Por Carlos Luna – Bob Dylan es considerado como una de las figuras más prolíficas e influyentes de su generación en la música popular del siglo XX. Gran parte de su trabajo más célebre data de la década de 1960, en la que se dio a conocer como cantautor. En Junio de 1965 grabó una de sus canciones más emblemáticas “Like a rolling stone”.
El tema alcanzó su mejor versión en el transcurso de una sesión caótica de grabación debido a que la música no tenía partitura y se tocó de oído. Al Kooper, en aquel entonces un guitarrista de 21 años, no participaba de las pruebas, pero se encontraba presente como invitado del productor Wilson. Tras un par de tomas de prueba, Wilson cambió al pianista Griffin de un órgano Hammond al piano. Cuando Kooper le dijo al productor que quería intentar algo en el órgano desocupado, éste se burló del guitarrista, pero no se lo negó. El joven guitarrista se sentó al órgano y Wilson dejó a Kooper tocando el doble teclado. Durante la ejecución y desconociendo la música, Kooper tenía que esperar un momento a que Bob tocase la guitarra, y entonces, en cuanto identificaba el acorde, él lo tocaba en el órgano.
Tras escuchar una reproducción de la canción, Dylan insistió en que el órgano debía sonar más fuerte en la mezcla, pese a las objeciones de Wilson en que Kooper «no era un organista».
Lo que podía parecer un delirio instrumental, porque el cambio de acorde en el órgano siempre iba uno o dos segundos por detrás de la guitarra, se convirtió en un sonido característico de muchas canciones de Bob Dylan. Todo por “culpa” de alguien que no tenía que estar allí porque no sabía tocar muy bien que digamos y por la complacencia del productor que admitió algo fuera de lugar.
Si tomamos este hecho como una metáfora de vida, podemos encontrar la causa de muchos de los problemas con que batallamos cada día.
No aceptamos que nada se nos escape de nuestras manos. Queremos controlarlo todo y que cada cosa planificada fluya de una manera perfecta. No admitimos que una pequeña falla o equivocación puede salvar cosas más valiosas en muchos casos.
Todos tenemos que aprender a corregir, a perdonar y a dejar de controlar todas las cosas y todas las personas. Es mejor una pequeña ilusión rota, que una vida rota. Es mejor reconocer que hicimos algo mal, que perder una amistad. Es más importante ceder unos segundos o unas horas de nuestra ordenada agenda que perder a nuestra familia.
Este argumento no nos autoriza a andar por la vida equivocándonos, sino que nos orienta a vivir con nuestras imperfecciones y las de los demás. Nos sugiere aprender a soportar lo que nosotros hacemos mal y lo que otros hacen mal. Nos anima a aprender a soñar teniendo en cuenta nuestras limitaciones.
Hace 20 siglos un rabino judío juntó una docena de discípulos de los más variados orígenes. Eran un verdadero desastre: Indecisos, dubitativos, distraídos, interesados, miedosos y además competían entre sí. Y, sin embargo, Jesús -su maestro- sacó lo mejor de ese conjunto de hombres y a pesar de sus debilidades, los transformó en una fuerza imbatible que enfrentó al imperio Romano, trasuntó sus fronteras y llenó al mundo con el mensaje que les había encargado. No eligió los mejores religiosos, sino que tomó predicadores improvisados y los llenó de su poder para transformar al que recibía su mensaje. Dios puede hacer esto con cada persona que se acerca a él con fe y confiando que, de una persona común llena de fallas y dudas, puede hacer un ser pleno, lleno de felicidad y paz interior.
Pablo a los Corintios en su primera carta, cap. 1 – Hermanos, consideren su propio llamamiento: No muchos de ustedes son sabios, según criterios meramente humanos; ni son muchos los poderosos ni muchos los de noble cuna. Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse… para que, como está escrito: «Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor»
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