La esquizofrenia es un trastorno mental grave que afecta a más de 21 millones de personas en todo el mundo de los cuales, se estima, 400 mil son argentinos. Es una enfermedad que se caracteriza por una distorsión del pensamiento, las percepciones, las emociones, el lenguaje, la conciencia de sí mismo y la conducta. Pero con el tratamiento adecuado, la persona puede alcanzar una vida satisfactoria.
“Los pacientes con esquizofrenia sufren una fuerte discriminación. Es frecuente la errónea identificación con sujetos que son peligrosos, incapaces de tomar decisiones, incompetentes laboralmente, inhábiles para estudiar o irrecuperables de su enfermedad”, explicó Pedro Gargoloff, médico psiquiatra, asesor médico de la Asociación Argentina de Salud Mental AAFE y Miembro de la Red Educacional de la Asociación Mundial de Psiquiatría.
“Mucha gente piensa que son pacientes que necesitan prolongadas internaciones en hospitales psiquiátricos, que son retrasados mentales o con doble personalidad, que su enfermedad es contagiosa o el producto de una mala crianza materna. Estos mitos son falsos: distan muchísimo de la verdad”, amplió el especialista.
Algunas de las experiencias más frecuentes son las alucinaciones (oír voces o ver cosas inexistentes) y los delirios (creencias erróneas y persistentes).
Si bien los pacientes pueden permanecer estabilizados, sólo el 10% cumple correctamente el tratamiento y esto implica la aparición de recaídas (reaparición o empeoramiento de los síntomas o brotes). Cada vez que esto sucede empeora el pronóstico del paciente, ya que en cada recaída hay un deterioro de las funciones intelectuales o cognitivas y una recuperación más lenta y trabajosa que conlleva a que no retome el nivel de funcionamiento previo a la recaída.
El uso de tratamientos antipsicóticos de forma inyectable y acción prolongada favorece notablemente la adherencia, el mejor seguimiento por parte del médico y consecuentemente el control de la enfermedad y sus síntomas.
Fuente: DIB