Con la participación del CONICET, la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de La Matanza y organizaciones sociales como la Unión de Trabajadores de la Tierra, se realizó un cuadernillo de descarga libre y gratuita que busca acercar información útil y diversa a los promotores de alimentación.
El concepto de alimentación comprende un campo que excede al aspecto puramente nutricional. Por eso, al buscar la solución a los problemas alimentarios que atraviesan a la humanidad, es clave pensar en abordajes integrales y transdisciplinarios que incluyan conocimiento de diversa índole.
Para colaborar con esta compleja tarea, un equipo interdisciplinario de la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) y productoras hortícolas de la UTT diseñó un cuadernillo de descarga libre para formar a los promotores y promotoras de alimentación sana, segura y soberana del país. “Buscamos sistematizar información sobre alimentación generada desde el ámbito científico, académico y social y proveniente de sectores campesinos”, asevera Gloria Sammartino, doctora en Antropología y Especialista en Políticas Públicas para la Igualdad.
El cuadernillo es el fruto de un largo camino de investigación y extensión universitaria y se da en el contexto de un Proyecto de Desarrollo Estratégico que incluye nociones de agroecología, salud y cultura desde el enfoque de género y el derecho a la Alimentación.
“Nos dirigimos a un público que no está habituado a las revistas científicas o a las lecturas académicas. Busca comunicar con un lenguaje coloquial y accesible, así como también informar con fotos e imágenes de soporte”, detalla la directora del proyecto en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.
El cuadernillo se divide en 5 capítulos. “Lo primero que se aborda son los grandes problemas de la alimentación actual, uno de los cuales es la superposición del hambre y la obesidad, es decir, la malnutrición. También se tratan los cambios que llevaron a la disminución del consumo de alimentos naturales por productos ultraprocesados y se presentan conceptos básicos, como la importancia de los distintos grupos de alimentos”, explica Sanmartino, titular de la materia Socioantropología de la carrera de Nutrición de la UBA, e investigadora del CONICET.
“En un segundo capítulo -continúa- trabajamos en el marco conceptual del Derecho humano a la alimentación y su relación con el derecho, entre otros, a la información. Ahí tocamos temas vitales como la Ley de Etiquetado Frontal. El tercero problematiza la forma dominante de producción y distribución de alimentos de la actualidad, sostenida en monocultivos, los daños para la salud asociados, y porque la agroecología es una propuesta clave”.
“En el cuarto capítulo se abordan los aspectos socioculturales de la alimentación, los saberes y conocimientos de campesinos en conexión con el gusto y la salud y, por último, hay un quinto capítulo sobre el rol de la mujer en la alimentación en el que se muestra cómo y por qué la cocina y la alimentación están atravesados históricamente por el patriarcado”, profundiza Sammartino quién destaca los aportes de la Unión de Trabajadores de la Tierra en el proyecto.
Mucho más que calorías y nutrientes
Obesidad, malnutrición, anemia, enfermedades no transmisibles, trastornos alimenticios… ¿Pueden todos estos problemas tener una misma raíz? ¿Todo se soluciona con la intervención de un médico o nutricionista? Para este equipo de investigación, claramente el problema excede al aspecto nutricional y clínico.
“Si bien dentro de la mirada biomédica, al hablar de alimentación, siempre se prioriza a la dimensión biológica, en realidad hay muchos otros anclajes: la geografía, el clima, las condiciones macroestructurales, las trayectorias históricas de una comunidad, así como también cuestiones como la inserción social, el acceso a servicios, el tipo de trabajo que se realiza y los salarios, entre otras. Todas estas cuestiones tienen que ver y construyen al sistema alimentario” señala la investigadora.
Sammartino explica que, si bien el humano puede comer de todo, hay productos que están más disponibles y presentes que otros. “Cada cultura alimentaria ha creado lo que entienden por comida de acuerdo a las posibilidades ambientales, la biodiversidad de cada región y geografía, los saberes, sentidos sabores y gustos que se fueron entretejiendo alrededor de los alimentos”, plantea la doctora en Antropología.
“Por ejemplo -agrega-, el entorno en el que vivimos tiene mucho que ver. Estamos atravesados por una gran cantidad de lugares que ofrecen montones de productos alimentarios ultraprocesados. Ir a un supermercado de una cadena multinacional a hacer compras aparentemente puede parecer lo más común del mundo, porque se ha establecido como un espacio y una práctica naturalizada. Sin embargo, de natural no tiene nada. Estos centros existen desde la instauración de políticas neoliberales, es decir, desde la década del ‘80, y están afectados por un sinfín de cuestiones publicitarias y marketineras que captan nuestros paladares y afectan a nuestro consumo”.
El importante rol de la universidad pública
La universidad, además de ser un centro de formación y estudio, también cumple un papel fundamental en la producción de conocimiento para atender a los problemas que atraviesan a su comunidad. Tanto para Sammartino como para Carolina Feito, investigadora y docente de la Universidad Nacional de La Matanza y el CONICET, esta institución resulta fundamental para pensar soluciones eficaces que no se vean coartadas por intereses privados.
“Hay que defender la investigación en las universidades públicas porque es la forma de generar conocimiento colectivo que busque solucionar problemas para la gente sin responder a intereses privados y estratégicos que tienen agendas propias. Con el auge del neoliberalismo, muchos investigadores y profesionales se volcaron a sectores privados y la producción de conocimiento se vio afectada por serios conflictos de intereses”, aseveró Sammartino.
“Hay grandes corporaciones que crearon un sistema alimentario insostenible que se basa en tres o cuatro monocultivos y que sostiene la producción descomunal de ultraprocesados, con excesos de nutrientes críticos. Son entidades privadas que cuentan con muchísimos recursos para establecer la producción, distribución y comercialización de los alimentos que ellos consideren convenientes. Esto produce una gran injusticia social en el sistema alimentario”, alerta la investigadora del CONICET.
En el caso de este cuadernillo, el proyecto no solo se gestó por la articulación de universidades públicas y sin intervención de capitales privados, sino que también convocó a organizaciones sociales. “El conocimiento publicado se construyó en un diálogo permanente con sectores que, históricamente, han sido menospreciados por no pertenecer al ámbito científico, pero cuyos aportes son fundamentales para enfrentar los problemas de la actualidad”, destaca la investigadora.
Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM)