Anoche a partir de las 21hs, miles de almas confluyeron en el Teatro Ópera Orbis Seguros sin saber que serían partícipes de un “antes y después”.
Miles de almas se reunieron en el Teatro Ópera Orbis Seguros, convocadas por un tal Pedro Aznar, dicen por ahí que es multi-instrumentista y toca cualquier cosa menos el violín porque según sus palabras es como “hacer maullar a un gato”.
Eran las 21:20 cuando, luego de tanta espera y escuchar la voz que advertía “apaguen los celulares y no saquen fotos con flash”, se apagaron las luces y empezó a sonar, aparte de la euforia, el teclado frenético de “Conduciendo una locomotora”, tema del primer disco de Pedro del año 1982. El telón se abrió: al principio estaba su banda conformada por Federico Arreseygor (oriundo de La Plata) en teclados y voz, Alejandro Oliva en percusión, Coqui Rodríguez en guitarra y Julián Semprini en batería. Bastó un riff para que apareciese en escena el maestro, el artífice, la razón de por qué todos estábamos expectantes: el querido Pedro.
Tras recibir acompasados aplausos del público acompañado de un “¡Muy buenas noches, Buenos Aires!”, siguió con su propia y exquisita versión de “Septiembre” (tema original de Iván Lins, cantautor brasilero). Allí desplegó talento sólo cantando una melodía que Federico hacía en el piano y ejecutando un solo maravilloso con su bajo fretless (de las épocas de Serú Girán).
Luego de más aplausos, gritos y vitoreos, Pedro contó lo que significa para él esta gira llena de recuerdos, ya que son nada más ni nada menos que 35 AÑOS DE CARRERA (¿casi nada, no?). También hubo espacio para el humor, ya que antes de decir lo que viene en materia discográfica y literaria en base a este show (caja completa con los 18 discos denominada también Resonancia, compilado de grandes éxitos llamado Esenciales, un EP con 4 nuevos temas y un libro de 100 páginas), dijo “Parezco un vendedor de autos usados”, provocando la felicidad de todo el teatro.
“Vamos a meternos de lleno en Contemplación, segundo disco del año ’85”; dicho y hecho: siguió con “Al dolor de mi gente”, un cartel con fotos de desaparecidos y un solo grito en color verde: “Nunca más”. También, en esa canción, Pedro sacó notas de donde no tenía para recrear otro solo de bajo demoledor pero esta vez con uno hecho a medida por un lutier. Aplausos y silencio. “A la hora que se duermen los trenes”, último tema del disco, coronó el repaso por el mismo.
Llegó el turno de “Fotos de Tokyo”, tercer CD de Pedro publicado en 1986: de allí extrajo el tema homónimo y “No dejes que otros lo hagan por vos”, con un video de flores y personas que, mediante efectos, se iban convirtiendo en otras como en una especie de movimiento circular.
“David y Goliat” (de 1995) no podía estar afuera, sacándole el jugo a “Llueve” y “Amor de juventud”, perlas escondidas. Pero sin lugar a dudas, uno de los momentos más emocionantes del recital se produjo cuando Pedro interpretó “Si no oigo a mi corazón”, tema que cierra ese disco y en el que demuestra que, a pesar de sus 58 años, todavía sabe tocar el punto débil de las personas y “pellizcarlas” con su formidable voz.
No conforme con eso, quiso seguir haciéndonos suspirar con “A primera vista”, versión de Chico César (autor también brasilero), y no pasó para nada desapercibido ya que todos cantaron con él; al final la euforia se apoderó porque se mezclaban todo tipo de sensaciones (muy buenas, por cierto).
Para calmar las aguas, sonó “Caja de música”, poema de Borges musicalizado de forma extraordinaria. En dicho tema, Federico con su piano y Pedro y Coqui (en bajo y guitarra respectivamente) formaron un “puente musical” en el cual siempre repercutían los mismos arpegios y, sin saberlo, dieron una clase de interpretación de la que salen más que airosos. Luego, el rock tuvo su pie con “A un gato”, otro poema del poeta argentino (curiosidad: durante esa canción, en la pantalla hay una foto de, justamente, un gato: es Keiko, uno de los que tiene Pedro, y sacada por él).
Más aplausos, más euforia y estaba por terminarse la primera parte (no imaginamos para nada lo que vendría después). “Parte de volar”, de 2002, también fue llamado interpretando (como en “Fotos de Tokyo”) el tema homónimo y “Dicen que dicen” que puso al Ópera a bailar, cantar y pensar que “los que dicen algo en realidad no dicen nada”, terminando con un corte abrupto, gritos y aplausos.
Interludio: el escenario quedó vacío y de la pantalla empezaron a salir imágenes de todas las películas en las que Pedro formó parte de la banda sonora, con “Un buda” (tema cantado por él) de fondo musical, algunos ejemplos son “Hombre mirando al sudeste” y “No te mueras sin decirme adónde vas”, ambas de Eliseo Subiela.
