Las comunidades de algas gigantes albergan una gran biodiversidad y contribuyen a luchar contra el cambio climático. Un estudio evalúa el impacto ambiental de las actividades humanas en estos ecosistemas fueguinos con miras a diseñar estrategias para protegerlos.

El lobo marino de un pelo (Otaria flavescens) es una de las especies de mamíferos asociadas a los bosques sumergidos. Salvo indicación, las fotos pertenecen a Mariano Rodríguez, buzo científico y fotógrafo (Instagram: @argentinasubmarina)

Los mares del sur argentino esconden maravillas extraordinarias en sus profundidades. Los llamados bosques sumergidos están entre ellas: son ecosistemas dominados por una especie de alga parda gigante que se asocia al suelo marino y forma grandes columnas que pueden llegar hasta la superficie. Actualmente, estos ecosistemas únicos están disminuyendo debido a las actividades humanas: en los últimos 50 años, se detectaron reducciones en el 38% de los bosques de algas pardas conocidos en el mundo. No obstante, cada región presenta patrones únicos que hacen necesario un análisis particular.

Julieta Kaminsky, coautora del estudio.

Un estudio que analiza el impacto de las acciones humanas sobre los bosques sumergidos en Ushuaia determinó de forma preliminar que, a pesar de la tendencia global, estos ecosistemas generan mecanismos para adaptarse a los cambios del entorno. Julieta Kaminsky, coautora del estudio y becaria doctoral en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC-CONICET), presentó estas observaciones en el Ciclo de Seminarios del Mar, organizado por la cátedra de Ecología Acuática de la FAUBA.

Según María Boveri, docente de esa cátedra, “de la FAUBA egresan licenciados en Ciencias Ambientales que, como Julieta, son capaces de actuar en múltiples ámbitos para hacer aportes concretos al cuidado del entorno y a la mejora de nuestra calidad de vida. Para el trabajo en ríos, lagos y lagunas, tienen una sólida formación en ecología acuática continental, que complementamos con este ciclo, que contribuyó a ampliar la mira de los estudiantes y los puso en contacto con profesionales que investigan los ámbitos marinos de nuestro país”.

Columnas de Macrocystis pyrifera, conocida como cachiyuyo, el alga gigante que forma bosques sumergidos en Ushuaia. Foto: J. Kaminsky

Ecosistemas marinos en acción

En las costas de la Patagonia Argentina, los bosques sumergidos se forman a partir de un alga llamada cachiyuyo —cuyo nombre científico es Macrocystis pyrifera— que puede medir más de 30 metros de largo. “Llamamos bosques a estos ecosistemas porque debajo del alga principal, que es la que forma el ecosistema, viven otras especies más pequeñas, al igual que ocurre en los bosques terrestres”, explicó Julieta, licenciada en Ciencias Ambientales por la FAUBA.

Glabraser antarctica, una de las muchas especies de estrellas de mar que habitan los bosques de Macrocystis

Recientemente, se reconoció la importancia de las macroalgas por su capacidad para “secuestrar” carbono de la atmósfera y así evitar que aumente el calentamiento global. “En la actualidad, forman parte del conteo del llamado carbono azul, que es el nombre que tienen las emisiones que absorben los ambientes marinos. En un contexto de cambio climático, los ecosistemas con alto potencial para absorber carbono cumplen una función ecológica fundamental”, señaló Julieta.

Y añadió: “Las macroalgas generan energía y alimento, proveen hábitat para otras especies y también pueden modificar las condiciones físicas del entorno y reducir la erosión en la costa que causa el oleaje”.

Hay muchas especies de moluscos que habitan los bosques sumergidos. En la foto, un pulpo colorado o Enteroctopus megalocyathus, su nombre científico

Los bosques del fin del mundo

Kaminsky destacó que los bosques de Macrocystis cambian a lo largo del año, ya que esta alga tiene una alta capacidad de respuesta a las variaciones ambientales. “El ecosistema se adecua a los cambios en la cantidad de luz, que en esta región varía con la época del año, y con las descargas de los glaciares, que enturbian las aguas, además de otras variables naturales. Pero a estas se suman las actividades humanas, que en Ushuaia tienen que ver principalmente con las descargas de aguas residuales y basura”.

Vista de las columnas de Macrocystis pyrifera, o cachiyuyo. Foto: J. Kamisnky

Por esto, la investigación de Julieta busca entender cómo responden los bosques a las presiones humanas. “Tomamos muestras en dos sitios, uno expuesto a la descarga de residuos industriales y otro más alejado, y encontramos diferencias entre ambos que podrían darnos pistas sobre qué estrategias tienen las macroalgas para responder a los cambios en el ambiente”, puntualizó.

Julieta destacó que una diferencia es que “en el lugar expuesto a las descargas, las algas tienen otras formas, por ejemplo, con láminas similares a las hojas, que son más grandes, aunque menos abundantes que en el sitio alejado”.

Los bosques sumergidos en la Argentina están a lo largo de las costas desde Chubut hasta Tierra del Fuego. “Las comunidades de Macrocystis se ven como cinturones continuos y largos, paralelos a la costa, formando bosques muy densos. Pero también pueden formar parches, que son porciones de bosque separadas entre sí”, explicó Julieta.

Conocer para cuidar

La becaria resaltó que hay una reducción global de bosques de macroalgas que no está totalmente cuantificada. “Esto se debe a factores como el aumento de nutrientes en el agua —llamado eutrofización—, las olas de calor, el incremento de la temperatura global, la explotación pesquera y la introducción de especies exóticas, que hacen que los bosques se reemplacen por sistemas menos diversos. En este estudio, queremos ver en qué medida eso está pasando acá y cómo están respondiendo las algas”.

Paranotothenia magellanica, una de las muchas especies de peces que asociadas a estos ecosistemas

Los resultados de esta investigación podrían ser relevantes para entender el estado de las macroalgas en otros sitios con condiciones ambientales similares, según señaló Julieta. “Tierra del Fuego es el límite sur a partir del cual ya no hay más bosques sumergidos de cachiyuyo; más allá hay otros ecosistemas que son más similares a praderas. Y dado que el aumento de la temperatura global condiciona su supervivencia, sería especialmente preocupante encontrarnos con que se están retrayendo en esta zona”, explicó.

Y añadió: “En Ushuaia hay un impulso fuerte a la industria, pero, al mismo tiempo, se promueve el turismo ecológico, lo cual genera una tensión entre dos formas de crecimiento muy distintas. A esto se suman factores como el tránsito marítimo, el hecho de que es una zona fronteriza y que además es una puerta de entrada a la Antártida. Todo esto puede afectar los ecosistemas marinos. Por eso, entender estos impactos nos ayuda a prevenir”.

Julieta animó a estudiantes a bucear en los ecosistemas marinos de la Argentina, una experiencia fascinante que además es necesaria para su estudio y conservación. Foto: J. Kaminsky

Julieta concluyó diciendo que “hay muchas zonas y especies por explorar todavía en el Mar Argentino. Es una gran oportunidad, ya que hay líneas de investigación en varios institutos de nuestro país y hace falta profundizar nuestro conocimiento sobre macroalgas. Hay temas, vacantes y formas de estudiar estos ecosistemas en la Argentina; lo que necesitamos son buzos y buzas que se animen a sumergirse en ellos”.

Por: Yanina P. Nemirovsky (SLT-FAUBA)