Javier Gerardo Milei hizo su debut televisivo en 2015 en Hora Clave, aquel clásico de la época en que la política le importaba a la televisión, cuando lo conducían Mariano Grondona y Pablo Rossi. Fue una especie de triángulo amoroso a primera vista: el único anarco capitalista que llegó a presidente de la Argentina no salió nunca más de los sets, que lo endiosaron porque decía lo que nadie más decía. Desde allí construyó su relación con el resto de los argentinos, primero como un freak que se animaba a decir lo que nadie decía, después como el vehículo de un resabio de bronca y frustración que la política nunca pudo eliminar del todo del escenario nacional.

Uno de los empleadores de Milei, el privado para el que más trabajó, es Eduardo Eurnekian, el dueño de Corporación América, que hace unos días lo definió así: “Tengo 3.700 ñatos que trabajan para mí, uno me salió fallado”. El por entonces candidato, que estaba presente en el evento empresario donde habló su ex patrón, lo tomó como un chiste. Es que la relación con ellos es más compleja y más profunda de lo que parece: Juan González, el autor de El Loco, la autobiografía de Millei que se transformó en best seller, cuenta que el despegue mediático del libertario tuvo que ver con el deseo de Eurnekian de plantar un desafiante a Mauricio Macri desde 2017. Es paradójico: ahora Macri es su principal aliado.

Graduado en la Universidad de Belgrano, con dos posgrados pero sin doctorado, Milei es el único de los economistas famosos de argentina en adherir irrestrictamente a la Escuela Austríaca, una variante liberal más aperturistas incluso que la célebre escuela de Chicago, donde se formó una parte importante de la elite que asesora al empresariado local. “Yo soy anarco capitalista” en el plano práctico y “minarquista” en lo ideológico, se autodefine. Quiere decir con eso que cree en la cuasi desaparición del Estado, a un punto que solo fue puesta en práctica una vez en el globo, en Grafton, un pequeño pueblo de EE.UU., donde terminó en un completo fracaso.

“Es un analista de riesgo excepcional”, lo definió alguna vez Rafael Bielsa, que fue su jefe en América. Pero esa definición convive con las dudas que genera en el círculo rojo inflexibilidad teórica. Aún entre quienes lo apoyan. “El poder necesita una cierta eficiencia práctica” que las posturas híper ideologizadas de Milei no le aseguran, definió con agudeza el ensayista Alejandro Horowitz. La dolarización, la privatización de calles, el cierre del Banco Central, el mercado de órganos y hasta de niños son algunas de las excentricidades que preocupan a los CEOS, que buscan ajuste, pero a la vez sustentabilidad. Macri viene, se supone, a moderar eso: ¿podrá?

La otra luz de alarma que enciende Milei tiene que ver con lo emocional. Sus estallidos en entrevistas son un ejemplo de su convulsionado carácter, plagado de excentricidades que le valieron el apodo de “El Loco” que recibió en los tiempos en que cursaba el colegio secundario en el Colegio Cardenal Copello, de Villa Devoto. “Ahí está Conan, está Conan, ese es Conan” exclamó durante una entrevista con Esteban Trebuq… y quedó en un trance extasiado del que por momentos parecía que no iba a poder salir. Ese perro y sus cuatro clones, que encargó a un costo de 50 mil dólares cada uno, son junto con su hermana Karina sus relaciones más estables.

Si la infancia es la clave de la personalidad, en el caso de Milei se trató de una etapa traumática. Al punto de que a sus padres los llama “progenitores. Fue en esa época que se selló su alianza de hierro con su hermana Karina, que hacía de escudo protector a un padre agresivo hasta lo físico y una madre que él mismo describió alguna vez como cínica.