Con eso se pretende crear vida donde ya no la había, un proyecto científico internacional para el que se necesitan vientres de alquiler y algo más de cuatro millones de euros.
La idea es realizar una inseminación artificial con los óvulos de Najin y Fatu, rinocerontes que son madre e hija y habitan en Kenia, y el esperma conservado en nitrógeno líquido de Sudán, el último ejemplar macho que vivió. Pero existe un problema en el camino: será necesario hacer esta operación en un vientre ajeno porque fecundarlas resulta riesgoso.
“La fisiología de los rinocerontes hace imposible implantar un embrión por la vagina sin herir al animal o de forma poco invasiva. El método consiste en introducir un catéter con una aguja en el extremo por el recto y llegar al útero a través del sistema digestivo”, explicó Steven Seet, portavoz del Instituto Leibniz.
Pero el proyecto va más allá. Como es de esperarse, la fecundación in-vitro no daría los embriones suficientes para salvar esta especie.
Fuente: El Espectador