Por Cristián Frers – “Conservaremos sólo aquello que amemos, amaremos sólo aquello que entendamos y entenderemos sólo lo que se nos enseñen”. Desde siempre la especie humana ha interaccionado con el medio y lo ha modificado, los problemas ambientales no son nuevos. Sin embargo, lo que hace especialmente preocupante la situación actual es la aceleración de esas modificaciones, su carácter masivo y la universalidad de sus consecuencias.
Los problemas ambientales ya no aparecen como independientes unos de otros sino que constituyen elementos que se relacionan entre sí configurando una realidad diferente a la simple acumulación de todos ellos. Por ello, hoy en día podemos hablar de algo más que de simples problemas ambientales, nos enfrentamos a una auténtica crisis ambiental y la gravedad de la crisis se manifiesta en su carácter global.
Sin embargo, no podemos limitarnos a percibir esta crisis como conflicto en el que determinados planteamientos sobre el mundo y sobre la vida resultan inadecuados. Si somos conscientes de que sólo en un ambiente de crisis se consideran y se desarrollan soluciones innovadoras, parece claro que tenemos ante nosotros el desafío de encontrar en la crisis una ocasión para reinventar de forma creativa nuestra manera de entender y relacionarnos con el mundo.
La educación ambiental aumenta la concienciación y el conocimiento de los ciudadanos sobre temáticas o problemas ambientales. Al hacerlo, le brinda al público las herramientas necesarias para tomar decisiones informadas y medidas responsables.
Hoy más que nunca, es urgente un cambio de comportamiento social, económico, político y cultural para construir una relación de equilibrio entre el hombre y la naturaleza, que permita la conservación de todos los recursos naturales y poder lograr un desarrollo sostenible que satisfaga las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer las generaciones futuras.
En este sentido, es indispensable la educación ambiental porque busca generar conocimientos en toda la población sobre los elementos del ambiente y que el causante de esta crisis el ser humano, tome conciencia del impacto que ha generado en su relación con su entorno natural, donde la educación es la única que puede lograr ese cambio de conducta por medio de conocimientos, actitudes y valores ecológicos para una participación de la humanidad bien informada para mejorar las condiciones y situaciones ambientales.
La educación ambiental en Argentina está llamada a reinventarse. La metamorfosis se ha iniciado con un cambio conceptual: la nueva Educación Ambiental, a asumido bajo la noción de ambiente la dimensión de lo biológico-natural, de lo económico y de lo social. Este cambio le permite conciliar la búsqueda de progreso y la de equidad. Se trata de un equilibrio en tensión en el que conviven fuerzas contrapuestas que no se excluyen entre sí.
La educación ambiental del siglo XXI ha de ser interdisciplinaria en la medida en que la nueva noción de ambiente le obliga a considerar perspectivas ecológicas, económicas, sociológicas, demográficas, energéticas, políticas, entre otras. Cuando se trata de las problemáticas ambientales, cada una de estas perspectivas adquiere una relevancia tal que el olvido de una de ellas implica la incapacidad de dar cuenta verdaderamente del problema en cuestión. La simplificación implica incomprensión.
Esta educación habrá de dedicarse a la formación del espíritu crítico, la capacidad para liderar y resolver conflictos, el respeto y preservación de los valores de la diversidad cultural y biológica o la solidaridad intergeneracional, competencias tan necesarias para la formación ambiental como para otras dimensiones de la educación. Pero su tarea no se limita a ello. Se le exige al educador ambiental identificar con criterio técnico y pedagógico a qué problemas específicos debe dar respuesta su programa de formación. Debe ser capaz de elegir temáticas significativas considerando su impacto concreto; proponer acciones eficaces y medir sus resultados. Esto exige combinar la mirada atenta a lo local y regional, sin descuidar la perspectiva global.
La aplicación de la educación ambiental no consiste, entonces, en una mera aplicación de ajustes y complementos a los programas tradicionales de la educación, se trata, más bien, de convocar a nuevos enfoques, nuevos contenidos y nuevos métodos, haciendo más flexibles las tradicionales estructuras de los sistemas educativos.
* Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social