Los ejemplares analizados por un grupo de investigación del Conicet La Plata datan de hace más de 30 millones de años y la mayoría son muestras recolectadas en sucesivas campañas del Instituto Antártico Argentino (IAA) en la Isla Marambio.

Un grupo de investigación del Conicet La Plata analizó huesos de ejemplares de pingüinos que vivieron hace más de 30 millones de años y halló elementos químicos derivados del movimiento de las placas tectónicas por las que se produjo la separación entre la Antártida y Sudamérica.

En un comunicado, se explicó que el evento que se estudió fue la separación de la Península Antártica de América del Sur y la consecuente apertura de lo que se denominó Pasaje de Drake, proceso que se ubica hace alrededor de 35 millones de años.

“Si bien desde la geología se lo asocia a múltiples fenómenos como la formación de volcanes o el magmatismo, su abordaje desde otras disciplinas se vuelve muy valioso para sumar o contrastar evidencias. Es el caso de una investigación que se difundió este miércoles, en la que especialistas reportan los hallazgos del análisis geoquímico de huesos fosilizados de pingüinos que vivieron en aquel entonces”, se explicó.

En ese sentido, Leandro Pérez, investigador del Conicet en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y primer autor del trabajo dijo: “Como la Península Antártica tiene un registro fósil muy rico y continuo de pingüinos desde inicios del Cenozoico, hace aproximadamente 60 millones de años, hasta unos 34 millones de años, es decir casi la totalidad del período geológico conocido como Paleógeno, decidimos analizar si en sus fósiles había algún indicio de este evento, y encontramos que sí”.

La hipótesis que se planteó el especialista era que los cambios geoquímicos generados por el movimiento de terrenos podrían verse reflejados en el fosfato que compone los huesos de estas aves, y para comprobarlo reunieron muestras recolectadas en sucesivas campañas del Instituto Antártico Argentino (IAA) en la Isla Marambio, al oeste de la península.

Los registros utilizados para el análisis pertenecen a pingüinos de distintas especies que habitaron el continente blanco durante el Paleógeno, sumados a los de un ejemplar actual para poder hacer comparaciones, que se encuentran en el Museo de La Plata.

“Este descubrimiento representa uno de los indicios más ajustados del proceso que dio lugar al Pasaje de Drake”, añadió Pérez.

Por su parte, Marcelo Reguero, profesional principal del Conicet e investigador del IAA señaló: “El área de estudio en el que está localizada la actividad volcánica de aquel momento es el oeste de la península, las islas Shetland del Sur y 25 de Mayo, entre otros puntos. Pero las muestras de pingüinos más abundantes corresponden a la cuenca de James Ross, una zona ubicada al noreste en la que no hay muchas señales de actividades tectónicas o vulcanismo. Lo interesante es que ambos registros coinciden temporalmente, y por eso en este trabajo quisimos buscar indicios que los relacionaran”.

Sobre las características y condiciones de vida de los animales, Pérez dijo que “no hay mayores cambios a lo largo de la historia geológica: habitan en pingüineras asociadas al mar pero sobre la costa, con lo cual esa señal geoquímica que observamos les llegó desde el continente”.

De acuerdo a la explicación del experto, se trata de soluciones cargadas de elementos químicos que se introducen en el ambiente y que pueden indicar actividad volcánica próxima. La incorporaron a los huesos se da en vida, durante su desarrollo, pero también a través de fracturas y porosidades en el proceso de fosilización.

“La muestra control, que es la del pingüino actual, no tiene esa señal, y esto se debe a que en el presente no hay actividad volcánica como sí ocurrió al momento de la separación de la Antártida y América del Sur, cuando se encontraba en formación el arco de Scotia”, apuntó el investigador, en referencia a la cordillera submarina que continúa los Andes y que tiene vulcanismo y sismicidad.

La presencia de bajas cantidades de Eu detectada aparece en los fósiles datados a finales del Eoceno, entre los 38 y 34 millones de años de antigüedad.

“Son muestras continuas que nos dicen que en esa ventana de tiempo hay un tectonismo indicador de un movimiento grande de placas”, añadió Reguero.

Como próximo paso, el equipo se propone buscar las mismas señales geoquímicas en rocas o fósiles de la parte más austral de la Argentina y Chile, precisamente las porciones de tierra que en su momento estuvieron unidas a la Antártida, que guardan registros de las mismas especies de pingüinos, y que por ende deberían ensamblarse con lo observado en este estudio.

Fuente: Télam