NO ES POSIBLE SOBREVIVIR SIN AGUA

Por Daniel Armando Vogel – Hola, buen día y feliz domingo a todos en esta jornada donde, una vez más, el sol se hace presente y nos señala el adiós del cuarto mes del año. Hoy deseo compartir con ustedes un recuerdo de mi infancia, el cual intentaré aplicar en la reflexión que haré al final de la columna editorial de hoy.

Mi padre, Armando, quien me otorgó mi segundo nombre y su apellido, era un hombre de múltiples habilidades en el hogar. No recuerdo que en mi casa de infancia haya entrado algún profesional o proveedor de servicios tales como plomero, electricista, gasista, pintor, albañil, carpintero e incluso, techista, entre otros.

Mi padre lo hacía todo y ahora les compartiré una anécdota. Quizás tenía 7 u 8 años cuando, de repente, el agua comenzó a brotar de la pared en el comedor en la casa de mi infancia.

Durante el fin de semana, cuando disponía de más tiempo debido a su arduo trabajo criando a sus seis hijos, observé cómo tomaba un martillo, un cortafierros y otra herramienta de albañilería, y comenzó a cavar o romper la pared. Después de varios metros, finalmente encontró el lugar por donde el dichoso caño estaba perdiendo.

Observé con atención ese trabajo, que para mí era toda una hazaña, ver a mi viejo, que era carnicero, arreglando la fuga de agua en la casa.

Antes de comenzar la tarea, cerró lo que me había mostrado: una llave de paso en la entrada de la casa. Al cerrarla, el agua no circulará por toda la vivienda, lo que me permitirá reparar la fuga, explicó mientras intentaba enseñarme su oficio de plomero, ya sea improvisado o de corajudo.

Cuando descubrió la pérdida, realizó algunas conexiones, cortó y soldó el caño picado o rajado, y recuerdo que me dijo: “Vamos a volver a abrir la llave de paso para que circule el agua y ver si el arreglo que hice funciona. Si no es así, tendremos que cortarla de nuevo y continuar este proceso hasta que el problema en nuestra casa esté resuelto”, me enseñó.

Entendí que realizaría tantos ajustes como fueran necesarios, abriendo y cerrando esa bendita llave de paso, hasta que el circuito de agua quedara en perfecto estado dentro de nuestro hogar.

Sería inconcebible cerrar la llave de agua de manera permanente por uno o dos escapes y quedarse en una casa sin el agua esencial para la vida, la higiene personal, la cocina y las numerosas actividades diarias que necesitan agua.

Se me vino este cuadro de mi infancia y mi viejo a la mente porque en la semana, como usted, presencié la multitudinaria y necesaria marcha de docentes y alumnos de las universidades públicas argentinas. Una marcha que les pertenecía con exclusividad, aunque algunos “oportunistas políticos” se colaron, como convidados de piedra.

Pero no importa, vayamos hacia la gente relacionada con la vida universitaria.

Reflexioné sobre el gobierno y lo comparé con mi padre: si hay una fuga, se cierra la llave principal, se repara y luego se reabre. Nadie consideraría dejar al país sin universidades y educación pública, así como mi padre nunca dejaría la casa sin agua.

Que existen pérdidas es indiscutible, y que es necesario cerrar la llave de paso para repararlas también lo es; como ejemplo, me remito a la experiencia de mi viejo.

Que el gobierno haya cerrado la llave de paso es comprensible, es esencial para solucionar la fuga, pero la reparación debe ser inmediata y urgente, ya que es impensable que el país funcione sin educación pública y universidades, así como una casa no puede subsistir sin agua.

¿No es así? Disfrutemos todos de este hermoso domingo.

AL QUE LE QUEPA EL SAYO…