El artista, famoso por sus pinturas de la vida en la pampa que habían llegado a los almanaques de Alpargatas, fue tentado por Disney para que trabajara con él en EE.UU. Pero la asociación no llegó a buen puerto.
¿Qué pueden tener en común los gráciles enanitos de Blanca Nieves o las travesuras de Pinocho con la dura y a menudo solitaria vida del gaucho argentino? A primera vista, nada. Sin embargo hace unos ochenta años esos mundos estuvieron muy cerca, aunque no con los resultados esperados. Porque en 1941, Walt Disney en persona estuvo en Argentina para convencer al pintor Florencio Molina Campos, famoso por sus escenas costumbristas, de que colaborase en la empresa de dibujos animados. El artista justo andaba por Estados Unidos y recién se encontraron al año siguiente en los estudios californianos de Disney. Su mano se dejó ver en secuencias de dos mediometrajes, pero cuando se dio cuenta de que en la compañía no se reflejaba como era debido al gaucho decidió renunciar. La historia del hombre que desdeñó trabajar con Disney, nada menos, generó varias leyendas, entre ellas que la película “Bambi” transcurre en nuestra Patagonia, o que Disneylandia está inspirada en la República de los Niños de La Plata.
Florencio de los Ángeles Molina Campos nació en 1891, en el seno de una familia tradicional de Buenos Aires. Fue un artista autodidacta y llevó a cabo su primera exposición la Sociedad Rural Argentina en 1926. Después de ver la muestra, el presidente de la Nación, Marcelo Torcuato de Alvear, lo nombró profesor de arte del Colegio Nacional Nicolás Avellaneda. A partir de ese momento su fama comenzó a crecer.
En 1930 publicó en el diario La Razón la serie “Picapiedras criollos”. Ese mismo año llegó la consagración popular cuando lo convocan para ilustrar el almanaque de Alpargatas S.A. de 1931 con doce obras gauchescas. Eran caricaturas con trazos en estilo naif que mostraban a los personajes de la pampa, con su indumentaria y sus faenas cotidianas. Los almanaques se editaron desde 1930 a 1936 y de 1940 a 1945, y se hizo una reedición en 1961 y 1962. Fue tal el éxito que en 1935 Alpargatas advirtió a sus compradores: “Este calendario es una obra de arte y por lo tanto será de aquí a algunos años de mucho valor; cuídelo no doblándolo de ningún modo”.
Mientras tanto, Florencio Molina Campos realizaba exposiciones en Estados Unidos y en Europa. En uno de sus viajes se casó en segundas nupcias con María Elvira Ponce Aguirre, “Elvirita”.
La chacarera de Disney
En 1941, cuando Florencio se hallaba de nuevo en EE.UU., Walt Disney -ya famoso por “Blancanieves”, “Pinocho” y la flamante “Fantasia”, además de decenas de cortos- llamó por teléfono al rancho Los Estribos, una cabaña de Cascallares, en el partido de Moreno, en el actual Gran Buenos Aires. Atendió “Elvirita”, que se quedó asombrada cuando su interlocutor le dijo que iba a viajar a los arrabales sudamericanos para conocer al dueño de casa.
Disney, que hacía ese viaje también para alejarse de la sede de la empresa luego de una dura huelga de animadores que duró cinco semanas, fue recibido como huésped de honor en Los Estribos, donde disfrutó de la cultura y las costumbres argentinas. Mientras tanto, le endulzaba el oído a Elvira para que convenciera a su marido de que se fuera a trabajar con él.
En Moreno el empresario, su esposa y el staff que voló con él comieron asado, tomaron mate, bailaron zambas y chacareras y visitaron escuelas. Fue un viaje espectacular para ellos; solo faltaba Florencio Molina Campos.
Goofy, un gaucho de mal aspecto
Al año siguiente, por fin, Disney y Molina Campos se encontraron y cerraron trato por tres filmes costumbristas, donde el argentino obraría de asesor artístico. El argentino iba a aportar su inconfundible estética para el diseño de la vestimenta de los personajes y de los paisajes.
La cuestión es que cuando Molina Campos empezó a mirar las primeras imágenes de la secuencia en la que Goofy -o Tribilín, para los lectores argentinos- se viste de gaucho, no le gustó ni medio. Su atuendo tenía toques mexicanos y de los cowboys estadounidenses. Se lo dijo a Walt Disney, que no le hizo demasiado caso, porque el estudio quería reflejar lo “pintoresco” de Sudamérica pero con una mirada local.
Molina Campos intentó hacer razonar al empresario pero no hubo caso. La escena de Goofy terminó en el mediometraje “Saludos Amigos” (1942), junto a otras tres que iban del lago Titicaca a los Andes chilenos y las playas de Rio de Janeiro.
En 1944 se estrenó otra película de tono similar, “The Three Caballeros”, donde se ve la mano del artista en “The Flying Donkey”, que cuenta la historia de un gauchito que monta un burro con alas, pero ya no figura en los créditos.
Aunque sí se ven imágenes de gauchos de Molina Campos en el episodio.
Leyendas
El pintor dio un portazo metafórico, clausurando así la posibilidad del tercer filme pactado. Por cierto, en Internet se asegura que trabajó en “Bambi” (1942) y que la película “transcurre” en los bosques patagónicos. Pero los animadores se inspiraron en los bosques del este de EE.UU., tanto en la vegetación como en la fauna.
Y no hay pruebas, tampoco, de que Disney, fascinado con Argentina, viera con admiración la creación de la República de los Niños en el partido de La Plata y se basara en ella para crear Disneylandia. “No hallé ninguna evidencia”, contó a este cronista Nicolás Colombo, historiador de la capital bonaerense, que agregó: “Todo lo que se diga es parte del mito urbano”. Cuando se construye “La Repu”, “Disney no vino. Muchos sostienen que sí, pero yo destaco que siendo tan conocido por ese entonces, no podría haber pasado desapercibido. En la época de Pablo Bruera (el intendente local entre 2007 y 2015) sus voceros dijeron que habían hallado videos que mostraban a Disney en La Plata. Finalmente ese material no se hizo público, por lo que yo sospecho que lo que habían encontrado eran los videos de Disney visitando Argentina en los ’40”, añadió Colombo.
La verdad es que Molina Campos no necesitó de Disney para ser uno de los más grandes pintores argentinos. Si el lector anda por La Plata, se puede dar una vuelta por el Teatro Argentino, donde se exhiben hasta el 1º de septiembre 38 cuadros del artista, y apreciar estas maravillas con sus propios ojos. Aquí, la leyenda se vuelve realidad. (DIB) MM
Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB