Hasta el hueso: la nueva película de Netflix sobre la anorexia

Psicólogos y psiquiatras advierten sobre la importancia del acompañamiento familiar y cuestionan la mirada del film protagonizado por la hija de Phil Collins sobre este trastorno.

Ellen tiene 20 años y es una artista plástica que, gracias a las redes sociales, adquirió fama por sus creaciones. Pero la trágica decisión de una de sus seguidoras, sumado a una familia disfuncional, desencadena un cuadro de anorexia nerviosa en la joven. Luego del paso por cuatro diferentes clínicas de rehabilitación, es ingresada a un programa con un enfoque poco tradicional.

Ese es el argumento de la película “Hasta el hueso” (To the bone), estrenada hace un par de semanas en Netflix y generó algunas controversias por el enfoque sobre uno de los problemas que más afecta a los jóvenes: los trastornos de conducta alimentaria (TCA).


“No recomendaría a ningún padre y chico que la vea porque el mensaje que da es absolutamente erróneo y riesgoso”, dijo Mabel Bello, directora y creadora de Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALuBA). El mensaje es confuso. Deja en manos del paciente el querer curarse. Es lo mismo que decirle a un suicida que tiene que tener ganas de vivir. Es la misma calidad del mensaje y que es muy complicado pasarlo así a jóvenes”, dijo Bello, y agregó: “Los enfermos no saben encontrar el camino en ese momento. Realmente es peligroso. Esa paciente llegó a tocar fondo, ¿y si no vuelve de ese fondo?”.


Similar postura, aunque con matices, expresó Julieta Ramos, licenciada en psicología de la fundación “La Casita”, que coincidió en que no es necesario tocar fondo para recuperarse. “No estoy de acuerdo con que las chicas tengan que comer solas, ni alojadas en una casa con, al parecer, poca contención psicológica, psiquiátrica, médica y nutricional”, explicó.

“No estoy de acuerdo con el enfoque médico que se le da en la película. Lo que plantea de la motivación de los pacientes es algo que no está bien. Porque los que padecen anorexia tienen una muy baja tasa de reconocimiento de la enfermedad como para llegar a hacer ese click”, explicó Ramos. Pero reconoció como positivo del film que “muestra las posibilidades de la recuperación” y cómo son los tratamientos. “En eso no se suele poner el foco, sino en la patología y los síntomas”, sostuvo.

“Cada vez hay más pacientes, lo vemos en las consultas, y cada vez son más jóvenes. Incluso desde los 9 años. Está bueno que esté en agenda el tema porque ayuda desde la prevención y la transmisión de ideas concretas, claras y lugares para pedir ayuda”, dijo.

Por otra parte, consideró que en la película “no se hace apología” sobre la anorexia. “Si bien todo sobrevuela, no es una cosa grosera, que lejos de enseñar, termina dando ideas”, analizó Ramos sobre la película, que dura 100 minutos en los que se ve a la protagonista con el cuerpo muy deteriorado por el avance de la enfermedad.

Por su parte Horacio Vommaro, médico director de psiquiatría de INEBA (Instituto de Neurociencias Buenos Aires), comentó: “La película explora a una chica anoréxica que tiene la posibilidad de experimentar un abordaje diferente y se basa en la propia experiencia de la directora, que cursó un cuadro de bulimia y anorexia”.

En ese sentido, consideró que “en el film muestran la importancia de los dispositivos grupales” como estrategia terapéutica. “Sin embargo, advierto que el film puede tener diferentes lecturas y en muchas situaciones puede simplificar la complejidad de este tipo de trastorno”, añadió.

En la actualidad, el 80% de los que tienen trastornos de la conducta alimentaria son mujeres. “Se da mucho más en mujeres que hombres, aunque creció la presencia de varones. Arrancaron con un 5% y ahora es del 20%. En el caso de los hombres, el trastorno más común es la vigorexia. En lugar de mostrarse flaquitos quieren mostrarse musculosos buscando suplantar los problemas sociales”, opinó Bello.

Para la titular de ALuBa, “el tratamiento tiene que ofrecerles una nueva forma de vida, una esperanza y que las partes externas – la familia-, ayuden a diseñar estrategias para el futuro. Hay que restituirles la autoestima, que conozcan sus talentos y aprendan de la patología y del relato de otros pacientes”.

La profesional de la salud, cuyo sistema de trabajo en grupos semicerrados se asemeja en el formato al que plantea la película protagonizada por Lily Collins, resaltó que el mensaje de “tocar fondo” es el más riesgoso. “En la vida real, el 90% de las chicas y chicos que comienzan un tratamiento por un trastorno de la conducta alimentaria lo hace en contra de su voluntad. Una de las condiciones de la patología es que no se reconoce la enfermedad y se ocultan los síntomas”, detalló.

