El investigador Miguel Pascual resaltó que “es importante” conocer de dónde viene el agua en las grandes ciudades, destacó el acceso que tiene la provincia al Río de la Plata como un valor de reserva de agua dulce y alertó: “El cambio climático nos hará enfrentar situaciones extremas e inéditas”.


Río seco en Uruguay por la sequía debido a la falta de lluvia. Foto: Diego Izquierdo

La ciudad de Buenos Aires tiene condiciones que la hacen más resiliente a la sequía que afecta a Montevideo, como el acceso al agua dulce del Río de la Plata y el abastecimiento desde un gran acuífero, aseguró a Télam el investigador del Conicet Miguel Pascual quien, no obstante, remarcó que el cambio climático “nos hará enfrentar situaciones extremas e inéditas” por lo que es clave que en las ciudades “nos preguntemos de dónde viene el agua que consumimos”.

“En las grandes ciudades con la alienación y el aislamiento de la naturaleza que nos rodea cada vez nos hacemos menos preguntas acerca de dónde provienen las cosas; entonces pensamos que los alimentos vienen de los supermercados y el agua de la canilla; cambiar esto es urgente”, dijo a Télam Pascual, investigador del Instituto Patagónico para el Estudio de los Ecosistemas Continentales (Ipeec-Cenpat).

Investigador y divulgador de la conservación y manejo de ecosistemas fluviales, Pascual es además profesor de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco y coordinador de la Red EcoFluvial.

En el contexto de la crisis hídrica que atraviesa Montevideo, el especialista dialogó con Télam sobre el impacto del cambio climático, la necesidad de generar sistemas flexibles que permitan adaptarse a eventos ambientales nuevos y el vínculo de quienes habitan las ciudades con la naturaleza.

Miguel Pascual, científico del Conicet.

Entrevista al investigador

– ¿Puede la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores quedarse sin agua en el corto plazo como le sucedió a Montevideo?
– Para contestar esto hay que entender qué pasó en Uruguay. Como toda crisis hídrica tiene una parte que es climática pero también hay cuestiones de gestión; es decir, se combinan aspectos biofísicos propios del ambiente con cómo los humanos respondemos a eso. El clima de la región está experimentando el evento de La Niña (que produce sequías), mucho más prolongado que lo que habíamos conocido hasta ahora; los pronósticos decían que en el corto plazo debía haber una transición hacia El Niño, que es una fase húmeda, y eso no ocurrió. En Montevideo, años anteriores había pasado que el otoño y el invierno traían alguna lluvia salvadora, aunque igualmente las reservas de agua ya venían bajando. Lo que sucedió este año fue que esa lluvia no llegó. Esa es la realidad biofísica. Es muy importante comprender que detrás de esto está el cambio climático, un proceso gradual, pero que está acompañado de la amplificación de extremos climáticos, que tienen mayor frecuencia e intensidad los fenómenos como esta sequía y entonces empiezan a ocurrir eventos nunca observados y los sistemas de gestión no están preparados para responderlos.

El especialista explicó por qué Buenos Aires “es más resiliente” a la sequía que Montevideo.

– Y ahí aparecen los problemas de gestión.
– Exacto. En el caso de Montevideo la ciudad tiene una sola fuente de agua, que es el río Santa Lucía, con una represa que venía bajando el nivel en los últimos años. Este año alcanzó niveles críticos. En ese contexto, la respuesta de la gestión fue esperar la lluvia y ahora, ya sobre la crisis, trata de buscar otras fuentes de agua. El problema es que el Río de La Plata en la costa norte tiene una influencia marina mucho más grande que la que tenemos en la costa sur, entonces el agua del río en Montevideo es salada y para poder consumirla habría que someterla a un proceso de desalinización. O sea que, como todas las crisis, lo que está pasando en Uruguay es una combinación entre este fenómeno natural más la dependencia de una única fuente de agua, y la falta de reservas. El sistema de gestión y la infraestructura no estaban preparados. Un colega uruguayo, Néstor Mazzeo, profesor de la Universidad de la República, dice que lo que sucede es una combinación entre “quedar atrapado en el pasado y no incorporar adecuadamente las incertidumbres”.

– ¿Es posible pensar que a Buenos Aires le pueda pasar algo similar?
– Buenos Aires tiene las mismas condiciones climáticas que Montevideo pero tiene mayor resiliencia a este tipo de sequías por las características ambientales. En principio, el Río de la Plata en esta orilla provee una enorme fuente de agua dulce. Además, Buenos Aires combina ese suministro con el uso de aguas subterráneas y tenemos la suerte de contar con otra gran reserva de agua dulce en el acuífero Puelche, aunque no está exento de problemas. Esta diversificación hace que, en principio, la situación sea diferente. Esto no quiere decir que no se necesite pensar una buena gestión. Por ejemplo, el acuífero Puelche recibe el agua del acuífero Pampeano que lo vincula al agua superficial y aquí hay muchos problemas de contaminación. Por otra parte, tanto Montevideo como Buenos Aires tienen cada vez más población y por lo tanto más demanda.

Foto: AFP.

– En líneas generales, ¿cómo piensan los habitantes de las ciudades el tema del agua?
– Yo vivo en Junín de los Andes, damos charlas en colegios y la primera pregunta que hacemos es esa: ‘¿Ustedes saben de dónde viene el agua?’ Y son muchos los que no tienen respuestas. Esto no es algo que pasa solamente en Argentina o América Latina, sucede en todo el mundo; en las grandes ciudades con la alienación y el aislamiento de la naturaleza que nos rodea cada vez nos hacemos menos preguntas de dónde provienen las cosas. Es como si pensáramos que los alimentos vienen de los supermercados y el agua de la canilla.

– Científicos y ambientalistas denuncian que dentro de los problemas de la gestión del agua también está el impacto de las actividades como el agronegocio y la megaminería.
– Sí, por supuesto. El vínculo agua-minería, por ejemplo, genera mucha preocupación. No sólo por la cantidad de agua que se utiliza sino por la contaminación que puede provocar; es decir, es de dónde toman el agua, pero también en qué condiciones vuelve el agua y de qué manera puede contaminar tanto el agua superficial como la subterránea. En la Patagonia esa es la preocupación más importante. También hay cuestiones con el tema del fracking; y de nuevo en estos casos el tema por ahora no es tanto el caudal sino la contaminación.

– ¿Qué acciones deberíamos emprender para evitar estas crisis hídricas?
– El cambio climático es generado en otras latitudes por los países industriales. Aquí podemos exigir que esos países reduzcan la emisión de gases de efecto invernadero pero no mucho más en cuanto a resolver el problema de fondo. Lo que sí debemos pensar es nuestra adaptación para enfrentar las consecuencias. En todos los casos, los sistemas deberían prepararse para extremos. Salir de pensar las cosas que ya ocurrieron e imaginar situaciones que no han sucedido como grandes sequías o inundaciones, conceptualizar eso y diseñar la infraestructura necesaria. Hay que abrazar la incertidumbre y generar sistemas flexibles. Hay que contemplar la posibilidad de aplicar infraestructura verde, o las llamadas “soluciones basadas en la naturaleza”. Una cuestión clave respecto de la cuestión hídrica es diversificar las fuentes; la toma de una única fuente de agua obviamente nos hace más vulnerables a cualquier fenómeno climático. Y otro tema fundamental es contemplar las inequidades; hay sectores de la sociedad que sufren las consecuencias de las crisis más que otros; de hecho eso está ocurriendo hoy en Uruguay. Entonces los sistemas de gestión también tienen que contemplar esto y ser más adaptativos.