantes y esa fue la razón para aumentar la cantidad en 2017. “El pedido de compra de dosis de vacunas antigripales para 2016 fue realizada por la gestión del gobierno anterior y resultaron insuficientes para el brote que se produjo ese año. Por eso, para solicitar las vacunas de 2017 se debió considerar una cantidad de dosis mayor para evitar el mismo problema”, señalaron desde el organismo.
Sin embargo, la explicación oficial presenta inconsistencias. El propio gobierno desmintió oficialmente faltantes durante 2016, a través del informe del jefe de Gabinete, Marcos Peña, ante Diputados, donde señaló que “los insumos están ingresando y siendo distribuidos en tiempo y forma, cumpliendo con los compromisos asumidos”.
Carla Vizzotti, directora nacional del programa de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles hasta 2016 y hoy presidenta de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE), explicó que “sin dudas, la vacuna antigripal es la que hace más difícil calcular el número de dosis que se deben adquirir cada año, porque estimar la población objetivo es complicado, cuántas personas pertenecen a los grupos de riesgo, y cuántas efectivamente se van a vacunar, además de la particularidad estacional de la producción de la misma y la demanda variable en función de la circulación viral. Sin embargo, no había una razón clara para que se hiciese una compra tanto mayor en 2017, no hubo una recomendación técnica, ni de expertos”.
“Las vacunas de un año no se pueden utilizar para el siguiente, porque las cepas cambian. En septiembre, la Organización Mundial de la Salud da a conocer cuáles son las cepas circulantes. Luego, el Gobierno hace el pedido a los laboratorios de las dosis que estima necesarias. Las que sobran de un año no pueden volver a usarse”, explicó Pablo Bonvehí, jefe de Infectología del CEMIC y miembro de la Comisión Nacional de Inmunizaciones, que asesora a la Secretaría de Salud en las estrategias de inmunización.
Fuente: La Nación