Por Daniel Armando Vogel – Hola, buen día. Es un excelente domingo para todos, disfrutando de una jornada soleada que tenemos hoy, la última dominical, de la primavera de 2024. El próximo domingo estaremos disfrutando del verano y, con su llegada, las vísperas de las fiestas navideñas. En la semana siguiente, se dará fin al presente año.
En pocos días más, alcanzaremos el final del primer cuarto de siglo del siglo XXI, cuando parece que fue ayer que la humanidad esperaba y celebraba la llegada del segundo milenio. Así de rápido transcurren los días en la vida; así de rápido pasan las horas de cada día, las cuales determinan y marcan el tiempo de esta columna dominical en semanas.
Una semana, la que pasó, en la que celebramos la democracia.
Recordar no es solo hacer historia. Evocar los días de 1983, tras la guerra de Malvinas, es un ejercicio democrático y fundamental para que las nuevas generaciones comprendan y no olvidemos lo que vivimos aquellas generaciones, así como las limitaciones a las libertades que experimentamos. Fueron días muy particulares que nadie debe olvidar, ni unos ni otros, porque culminamos en una dictadura injustificable en todos los sentidos. Asimismo, debido a la violencia política de aquellos tiempos, que se escudaba tras el objetivo de lograr una mejor Argentina, la sangre corría de uno y de ambos lados.
Desaparecidos torturados, bombas que mataban militares y civiles, secuestros que se iniciaron en un gobierno elegido en las urnas, violencia luego de ambas partes, que fue iniciadas primero por los civiles en el gobierno, y culminaron en una dictadura feroz que nunca más se debe permitir que ocurra en nuestro pueblo. Luego de las bombas, las trincheras, el hambre y los jóvenes de Malvinas, la locura de una guerra que podría haber tenido una gran justificación política o en el ámbito de las relaciones diplomáticas, terminó dando una cachetada a la locura militar de recuperar las Islas.
Por esta razón, celebramos la democracia y sus 41 años de continuidad ininterrumpida, la cual, sin lugar a dudas, tiene muchas deudas, principalmente con aquellos que menos tienen. Recordamos que llegamos a ella y abrazamos el apasionado discurso de Raúl Alfonsín, el primer presidente de este período, quien, recitando el preámbulo de la Constitución, nos aseguraba que con la democracia se comía, se curaba y se educaba.
Más de cuatro décadas después, la democracia ofrece poco sustento, cada vez sana menos y, ni hablar de lo deficiente que es en la educación de su pueblo. Cada vez hay más personas buscando en tarros de desechos o pidiendo ayuda. Además, observamos cómo los hospitales se deterioran, careciendo en muchos casos de gas y alcohol para atender a sus pacientes. Las escuelas, por su parte, muestran un panorama lamentable, y la deserción escolar en Argentina hoy es preocupante.
Pero, es la democracia es el mejor sistema conocido hasta ahora, ya que cada dos años en nuestro país podemos ejercer libremente nuestro derecho al voto, el sublime derecho del soberano, el pueblo.
Viva la democracia, que ya transita su quinta década. Ojalá que pronto podamos ver que deja de ser una promesa para todos en un país tan rico y extenso como el nuestro, y se cumpla para todos los habitantes del pueblo argentino, y no solo para algunos sectores que se benefician con bolsos y valijas, intentando cruzar fronteras con baúles llenos de dólares, cuya procedencia nunca es determinada con claridad por la Justicia. Aunque ahora, se decida la expulsión, como parche “democrático” para calmar la bronca.
Que tenga un feliz domingo.
AL QUE LE QUEPA EL SAYO…