“Las chicas que suelen enfermar son perfeccionistas, en muchos casos abanderadas de los colegios, que tienen autoestima baja y necesitan el aplauso y aprobación del otro porque ellas mismas no se aprueban”, explicó Bello. “En la época de la adolescencia donde cambia todo (cuerpo, voz, rol) retraen la atención a su propio cuerpo”, añadió. La especialista consideró que “la sociedad y los medios son clave porque difunden un mensaje que dice, por ejemplo, que ser flaco es señal de éxito”.

Por su parte Vommaro detalló: “En mi experiencia clínica, en muchos casos, trabajar con los vínculos implica la posibilidad de generar un proceso subjetivo diferente. Hay que diferenciar identificación con instaurar modalidades vinculares diferentes que tienen como efecto instaurar nuevas legalidades vinculares”. En este sentido, para el psiquiatra la película, como todo dispositivo artístico, puede ayudar. “Lo que sí me parece importante remarcar es que el trastorno de la conducta alimentaria no es un hecho banal, por el contrario, en muchos casos compromete la vida misma de la persona que lo padece”, dijo.

La psicóloga Ramos no está de acuerdo en impedir que las personas que padecen de un trastorno vinculado a la alimentación vean la película. “La mejor idea es que los chicos la miren con alguien y que puedan preguntar y generar un espacio de diálogo con sus padres, que siempre es importante”, dijo.

Un Testimonio:

La aparición de una película que aborda el tema también generó señales de alerta en padres de chicos en tratamiento. Es el caso de Alejandro, cuya hija de 13 años tiene anorexia, llegó a pesar 38 kilos y está hace 7 meses en tratamiento.

Contó que cuando se enteró de que salió esta película, llamó a la doctora que trata a su hija, quien le recomendó que no vieran el film. “Ella empezó hace un año a fijarse en las calorías y en lo que comía. Por eso la mandamos a un nutricionista que la pesaba constantemente y le decía qué tenía que comer y las calorías de los alimentos. Todo lo contrario a lo que necesitaba”, contó Alejandro. “Mi hija comenzó a saber cuántas calorías tenía cada cosa y bajar cada vez más de peso. No iba al baño, hacía muchos ejercicios. Luego comenzó a desmenuzar comida y comerla con la mano”, describió.

El relato de la historia de su hija se refleja en varias escenas de la película, que muestra con bastante realismo y crudeza las transformaciones corporales que atraviesa una persona enferma de anorexia nerviosa, la patología que tiene la protagonista.

Con la voz entrecortada, recordó: “Mi hija pesaba 38 kilos. Estaba desahuciada. No quería hacer nada, no podía ni caminar. La realidad es que la anorexia no es un problema de la comida. Es un problema psicológico. Eso lo entendí con el tratamiento. Tiene un poquito de genética, pero la sociedad y el entorno te marcan mucho”.

Alejandro, que participa activamente en el proceso de recuperación de su hija, contó que una vez a la semana tienen una reunión familiar en la clínica. “Si la familia no acompaña es muy duro para la persona salir. Es muy duro no saber cómo recuperarla. Pero verla sonreír y querer hacer cosas es impresionante. Mi hija está bien y puede caminar gracias a que fue y es tratada”.

Al ser consultada sobre las señales que tienen que alertar a los padres sobre la existencia de algún trastorno de este tipo, Ramos dijo que es importante prestar atención si una persona “empieza a dar vueltas para comer o cambia de manera brusca la forma de alimentarse”.

“También es una señal la eliminación de determinados productos de la dieta, como puede ser la carne y los hidratos. Los chicos además empiezan a aislarse y estar más bajoneados. Se miran más al espejo y están atentos a su imagen. Esto lo notás porque están preguntando constantemente «cómo estoy, cómo me veo»”, añadió la especialista.

El psiquiatra Vommaro detalló: “Las señales son de tres tipos. Se relacionan con modificaciones conductuales expresadas en retraimiento, conductas evasivas, atracones o restricciones alimentarias. Desde lo afectivo, hay irritabilidad y alteraciones emocionales bruscas y, desde lo vincular, aislamiento, pérdida de vínculos sociales y dificultades laborales”. Sobre este punto, destacó que “la anorexia no consiste solo en la delgadez”, sino que compromete a la persona en su totalidad y desde ya, a su familia. “Lo que es importante es recurrir rápidamente a la ayuda profesional”, sostuvo.


“La anorexia aparece entre los 12 y los 19, es raro que se extienda. Sí se puede extender si no se trata bien. La bulimia arranca un par de años más tarde, se puede extender más y es más difícil de curar. En ambos casos pueden llevar a la muerte”, dijo Bello.


“No son difíciles de tratar, a los 15 días del tratamiento ya comen. Pero eso no es la cura. Cuando una persona sale del grupo y enfrenta la sociedad y no desarrolló capacidades para defenderse, vuelve a caer en la patología alimentaria. Es como el alcoholismo o la drogodependencia”, añadió la especialista. “Las recaídas son frecuentes. No se les da el alta hasta que la persona no tiene un proyecto de vida y sabe comunicarse. Si consigue esto no va a necesitar la patología otra vez sabiendo defenderse e integrarse”, detalló.