La epilepsia es una de las enfermedades neurológicas más frecuentes. Los datos recientes de la Organización Mundial de la Salud indican que en el mundo hay 50 millones de personas de todas las edades con esta afección. Mientras que en Argentina, “se estima que alrededor de 230.000 individuos tendrán en 2022 un diagnóstico de epilepsia”, puntualiza la médica neuróloga María del Carmen García, presidenta de la Liga Argentina contra la Epilepsia (LACE) y Jefa de Sección Epilepsia del Hospital Italiano de Buenos Aires.
Sin embargo, a pesar de la alta prevalencia, existen todavía falsas creencias con respecto a este trastorno, definido por los cuadros clínicos relacionados a una actividad anormal de las neuronas.
El primer mito que merece ser derribado es considerar a la epilepsia como un cuadro que genera indefectiblemente una marcada limitación para la persona. Dado que, como recalca la doctora García, “el 70 por ciento de los casos responde en forma positiva a los tratamientos. Esto significa que no deberían sentir afectada su calidad de vida”.
“Pero aún así continúa el alto nivel de estigmatización. Lo cual, por ejemplo, muchas veces impide a los pacientes acceder a ciertos empleos, a pesar de contar con una alta calificación”, continúa García.
Por otra parte, en las situaciones de difícil control -llamadas epilepsias refractarias- hay nuevas alternativas terapéuticas que brindan resultados favorables.
También hay que tener en cuenta que existen diferentes tipos de crisis y que estas pueden presentar grados y una frecuencia variables. Algunas personas durante sus crisis permanecen con la mirada fija por algunos segundos o mueven repetidamente los brazos o las piernas. Otras atraviesan pérdida de conocimiento. “Las manifestaciones particulares determinarán el tratamiento y los cuidados que deberá adoptar en su día a día esa persona”, señala la presidenta de LACE.
La epilepsia a lo largo de la vida
La siguiente singularidad poco conocida es que las primeras crisis suelen aparecer tanto en la infancia y la adolescencia como después de los 60 años.
En cuanto a los motivos, el médico neurólogo infantil Nicolás Schnitzler, del Staff del Instituto Argentino del Diagnóstico y Tratamiento, explica: “El cerebro es un órgano muy complejo, cuyas particularidades varían según la edad. Al comienzo de la vida y hasta aproximadamente los tres años, ocurren de forma particularmente intensa múltiples mecanismos que permiten la formación cerebral. En adultos mayores de 60 años, se inicia un proceso inverso, de involución estructural programada”.
“Con lo cual, en estos dos extremos hay mayor vulnerabilidad a factores propios y externos que favorezcan el inicio de la epilepsia”, completa Schnitzler.
Además, resulta posible que un paciente transcurra varios años sin crisis. “Según el tipo de epilepsia establecido inicialmente y tal vez confirmado durante el paso del tiempo, en ciertos momentos hasta es viable programar la suspensión paulatina de la medicación”, especifica Schnitzler.
Aunque la premisa siempre presente será que “las convulsiones pueden reaparecer”, dice Schnitzler. Sobre los motivos de las reincidencias, Schnitzler establece que “no es factible definir con precisión razones puntuales. Del mismo modo que existen múltiples factores que deben actuar en conjunto para que una persona se inicie en la epilepsia”.
En cuanto a las causas de esta condición, “el 30 por ciento tiene un origen genético. En el resto, hay que evaluar cuestiones estructurales, infecciosas, metabólicas, inmunológicas. De todos modos, el disparador a veces es desconocido”, precisa Schnitzler.
El avance en los tratamientos
Si se habla de perspectivas auspiciosas para su control, tienen la palabra las opciones terapéuticas más recientes.
“Hoy la innovación está asociada a la medicina de precisión. Es decir, tratamientos dirigidos específicamente a la patología de base. En esta línea se encuentran algunos fármacos que cuentan con una acción puntual para los cuadros de origen genético. Algunos ya están vigentes y se espera en un futuro cercano la incorporación de más alternativas”, expresa García.
Por su parte, dentro del 30 por ciento de los pacientes que no responde a las medicaciones regulares -es decir, aquellos que presentan epilepsias refractarias- un amplio rango puede beneficiarse con una cirugía.
“Existen criterios multidisciplinarios para seleccionar a los candidatos al método quirúrgico. Cuando la elección es acertada y no surgen complicaciones relacionadas con el procedimiento, los niveles de efectividad son muy altos y hasta en algunos casos se logran suprimir las crisis”, especifica Schnitzler.
La aprobación del CBD
Otra noticia alentadora es la aprobación por parte de la ANMAT del uso de cannabis farmacéutico en los síndromes de Lennox-Gastaut, Dravet y las epilepsias asociadas a esclerosis tuberosa, y en otras formas de epilepsia refractaria. Convupidiol es el primer medicamento con CBD en contar con esta denominación. Está desarrollado por Alef Medical, un laboratorio nacional pionero en la elaboración de productos farmacéuticos con CBD.
“Es un cambio auspicioso que impactó en la sociedad y en la comunidad médica. El CBD -el componente de la planta de cannabis con mayores propiedades terapéuticas- tiene resultados demostrados tanto para el control de las crisis como para la mejora en la calidad de vida”, resume García.
También puede indicarse en casos puntuales que el neurólogo considere, con la estrecha supervisión de su evolución terapéutica.
El requisito en cualquier circunstancia es que “el aceite cumpla con los estándares de seguridad y trazabilidad exigidos, como ocurre con cualquier otra medicación, para así poder evaluar sus efectos de manera confiable”, completa Schnitzler.
En el caso de Convupidiol, está elaborado a partir de las partes aéreas de la planta de cannabis sativa, las más valoradas- y cuenta con el certificado de buenas prácticas de manufactura (GMP por sus siglas en inglés) emitido por la autoridad europea competente. Contiene 100 miligramos por mililitro de CBD puro.
Por otra parte, es necesario que la fórmula contenga CBD puro. “El motivo es que el THC, el componente psicoactivo de la planta, puede generar efectos adversos a mediano y largo plazo. No hay que pasar por alto que es posible que la persona deba tomar cannabis medicinal por muchos años”, advierte Schnitzler.
El próximo paso necesario “son los trabajos de investigación comparativos entre el CBD y las medicaciones existentes. Esto aportará mayor fortaleza científica. Algunos ya están en curso”, concluye Schnitzler.