Por Carlos Luna – Tal vez alguna vez leíste o escuchaste hablar de este principio de conducta empresarial que ha sido la base del éxito de muchas empresas a lo largo y ancho del planeta. Pero este principio se aplica también en casi todos los aspectos de la vida, desde el económico, laboral y hasta en las relaciones personales.
Recorrer la milla extra significa que damos lo mejor de nosotros mismos, en todo lo que hacemos, sin medir el beneficio inmediato.
Se refiere a dar más y con excelencia, ya que es un hecho comprobado que quien se limita a hacer sólo lo que le piden, no sobresale del resto y representa a una persona promedio.
La milla extra pone en marcha además en la gente lo que podríamos llamar: “La ley de acción y reacción”, que nunca falla. Significa que todo el esfuerzo que uno hace no se pierde sino que regresa en alguna forma a nosotros. Si no lo hace de forma inmediata, lo hará mañana probablemente aumentado.
Pero aunque parezca extraño, este principio no salió de una conferencia sobre Management, sino de un rabino que vivió hace dos mil años en Palestina: Jesucristo.
Durante su vida en la tierra, Jesús enseñó muchas cosas profundas sobre el Reino de Dios, pero también conceptualizó principios de vida para la gente. Entre las enseñanzas que dio sobre la espiritualidad, también dijo cosas como estas:
“A cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. “
San Mateo cap. 5:41
Jesús no volvió a hablar sobre este concepto nunca más y solo lo dejó escurrir entre las maravillosas frases que se escucharon cuando enunció el Sermón del Monte
Al hacerlo, Jesús refería a una práctica común en sus tiempos: Si los soldados romanos que ocupaban el país debían llevar una carga cualquiera entre sus actividades militares, podían obligar a la primera persona que encontraran en la calle a hacerlo por una milla (como unas quince cuadras).
Podemos imaginarnos la molestia y contrariedad que representaba para cualquier trabajador, por ejemplo que volvía a su casa después de un día de trabajo pesado y solo quería sentarse a descansar y reponer fuerzas en la cena. De repente aparecía una cuadrilla de soldados romanos y le obligaba a que lleve su pesada carga una milla. Negarse lo expondría a recibir una multa o terminar en la cárcel. Simón de Cirene es el más evidente de estos casos que encontramos en la Biblia. Él venía del campo y fue obligado a llevar la cruz de Jesús y no pudo resistirse.
A través de esta enseñanza, Jesús nos insta a hacer más de lo que estamos obligados porque la primera milla se camina por imposición y la segunda milla, por voluntad propia.
Reveló así el secreto para tener éxito en cualquier trabajo, fuera del ámbito espiritual o religioso.
Cuando Jesús convirtió el agua en vino en las bodas de Caná (Juan cap. 2) graficó con esa acción lo que dijo en su sermón.
Una vez realizado el milagro del vino, recibió este comentario del encargado de la fiesta:
—Todos sirven primero el mejor vino, y cuando los invitados ya han bebido mucho, entonces sirven el más barato; pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora.
Jesús hizo la diferencia en ese banquete transformando el agua en un vino de calidad y no en el que guardaban para el final de la fiesta. Su intervención consistió en un acto excelente como no podía ser de otra manera.
Todo lo que Jesús enseñó es verdad y justicia, por lo tanto este concepto de vida también es verdadero y funciona si lo ponemos en práctica. Nos dará mayor satisfacción sobre lo que hacemos para nosotros mismos y para los demás. Mostraremos, sin buscarlo tal vez, rasgos del carácter de excelencia que tenía nuestro Maestro.
Traten a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes.
Palabras de Jesús en Lucas cap. 6