El cáncer de cuello uterino es el cuarto tipo de cáncer más frecuente en las mujeres de todo el mundo y el cuarto como causa de muerte por cáncer. En Argentina ocupa el tercer lugar en incidencia y representa la principal causa de muerte por cáncer ginecológico. La vacunación y los chequeos de rutina permiten reducir sensiblemente la incidencia y la mortalidad.

Cada día 12 pacientes reciben un diagnóstico de cáncer de cuello uterino (cérvix) en la Argentina. Son 4.600 casos nuevos por año, por lo que representa el tercer tumor más frecuente en mujeres según las estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación.

Los expertos destacan que la prevención permite reducir sensiblemente la incidencia de la enfermedad, mientras que la detección temprana juega un rol determinante para acceder a tiempo a tratamientos que brindan altas tasas de curación.

“Más del 90% de los casos de cáncer de cérvix son producidos por los subtipos oncogénicos del Virus de Papiloma Humano (VPH o HPV, por sus siglas en inglés). La vacunación contra este virus es la principal estrategia de prevención, así como el cuidado en las relaciones sexuales con métodos de barrera (preservativos o diafragma) para evitar el contagio y la transmisión del virus”, detalla la oncóloga clínica Ana Laura Mendaña (MN 135188), miembro del equipo de Ginecología Oncología del Instituto Alexander Fleming.

El rol del VPH

Existen más de 100 serotipos de este virus de los cuales alrededor de 40 afectan la zona genital. Dentro de estos hay un grupo denominado de alto riesgo, que causa el cáncer de cuello uterino; y el grupo de bajo riesgo, que provoca enfermedades benignas como las verrugas vulvares o ano genitales.

“El VPH es un virus de transmisión sexual y la utilización del preservativo disminuye el contagio entre un 30 a 60%. Se estima que en la población sexualmente activa 8 de cada 10 personas pueden ser portadoras del virus, tanto hombres como mujeres”, indica la doctora Verónica Fabiano (MN 122874), médica ginecóloga y mastóloga del Instituto Alexander Fleming.

Un dato importante: ser portador del virus no significa manifestar las enfermedades que están asociadas a él. De hecho, solo el 5% de las mujeres que lo tienen desarrollará alguna lesión precursora de cáncer (lesiones intraepiteliales de bajo o alto grado). Y dentro de este grupo, una cantidad menor -que no fue diagnosticada y tratada a tiempo- desarrollará un cáncer de cuello uterino.

“Se estima que entre la infección por VPH y el diagnóstico de cáncer pueden pasar entre 10 y 20 años. Por esto es que son fundamentales los controles ginecológicos anuales con PAP y colposcopía para detectar lesiones precursoras que pueden transformarse en malignas con el tiempo”, apunta la doctora Fabiano.

Las vacunas

En 2011 la vacuna contra el VPH se incorporó al calendario nacional para niñas de 11 años y a partir de 2017 se extendió también a los varones de la misma edad. Es gratuita y obligatoria.

El Oncólogo Clínico Gonzalo Giornelli (MN 95788), Jefe de área de Ginecología Oncológica del IAF, destaca que su aplicación reduce “significativamente el riesgo de contraer los subtipos que más comúnmente producen cáncer de cérvix” y agrega que es suministrada a los 11 años porque “la efectividad de la vacuna es mayor cuando se hace antes del inicio de las relaciones sexuales, es decir, de la posibilidad de exponerse al virus”.

“Una pregunta muy frecuente es si pueden vacunarse aquellas pacientes que no se han vacunado a los 11 años o las que presentaron verrugas vulvares o resultados anormales en el Papanicolaou. Y la respuesta es que sí. La vacunación está indicada en mujeres entre los 9 y los 45 años, aún con antecedentes de verrugas vulvares o resultados de citologías anormales”, puntualiza Fabiano.

Detectar a tiempo

Las estadísticas oficiales del Ministerio de Salud indican que 2.200 mujeres mueren cada año como consecuencia del cáncer de cuello uterino. Detectar lo más temprano posible una lesión precursora o incluso el tumor es fundamental para acceder a tratamientos oportunos y disminuir la mortalidad.

“Contamos con dos estrategias de prevención secundaria. La primera y más antigua es la realización de la citología cervical (Papanicolaou) y la colposcopía. Y la segunda es la detección del VPH mediante un test que se realiza tomando una muestra por vía vaginal. Con esta prueba se puede detectar no solo la presencia del VPH sino también el serotipo y determinar si pertenece al grupo de alto o bajo riesgo”, apunta la Dra. Fabiano y recuerda que sólo un pequeño porcentaje de pacientes portadoras del virus tendrá alguna lesión causada por el mismo.

¿Cuándo se considera que un tumor de cuello uterino fue diagnosticado en un estadio temprano? La Dra. Mendaña precisa que es cuando “está confinado al cuello uterino y no se extiende más allá del mismo, no invade otros órganos o tejidos circundantes o no ha alcanzado un tamaño importante mayor a 4 centímetros. En estas condiciones, la tasa de curación con cirugía es muy alta”.

En cuanto a los tratamientos, el Dr. Giornelli detalla que una vez diagnosticado un cáncer de cérvix hay “nuevas técnicas de radioterapia que permiten mejorar la dosis de radiación al tumor preservando la toxicidad a los órganos vecinos. También disponemos de nuevos fármacos para tratar la enfermedad, como los que actúan activando el sistema inmune contra el tumor conocidos como inmunoterapia y que al día de hoy están indicados en estadios avanzados de la enfermedad”.

Señales de atención

La principal estrategia para la detección temprana es realizar los controles ginecológicos anuales. Sin embargo, hay algunas señales a las que conviene prestar atención.

Si bien en la mayoría de las pacientes el cáncer de cuello uterino no causa síntomas, en algunos casos pueden ocasionar:

  • Dolor pelviano
  • Dolor y/o sangrado con las relaciones sexuales o posterior a las mismas
  • Flujo vaginal anormal (abundante o maloliente)
  • Sangrado vaginal inusual o entre menstruaciones

El impacto de la pandemia

Las estadísticas mundiales muestran que en aquellos países donde se realizan de manera sistemática los controles periódicos con PAP y colposcopía y en los que la cobertura de vacunación es amplia, se registra una disminución en la incidencia de este tipo de tumores y una detección en estadios tempranos que permite mayor supervivencia de las pacientes.

La crisis sanitaria por la covid-19 puso en jaque los chequeos previos. “Durante la pandemia se han reducido significativamente los controles de rutina en pacientes sanos y esto podría evitar la detección de lesiones precancerosas (que de no tratarse a tiempo pueden transformarse en cáncer) o de las lesiones malignas en etapas tempranas”, advierte la Dra. Mendaña.

“Durante la cuarentena las consultas cayeron un 95% y se retrasó la vacunación; e incluso cuando se levantaron las restricciones, el screening fue menor al de años anteriores. Esto se traducirá sin duda en un aumento de estadios más avanzados al diagnóstico. Por esto es fundamental recordar que deben volver al ginecólogo/a para realizar sus exámenes de rutina”, concluye la Dra. Fabiano.