El 86% de los adolescentes de la Argentina piensa que el Estado tiene que sancionar con multas graves a las empresas que contaminan el medioambiente. Sin embargo, los investigadores del profundizan sobre la tensión entre desarrollo económico y preocupación ambiental, especialmente en los países en vías de desarrollo como Argentina, donde el 43,2% de los argentinos cree que es más importante promover el desarrollo económico y la generación de empleo que la protección del ambiente.
De cara a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 26), que celebra en la ciudad escocesa de Glasgow, del 1 al 12 de noviembre, una investigación del Centro de Estudios en Comunicación Aplicada (CECAP) de la Universidad Austral revela que la agenda ambiental es un proceso que mezcla el impacto físico en ecosistema y la construcción social y mediática del ambiente como un lugar de crisis.
El informe titulado “El Ambiente en el escenario público: 12 claves para entender la agenda ambiental”, liderado por los investigadores Arturo Fitz Herbert y Juan Pablo Cannata, indica que “la relevancia del ambientalismo para una persona está relacionada -nunca determinada- con el contexto cultural y de los grupos de afinidad en los que se mueve”.
En principio, se establece una diferencia entre ambiente y ambientalismo. El primero se trata de una realidad material que existe independientemente del ser humano. El ambientalismo, en cambio, consiste en cómo se relacionan los seres humanos con el ambiente. Este último, depende de cómo las personas interpretan individual y grupalmente ese vínculo: qué valor tiene el ambiente, cuál se considera que es su función, de qué manera lo afecta la actividad humana. “En otras palabras, el ambientalismo -así como también el rechazo al ambientalismo- depende del punto de vista humano: es una construcción social”, expresan los especialistas.
En el caso de los adolescentes, por ejemplo, el estudio del CECAP indica que “el 86% de los adolescentes de la Argentina piensa que el Estado tiene que sancionar con multas graves a las empresas que contaminan el medioambiente”. Estos datos fueron obtenidos partir de una encuesta a 1160 adolescentes entre 14 y 18 años, estudiantes de colegios privados de distintas provincias del país (que se llevó a cabo en 2020 y 2021), para explorar sus percepciones y opiniones sobre temas relevantes de la conversación pública llevada adelante por la Universidad Austral.
La realidad es distinta
Lo que los jóvenes piensan sobre el rol contralor del Estado pareciera que no se condice con la realidad. Según el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible de la Provincia de Buenos Aires, entre el 2005 y el 2021 se han clausurado 1.653 empresas por no cumplir con la normativa ambiental. Este número equivale aproximadamente al 0,8% del total de empresas de la provincia, según el mapa del Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación realizado en 2017 sobre el total de las empresas.
Otro dato: según la lista oficial que elabora desde 2011 la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo (Acumar) sobre las empresas consideradas agentes contaminantes del Riachuelo, a febrero de este año seguía en infracción el 58% de dichas empresas; es decir en 10 años solo el 42% de las firmas se adecuaron a la normativa ambiental.
“En el marco de un desafío tan amplio y diverso como lo es sentar las bases para mitigar el Cambio Climático y sus peores efectos, genera enorme preocupación la incapacidad que tenemos en Argentina para lidiar con los problemas ambientales desde un punto de vista local y puntual. Siendo la Cuenca Matanza Riachuelo uno de los tantos ejemplos en Argentina, las cifras de adecuación a la normativa ambiental esbozadas nos hablan de la falta de incentivos, acompañamiento y castigo para resolver una problemática ambiental que además tiene enormes impactos sociales y económicos asociados”, expresa Pablo Lucangeli Obes, profesor de Cambio Climático en la Maestría en Política, Derecho y Gestión Ambiental de Universidad Austral.
Para Lucangeli Obes, quien es ingeniero industrial especialista en Desarrollo Sostenible, será difícil coordinar acciones de mitigación y adaptación al Cambio Climático “a la altura” de lo que se necesita y ve lejana la posibilidad de dar un espacio suficiente a la agenda ambiental, y de reconocer su relevancia. “El verdadero cambio de paradigma está en aceptar que el desarrollo económico y el cuidado ambiental ya no pueden ir desacoplados. El desarrollo económico sin cuidado ambiental tiene únicamente una mirada de corto plazo muy peligrosa, pensando en un contexto mundial que sí está adecuándose de forma más acelerada”, afirma.
Según indican los académicos del CECAP, esto podría explicarse porque “los contenidos ambientalistas comenzaron a insertarse en las agendas escolares y a producir mayor conciencia en públicos alejados de la ciencia. La vinculación entre industrias y contaminación, teóricamente compleja, se volvió un saber común de la población”.
Importancia del tema en Argentina
El informe recopila, como disparador del análisis cualitativo, una serie de datos que muestran la relevancia del tema en Argentina: según el World Values Survey (2017), en el mundo, el 54,4% privilegia el cuidado ambiental y el 36,2% el desarrollo económico. En cambio, en nuestro país, el 43,2% de los argentinos cree que es más importante promover el desarrollo económico y la generación de empleo que la protección del ambiente, contra el 40,6% que cree que es más importante la protección ambiental.
En este punto, los investigadores del CECAP profundizan sobre la tensión entre desarrollo económico y preocupación ambiental, especialmente en los países en vías de desarrollo. Por un lado, el discurso ambiental pierde peso político por las discusiones internas acerca del modelo de desarrollo. Y, por otro, la propia promoción del desarrollo choca con más barreras cuando no tiene en cuenta la sostenibilidad ambiental.
Finalmente, explican la importancia de los conflictos en la visibilización de la agenda ambiental: “Los conflictos suelen ser muy atractivos para la cobertura mediática, y por lo tanto no es extraño que las imágenes que se producen en el discurso público durante los conflictos sean importantes para la representación pública acerca del vínculo entre empresas y ambientalistas. A menudo se percibe a esta relación como una antinomia, en la que cada parte es un opuesto que se excluye. No obstante, ambas partes son necesarias para mejorar la sustentabilidad”