Luego de ese momento mágico, llegó la parte 2 totalmente recargada, arrancando con “Oración” del disco “Mudras: canciones de a dos” publicado en 2003, y mientras la banda tocaba, nos invitaba a un campo de girasoles. A la oración le siguió “Tomorrow never knows”, último tema del disco “Revolver” de The Beatles, en una versión ultra psicodélica que creo que John Lennon hubiese aplaudido de pie.
Tampoco faltaron “Rosa de Hiroshima” (Ney Matogrosso), “Joya tu corazón” del disco “Quebrado” (2008), “Los perros del amanecer”, tema en el cual Julián da una clase magistral de batería con un demoledor solo casi al cierre (también de “Quebrado”), y “Media Verónica” (Andrés Calamaro) en una versión muy potente. No dábamos crédito a que pronto se terminaría, así que seguimos disfrutando del recital con todas las fuerzas. El repaso estaba por cerrarse, con lo cual llegó el turno del disco “Ahora” de 2012 (a mi entender, uno de los mejores de su discografía) y se dedicaron a hacer “Ruina sobre ruinas”: tema furioso, letra reflexiva y una fenomenal orquesta de cuerdas en el mítico estudio Abbey Road de Londres, donde allí también grabara “Si no oigo a mi corazón”, tema anteriormente mencionado. Nada mal, nada mal.
Las canciones seguían, las emociones también: pasaron “Quedándote o yéndote” del enorme Luis Alberto Spinetta y “Río secreto” (con letra de Teresa Parodi).
Todo lo tranquilo siempre esconde algo pesado, y por lo tanto, no hubo ni un segundo de espera para volver a la carga (antes del “¡un, dos, tres, cuá!” de Pedro) con “Refugio”, tema del último disco titulado “Contraluz”, que -valga la redundancia- vio la luz en 2016.
Estábamos por empezar a golpear el piso antes de tiempo cuando Aznar dijo: “el repaso ya llegó hasta nuestros días, por eso queremos mostrarles temas del nuevo EP que saldrá en Diciembre. Esto se llama “La trampa””. Un poderoso riff de guitarra aportado por Coqui Rodríguez dio paso a un grunge pesado que podría confundirse con Nirvana o Alice in Chains (esto se evidencia en “Sol de California”, primer tema de “Contraluz” con esas influencias); llamó poderosamente mi atención la foto detrás de la pantalla: un Donald Trump “nazi”. Su letra invita a la reflexión y el análisis.
Luego de esa trampa en la que preferíamos habernos quedado sin salir, llegó otro estreno: “Tangó putain”, con una provocadora Tita Merello detrás. Otra curiosidad es que, luego de un final falso, Federico Arreseygor toma la posta y se encarga de un tremendo solo de piano pareciéndose por momentos al maestro Charly García.
“Todo concluye al fin” dice una canción, pero no fue así. Luego de agradecer, nombrar a su banda y la troupé que lo acompaña, quien escribe notó su voz quebrada y estuvo a punto de ponerse a llorar con él, pero en vez de eso, se acercó, le gritó “¡GRACIAS!”, Pedro lo miró y le sonrió de oreja a oreja. Celestial.
Ahora sí: golpeábamos el piso, las manos no daban más y las gargantas se desgarraban pidiendo “¡Otra, otra, otra!”. Pasaron 10 segundos hasta que Pedro volvió provocando nuevamente la euforia de todo el Ópera para hacer los 4 últimos bises de la noche.
“¿Están con ganas de cantar?”, preguntó. “¿Cómo decirte que no?”, pensó quien escribe. Y en un abrir y cerrar de ojos empezó “Ya no hay forma de pedir perdón”, versión al castellano de “Sorry seems to be the hardest word”, de Elton John. Enloquecimos cantando y al final seguíamos gritando, no importándonos para nada -eventualmente- la falta de voz.
Otra vez Pedro, otra vez la vuelta siguiendo con “Rencor”, del disco “Ahora”. Según sus palabras, esa canción habla del “lado agridulce del amor”: una belleza. Terminó, se iba y no lo dejábamos llegar hasta el otro costado del escenario; lo queríamos dando magia. Tercera vuelta consecutiva para interpretar “Quebrado”, en el que en su estribillo hay una contundente frase: “Miedo de morir antes de saber vivir”.
Para el término definitivo, hizo llorar a más de uno con “Cuando el amor” también de “Ahora”, que habla de amor pero en una perspectiva mucho más profunda, bien aznariana. Y sí, todo termina. Con los ojos llenos de lágrimas, dio un último beso y, agradecido, se marchó mientras, a su paso, bajaba el telón luego de 3 horas de show. Porque es él. Porque sí. Por eso.