El enfrentamiento bélico disparó el precio internacional de este cereal y estimuló el aumento del área a sembrar este invierno. Sin embargo, las trabas a la exportación y el fantasma del desabastecimiento interno surgen como interrogantes en la coyuntura.

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El conflicto armado entre Ucrania y Rusia elevó el precio internacional del trigo a más de 300 dólares la tonelada. Esto es muy alentador para la Argentina, dado que casi el 67% del dinero que ingresa por las exportaciones proviene del complejo agropecuario. No obstante, esta situación de coyuntura ya generó interrogantes. ¿Podremos aumentar el volumen de exportación? ¿Hay riesgo de desabastecimiento del mercado interno? ¿Crecerá la superficie sembrada esta campaña? ¿Qué papel jugará el trigo transgénico HB4? Daniel Miralles, profesor de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA-CONICET), brindó su visión sobre estos temas y profundizó en la actualidad de este sector productivo clave.

“Hay un excedente de 1,5 millones de toneladas de trigo en la Argentina. No debería ocurrir un desabastecimiento” (D. Miralles)

“El aumento del precio internacional es sin duda un incentivo para aumentar el área sembrada de trigo en la campaña 2022. Sin embargo, a nivel nacional, la limitación de las exportaciones a través de un cupo no es una política de estado favorable que aliente a la producción”, dijo Daniel Miralles, docente de la cátedra de Cerealicultura de la FAUBA.

“El Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca argentino mediante la Resolución 276/2021 estableció volúmenes de equilibrio para cumplimentar la demanda del mercado argentino correspondientes para trigo. Esto no es más que un cupo a la exportación de este cereal, que quedó limitada a 14,5 millones de toneladas. Por este motivo, aun cuando haya más saldo exportable, se verá restringida la capacidad de ingresar divisas a la Argentina, un aspecto crucial para que nuestro país se recupere económicamente. Para mí, es una estrategia irracional”, señaló Miralles, quien también es investigador del CONICET.

Aunque el precio internacional del trigo subió en las últimas semanas, el mayor costo de la harina como materia prima del pan incidiría en un bajo porcentaje en el precio final de este alimento

Así, el contexto permite pensar que los altos precios internacionales de este cereal debido al enfrentamiento entre Rusia y Ucrania se trasladarán internamente al precio del pan. Al respecto, el investigador aclaró que “el costo de la harina sólo incide un 7% sobre el precio final del pan. Entonces, si hoy el precio del kilo de pan es $250, el impacto de la harina sería apenas $18. Incluso, si la harina subiera un 100%, su impacto en el precio sería de sólo $36. Los aumentos por encima de esos valores no se pueden atribuir a la harina como materia prima, sino que se asocian a otros costos vinculados a la especulación por la incertidumbre económica que vive el país”.

Según Daniel Miralles, es imposible que el mercado interno sufra un desabastecimiento de trigo. “La superficie sembrada con este cereal en la Argentina en la campaña pasada —2021— fue de casi 7 millones de hectáreas, que produjeron 22 millones de toneladas, un 29% más que la campaña 2020. Considerando que la demanda de nuestro mercado interno para molienda es de 6 millones de toneladas, con el rendimiento actual —que es algo más de 3 t/ha— se requieren sólo 2 millones de hectáreas para satisfacer este mercado. A la luz de estos números, incluso cubriendo el cupo de exportación y abasteciendo completamente al mercado interno, hay un excedente de 1,5 millones de toneladas de trigo en la Argentina. No debería ocurrir un desabastecimiento”.

Más área sembrada, o no

“Es indudable que los precios más altos del trigo tenderán a incentivar el crecimiento del área sembrada”, aseguró Miralles, y añadió que, además, estimularán la presencia de gramíneas invernales en la rotación.

Para el investigador, intensificar la rotación de los sistemas agrícolas sembrando trigo —u otros cereales invernales— tiene beneficios tanto desde lo técnico como desde lo económico. Está demostrado que incluir gramíneas en la rotación permite sostener los sistemas agrícolas a largo plazo manteniendo los niveles de materia orgánica y estructura de suelos—, aumentar los aportes de biomasa al sistema y aprovechar más la radiación solar, y mejorar los márgenes brutos y netos por hectárea.

