Son proyectos de grupos científicos del CONICET y del Instituto Antártico Argentino. Entre otras cuestiones, analizan microorganismos claves para el ambiente, el impacto de la ciudad de Ushuaia sobre bosques de algas y la ecología de las Áreas Marinas Protegidas Namuncurá/Banco Burdwood y Yaganes.

Investigadores del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC-CONICET) y del Instituto Antártico Argentino llevan a cabo investigaciones que buscan indagar sobre los impactos humanos en los ecosistemas marinos. Se trata de un área de estudio clave, tanto por los factores que inciden en el ambiente y en el cambio climático como por la importancia de que científicos argentinos puedan abordar y estudiar estas temáticas.

“Son varias las líneas de trabajo que tenemos, tales como el efecto del calentamiento global sobre la abundancia de fitoplancton, es decir, las microplantas (microalgas) que producen alimento para el resto de la red trófica marina. También estudiamos una clase particular de microorganismos, que son los que producen toxinas y forman las llamadas Floraciones Algales Nocivas”, explica Irene Schloss, investigadora Principal del CONICET y del Instituto Antártico Argentino (IAA) y directora del Laboratorio de Oceanografía Biológica en el CADIC.

En un estudio recientemente publicado, por ejemplo, el equipo dirigido por Schloss estudió cómo impactaron las dos olas de calor marinas registradas en la Antártida en el verano de 2020 en el plancton, comunidad de organismos acuáticos claves para toda la red trófica marina.

“Ese verano fue el de la temperatura récord en la Base Esperanza, con una máxima histórica de 18.3 °C. Con mi equipo estábamos en la base Carlini, trabajando en Caleta Potter, y pudimos analizar cómo respondía el plancton ante esas elevadas temperaturas, que se manifestaron como olas de calor marinas”, describe la científica.

Schloss explica que, si bien durante la primera ola de calor de ese período la reacción del plancton fue muy negativa, durante la segunda se modificó el escenario. “Durante la primera ola de calor, disminuyó la productividad y la abundancia del plancton, y se registraron respuestas fisiológicas al estrés, lo que hizo que repercutiera en toda la red trófica marina de la región”, puntualiza la investigadora.

En cambio, durante la segunda ola de calor ocurrida en ese mismo verano, en el plancton se encontraban presentes aquellas especies que sobrevivieron o se adaptaron a las altas temperaturas de la primera ola, es decir, quedaron aquellas especies adaptadas a funcionar a altas temperaturas. En este caso, el efecto fue mucho más moderado que la primera vez.

En un estudio recientemente publicado, el equipo estudió cómo impactaron las dos olas de calor marinas registradas en la Antártida en el verano de 2020 en el plancton, comunidad de organismos acuáticos claves para toda la red trófica marina. Fuente imagen: gentileza investigadora.

“Pudimos concluir que las olas de calor marinas van a afectar a los organismos marinos dependiendo del momento del verano (o de la sucesión planctónica) en que ocurran estos eventos. Esto, que nos permitió calcular la respuesta del plancton a el estrés térmico, es clave, porque los parámetros que registramos pueden usarse para validar modelos climáticos globales para el océano”, subraya.

Más investigaciones antárticas

Además, el grupo de investigación indaga sobre el impacto de la ciudad de Ushuaia, en la provincia de Tierra del Fuego, sobre los bosques de cachiyuyo -la macroalga Macrocystis pyrifera-, y también en las zonas de dos áreas Marinas Protegidas: Namuncurá-Banco Burdwood y Yaganes. Otros proyectos del equipo incluyen zonas costeras de Antártida, como Caleta Potter, donde está la base científica Carlini del Instituto Antártico Argentino.

Según la perspectiva de la científica, los proyectos de estudio, con especial enfoque en las problemáticas oceanográficas, son claves, ya que el océano es esencial para sustentar la vida en la Tierra, explica Schloss.

“Sus funciones van desde regular la temperatura del planeta, absorbiendo el dióxido de carbono y distribuyendo globalmente el calor, hasta generar la mitad del oxígeno que respiramos. Hay que tener en cuenta que más del 90 por ciento del espacio habitable del planeta está bajo el agua. Como dijera alguna vez Arthur Clarke, ‘qué inapropiado llamar al planeta Tierra cuando claramente es Océano’”, comenta la investigadora.

Respecto a los gases de efecto invernadero, la científica explica que, si el océano disminuyera la absorción de dióxido de carbono de la atmósfera, “un enorme sumidero de carbono se perdería y podría acelerar el aumento de la temperatura global y otros efectos del cambio climático”. Asimismo, al calentarse las capas superiores del agua, se agotaría el oxígeno de superficie rápidamente y se podrían llegar a observar grandes mortandades de peces, alerta Schloss, como ya está sucediendo en diversas zonas costeras del golfo de Texas, en Estados Unidos.

“Las aguas subantárticas y antárticas revisten no solo una enorme importancia científica, sino que, para nuestro país, tienen también una gran importancia geopolítica” resalta la doctora Schloss. Fuente imagen: Jeremías Di Pietro.

La trayectoria de Schloss y su grupo de investigación en el campo lleva varios años de experiencia. En 2022, por ejemplo, publicó un artículo en la revista Nature Ecology and Evolution, junto a un consorcio de investigadores internacionales, donde pudieron identificar 15 cuestiones prioritarias para los próximos 10 años.

Allí, se trabajaron temas como el impacto de los incendios forestales, el efecto de la migración hacia los polos en la biodiversidad ecuatorial, la explotación de recursos -incluyendo un aumento en el comercio de vejigas natatorias peces-, la construcción de ciudades flotantes por el ascenso del nivel del mar y nuevas tecnologías, como la robótica blanda y nuevos productos biodegradables.

“Son temas que llamamos emergentes porque necesitamos estudiarlos y que haya financiamiento para hacerlo. Con este trabajo, quisimos dar luz a estos problemas y alertar que, si no los abordamos, pueden aumentar su gravedad y prácticamente ser irreversibles en un futuro cercano. Es contribuir a prever lo que pueda ocurrir y no actuar en consecuencia, cuando puede ser tarde”, resalta.

Además, la científica alerta que problemas que ya habían sido identificados anteriormente, como la contaminación por hidrocarburos, plásticos grandes y microplásticos, la acidificación del océano o el deterioro en general de los hábitats, todavía están sin resolverse. “Todas estas problemáticas persisten y siguen afectando a los ecosistemas marinos”, alerta la investigadora del CONICET-IAA.

Ciencia desde el Sur para el Sur

Desde la perspectiva de Schloss, que haya proyectos científico-tecnológicos orientados a indagar y estudias estas problemáticas de Argentina es clave en muchos niveles y cuestiones. “Las aguas subantárticas y antárticas revisten no solo una enorme importancia científica por las cuestiones y problemáticas climáticas globales o locales, sino que, para nuestro país, tienen también una gran importancia geopolítica”, resalta la científica.

En este sentido, Schloss remarcó que la zona antártica es un espacio donde la colaboración internacional es prioritaria. “Es justamente por eso que se necesitan investigaciones que puedan ser contrapartes reales en estas colaboraciones, que son sumamente necesarias y enriquecedoras”, plantea.

En el aspecto geográfico también influye que la región de estudio está cerca de las Islas Malvinas, tiene a Chile al oeste y al Sur y está a un paso de la Antártida. “Tanto en esta zona como en las aguas del sur del continente, es imprescindible invertir en ciencia. Con ideas, medios, recursos, posibilidades de acceso a los sitios y, desde luego, el apoyo simbólico y también financiero a los científicos y científicas, así como a los becarios y becarias”, resalta.

Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)