En la cocina se huelen aromas irresistibles y se saborean historias de bisabuelas, abuelas y madres que transmitieron de una generación a otra su amor por este oficio artesanal.
Tres productoras de la provincia de Buenos Aires continuaron con esa tradición ancestral culinaria, y también se animaron a combinaciones novedosas, casi impensadas. Chocolate con queso azul, picante y palta, o dulces frutales con gin y cerveza, son algunas de las mixturas que deleitan paladares.
Artesana de la creatividad
Mónica Blaiota vive en la ciudad de Lincoln y lleva adelante Rustiko´s Chocolates, un emprendimiento de bombonería de vanguardia que comenzó como hobby hace casi diez años, cuando se jubiló de la docencia.
Inspirada en la relación con su abuela, una inmigrante italiana de recetas mágicas, y en las horas de disfrute junto a ella, comenzó a investigar nuevos sabores, más allá de los clásicos bombones de licor y dulce de leche, y empezó a jugar de manera ingeniosa con el
equilibrio entre colores y texturas.
De ese modo arribó a creaciones rupturistas como las trufas de chocolate con queso azul y las de chocolate con queso brie. Las primeras tienen un sabor intenso, en cambio las segundas son más suaves. Ambas se llevan muy bien con una copa de vino blanco.
En el fragor de la creatividad, esta “artesana del chocolate”, como le gusta definirse, le dio forma a las trufas de frutos del bosque con pimienta y chocolate blanco y elaboró barras de chocolate blanco con lavanda orgánica patagónica.
Mónica, también nos abre una nueva puerta al mundo de los sentidos con las trufas de palta, chocolate y té Matcha: “Se pisa la palta bien madura con una ganache de chocolate y se reboza con el té”, explicó. Esta delicia tiene dos versiones, una para personas con diabetes a partir de cacao sin azúcar y la otra con un chocolate que contiene 45 por ciento de cacao.
“Es un viaje. Al comerlas primero se percibe una sensación rara por la aspereza del té que luego se transforma en una explosión de sabor cuando aparece el chocolate y al final se identifica la palta”, detalló esta inventora de sabores.
Alfajores de chili, cerveza y picante
En localidad de Mar de Cobo, partido de Mar Chiquita, Noelia y Gisela Pignataro llevan adelante “Dulce Cobo”, un emprendimiento de alfajores artesanales.
Para Noelia la cocina es un lugar para la experimentación de sabores, la elaboración artesanal de dulces frutales con los que rellenan sus confituras y el diseño de su propio packaging.
Si bien “Dulce Cobo” tiene varios años, las hermanas Pignataro dieron sus primeros pasos en la gastronomía de la mano de su abuela Rosa. El restaurante de Rosa fue un espacio importante durante sus infancias y las recetas eran para ellas un saber con el que se nacía.
Santa Clara del Mar, poblado vecino de Mar de Cobo, es el destino central dentro de la ruta de la cerveza y como no podía ser de otra manera, las hermanas comenzaron a ensayar la combinación de chocolate con elixir del lúpulo que las llevó hacia los alfajores de cerveza.
La masa de esa confitura contiene cebada y la bebida se mezcla con el dulce de leche. Los alfajores de chocolate negro tienen en el centro un jarabe de cerveza negra mientras que los blancos llevan una suerte de jalea a base de cerveza rubia.
La cocina laboratorio dio lugar al surgimiento de increíbles sabores como el alfajor de chili picante, en el que se equilibran de manera perfecta el dulzor, el calor del picante y el amargor de las tapitas especiadas. También nacieron allí los de pimienta, capuccino,
frambuesa, café, fresco y batata.
Su nueva creación son los alfajores de gin con dulce de pomelo, jengibre y menta “para darle un picor especial”, que tienen la particularidad de las masitas especiadas cubiertas con chocolate semi amargo y un topping de pimienta roja, describió Noelia.
Mermeladas, chutneys y cerveza
En Santa Clara del Mar, partido de Mar Chiquita, se encuentra “Armandine D’ Ozouville”, una propuesta familiar de alfajores caseros, licores, chutneys y mermeladas, a cargo de Susana López Araya.
El amor por el universo culinario atravesó varias generaciones. Susanacontó que aún guarda las recetas escritas a mano por su abuela Suzanne y los libros de cocina de más de cien años de su abuela Margarite y su tatarabuela Armandine.
Gran parte de los productos que elaboran surgieron de esos recetarios de tradición francesa que, en algunos casos, adaptaron a una versión vernácula. Por ejemplo, reemplazaron la sidra normanda por la cerveza artesanal local.
Luego de probar con diferentes variedades de cerveza lograron la mermelada de esa bebida que se hace con la “rubia o roja, manzanas y unas notas de cítricos que le brindan contundencia”, detalló Susana. Su sabor suave le permite al paladar distinguir y disfrutar de la cerveza.
En cambio, para los chutneys se usa cerveza negra por tratarse de preparaciones muy especiadas, de un sabor intenso.
Tres mujeres decididas y consecuentes con sus deseos que revalorizaron sus saberes culinarios familiares, crean nuevos sabores y generaron sus propias empresas.