La tribu de los robots que nacen en impresoras 3D se expande por el mundo

Gael Langevin junto a un robot InMoov; todo el diseño es de código abierto, así que cualquier persona con una impresora 3D puede crear el suyo.

Escultor de profesión, Langevin modeló hace siete años la estructura de un autómata de tamaño humano cuyas partes se pueden reproducir en casa con una impresora 3D. Luego aprendió a programar y buscó ayuda de expertos para dar vida a su creación, que compartió al completo en la gran red. Calcula que actualmente existe una tribu de unos 1000 autómatas inMoov en todo el mundo (incluyendo varios en la Argentina), no todos enteros pero sí con un mínimo de dos brazos.

Todo empezó cuando un cliente de Langevin le pidió que moldeara una prótesis de una mano. Al final el encargo fue cancelado, pero él siguió. Se inspiró en una de sus extremidades superiores para construirla y le añadió un motor. Colgó el modelo 3D y un tutorial del proceso de creación en internet. “En dos meses 7000 personas se habían descargado la mano”, cuenta.


 

Este funcionamiento en red de los autómatas aún no está en marcha. “Tenemos que pensar mucho en ello a nivel ético”, reflexiona. Ante una posible amenaza futura de los robots hacia los humanos, Langevin destaca la importancia de que los proyectos de inteligencia artificial sean de código abierto, como el suyo.


 

“Si algo va mal, todo el mundo tiene que tener acceso a él. En el software propietario sólo pueden tocarlo los creadores y eso es más arriesgado”, opina. “Hemos visto escenarios muy malos en las películas y en los libros, tenemos que aprender de esto”, concluye.

Construir un robot en casa es quizá uno de los grandes hitos de la filosofía hazlo tú mismo, eje del encuentro Maker Faire Barcelona 2018, en el que los asistentes pudieron interactuar con el inMoov de Langevin, ya resucitado después de su letargo dentro de las trolleys.


 

El escultor francés destaca que lo que le ha sorprendido más en estos años es la historia de un chico griego que, con 15 años, publicó que había construido el robot entero, sin haber planteado ninguna pregunta en los foros. Otra sorpresa: un maker que modificó la mano y la convirtió en un tentáculo de pulpo. Asegura que los particulares comparten más información de las mejoras que obtienen en comparación con las universidades que apuestan por el proyecto. El asunto pendiente de Langevin: conseguir que inMoov ande.


 

Fuente: La Nación