Por Diana Duvivier – Estamos viviendo un tiempo de grandes desafíos. Es aleccionador ver cómo otros han vivido situaciones similares. El Dr. Martin Lutero, teólogo de la Edad Media, tuvo que vivir la peste bubónica, (de los bubones o forúnculos infecciosos que llevaban a la muerte) en la segunda mitad del año 1527 en Wittemberg, afrontando los desafíos, con su esposa embarazada y sus amigos en peligro, por lo que me parece muy relevante su opinión.
Él describe la circunstancia de estos cuatro meses de la plaga como de ” batallas por fuera y terrores por dentro”. Les pide a los hermanos en la fe sus oraciones para que pueda soportar valientemente bajo la mano del Señor y vencer. Recomienda afrontar con inteligencia y medicinas, tomar precauciones, pero sobre todo buscar el consuelo y fortalecimiento espiritual en la Palabra de Dios y el Sacramento de la Santa Cena.
Enfatiza la responsabilidad de los que tienen cargos públicos, ya sea en la Iglesia como en el Estado , gobernantes, personal sanitario y todos los que tienen una relación de servicio o deber hacia otro, ya sean familia, trabajo, vecinos, en forma mutua. Nadie puede abandonar al otro, sino que está obligado a ayudarlo, como quisiera ser asistido. Que se encomiende a Dios y ofrezca alivio lo mejor que pueda.
En resumen, en la emergencia ” actúen como alguien que quiere ayudar a apagar la ciudad en llamas”, decía Lutero.
Estos conceptos y muchos otros forman parte de la respuesta de Lutero al Reverendo Doctor Johann Hess, pastor de Breslau y a sus compañeros del evangelio de Jesucristo en ” Sobre si uno puede huir de una plaga mortal”.
Nos alerta sobre el peligro de desesperar de Dios en situaciones tan difíciles, por el miedo y la ansiedad, que ponen de relieve nuestra falta de preparación para morir.
Dice: “le pediré a Dios para que misericordiosamente nos proteja.
Ahí entonces haré vahos, ayudaré a purificar el aire, a administrar medicinas y las tomaré.
Evitaré lugares y personas donde mí presencia no sea
necesaria para no contaminarme y, de esa forma, quizás infligir y contaminar a otros y, por lo tanto, causar la muerte como resultado de mi negligencia.
Si por su voluntad Dios quisiera llevarme, ciertamente me llevará y yo habré hecho lo que él esperaba de mí, y, por lo tanto, no soy el responsable de mi propia muerte ni de la de otros.
Si mi prójimo me necesita, no evitaré el lugar ni la persona, sino que iré libremente conforme he declarado arriba.
Vea que esta es una fe que tiene a Dios, puesto que no es osada ni insensata y no tienta a Dios”.
A pesar de los pedidos para que deje su puesto para evitar peligros, Lutero cumplió con su misión.
Es como en un incendio. Hagamos lo que se necesita. Estamos puestos a prueba. La autoconfianza y la soberbia no han dado buenos resultados. Está pandemia es un flagelo para todos. Pero aún en la Biología los flagelos son estructuras para que un organismo avance. Las crisis pueden darnos la oportunidad de cambiar y reconocer lo esencial.
Sin embargo, la fe no es de todos.