Por Daniel Armando Vogel – Hola. Espero que tengan un excelente día y un domingo maravilloso en este fin de semana largo, el que, a pesar de las sorpresas del calor y las tormentas en las últimas horas, nos brinde un descanso agradable.
Estamos en la última quincena de noviembre, a punto de conmemorar el Día de la Soberanía Nacional Argentina. Aunque se celebra a lo largo de la semana, el lunes será reconocido como feriado nacional, marcando el último antes de la Navidad.
Cuando se trata de soberanía nacional, es imposible no recordar la famosa batalla que ocurrió a poco más de 70 km de aquí, en la Vuelta de Obligado, donde repelimos a los invasores que no lograron alcanzar el centro de nuestro país, en aquel entonces la pequeña y emergente Buenos Aires.
Hoy los invito a reflexionar juntos sobre la soberanía contemporánea, que implica mucho más que las cadenas que alguna vez cruzaron el Paraná. Existen innumerables cadenas que se extienden por todo nuestro país, desde los rincones más remotos del norte en Jujuy, en las quebradas, hasta el sur en los helados lagos argentinos. Allí, personas anónimas izan banderas en lugares donde la vida escasea y donde el extremo calor o frío son abrumadores, pero aún así, hay argentinos en medio de la nada, defendiendo la soberanía nacional.
Entonces, extendemos nuestro reconocimiento a esos hombres y mujeres de cada rincón del país que afirman la soberanía nacional día a día, enfrentándose a los fuertes vientos, a los intensos calores de soles abrasadores y a las temperaturas que hielan.
En cada rincón remoto de nuestro país, un argentino ejerce soberanía y ondea la celeste y blanca. No solo se enarbola nuestra bandera en las gradas cuando juega la selección, o cuando un deportista o artista nos representa internacionalmente, sino también a través de cada uno de esos patriotas anónimos que fortalecen nuestra soberanía nacional.
La soberanía nacional se evidencia cuando la justicia prevalece tanto para ciudadanos como para políticos. No es equitativo que algunos enfrenten la realidad de heladeras vacías y mesas desoladas, mientras políticos se enriquecen y obtienen pensiones y jubilaciones desmesuradas por cargos que antaño se ejercían por honor y prestigio. Hoy, a menudo ese honor y prestigio son desatendidos, y algunos son condenados por actos que todo argentino repudia, mientras buscan solo mejorar sus condiciones y las de sus allegados, en claro perjuicio de un pueblo que se empobrece progresivamente.
Cadenas entonces bien puestas, para aquellos invasores en la vuelta de Obligado y cadenas a ponerlas hoy, para quienes se equivoquen y nos quieran invadir de otra manera, sin importar la metodología.
Que tenga un buen domingo.
AL QUE LE QUEPA EL SAYO…