El nuevo mapa de subregiones trigueras reemplaza al anterior, vigente desde 1952. Fue aportado en 2021 por el Comité de Cereales de Invierno de la Comisión Nacional de Semillas del MAGyP y por el Instituto Nacional de Semillas (INASE)

Por otra parte, también existe la alternativa de expandir el cultivo hacia nuevas regiones, por lo que Miralles hizo hincapié en que está disponible un nuevo mapa de subregiones trigueras argentinas y de otros cereales de invierno, que incluye 25 zonas de producción basadas en características de suelos y de clima. “Este mapa es oficial ya que fue aprobado por el INASE, y reemplaza al viejo mapa de regiones trigueras. Ahora se detallan más áreas potenciales para la expansión del trigo. Por ejemplo, se lo puede cultivar en área de mallines patagónicos o al norte de la Patagonia o en el NOA y el NEA, dado que el trigo presenta una amplia adaptación latitudinal y longitudinal”.

En este marco, el docente indicó que para evitar pérdidas de rendimiento será fundamental elegir los materiales que por su ciclo se adapten mejor a cada una de esas regiones. “Por ejemplo, en el norte se requieren ciclos cortos, y en el sur, ciclos más largos con requerimientos de frío. Y como herramienta a la hora de decidir cuál es el mejor material para cada ambiente se pueden usar los modelos CRONOS (CRONOTRIGO y CRONOCEBADA), que son software gratuitos producto de colaboraciones público-privadas.

El rol del trigo transgénico

“Desde lo académico y científico, la aparición del trigo transgénico HB4 es un logro muy interesante, pero hoy no existe un mercado local, regional o internacional que acepte producir, recibir o comercializar este tipo de productos. Más aun, el HB4 tiene aspectos muy riesgosos vinculados a la contaminación de los trigos no transgénicos, exponiendo al mercado argentino de este cereal a rechazos por parte de nuestros compradores tradicionales. La irrupción del HB4 trae más complicaciones que beneficios al mercado interno”, remarcó Miralles.

Por el momento, sembrar trigo transgénico en la Argentina tendría desventajas tanto desde lo comercial como desde el rendimiento, en comparación con el trigo no transgénico

Y agregó: “Desde el punto de vista técnico, un trabajo experimental publicado en la revista científica Journal of Experimental Botany, del cual fue coautora María Elena Otegui, docente de la FAUBA, mostró que ante condiciones de restricción hídrica, el trigo transgénico rinde un 6% más que los trigos tradicionales”.

“Pero en la campaña 2021, y pese a que no se permite comercializar trigo transgénico, en nuestro país se sembraron 52.000 hectáreas de HB4, que produjeron 124.000 toneladas, con un rinde promedio de 2,4 t/ha. Tal como se indicó en esta misma campaña, en la Argentina, el rinde promedio a nivel nacional (utilizando trigos tradicionales no transgénicos) fue de 3,14 t/ha. Esto significa que el HB4 rindió un 27% menos que la media nacional”.

“En resumen, todo indicaría que, actualmente, contar con trigos transgénicos en el mercado argentino tendría desventajas tanto desde lo comercial como desde la potencialidad de rendimiento, incluso en un año que se caracterizó por presentar períodos de deficiencias hídricas en algunas zonas como el sur de la provincia de Buenos Aires”, dijo.

La calidad, una meta lejana

Hace 4 años, en una nota en Sobre La Tierra, Miralles señaló que en la Argentina se inscriben los materiales de trigo en el INASE indicando a qué grupo de calidad corresponden en función de la información volcada en el legajo de inscripción del material. Pero lamentablemente, en la comercialización no se diferencia por calidad como una estrategia para agregarle valor al producto.

“Este aspecto no va a cambiar mientras no se amplíen las instalaciones para generar una segregación en el almacenamiento, sumado a que, además, se pague un excedente del precio asociado a la calidad industrial. La comercialización sin clasificar por calidad implica una pérdida en el precio del grano como commodity. Por otro lado, esta diferenciación implicaría una aproximación a regionalizar la producción, determinando áreas donde se pueda promover una mayor o menor calidad de los granos en función del potencial ambiental y del rendimiento del cultivo. Por ahora, estamos lejos”, concluyó el investigador.

Por: Pablo A. Roset (SLT-FAUBA)